Fue en los años ochenta cuando Kris Jenner firmó un contrato de 100 millones de dólares con la cadena estadounidense de televisión E!. En ese momento detestaba la fama, venía de ser azafata de American Airlines y era una de las estrellas más discretas de la beautiful people californiana.
Kris dio su primer paso a la fama en una cinta para correr y ya no dejó de estar expuesta a las cámaras nunca más. Su vida pública empezó el día que decidió aparecer como florero en los anuncios de teletienda, sección gimnasia, de su marido a comienzos de los noventa.
En 2005 animó a su primogénita Kourtney a participar en el reality Filthy rich: Cattle drive y dos años antes a Kim en The simple life, en el que era la amiga de Paris Hilton.
La líder del clan Kardashian decidió hacer un piloto de cómo sería un reality con su familia. Nadie pareció hacerle mucho caso, salvo Ryan Seacrest, el creador del exitoso concurso American idol. Y así tomó forma Keeping up with the Kardashians.
Aunque en este programa las estrellas son sus hijas, también es cierto que su presencia es fundamental. En opinión de Amanda Scheiner McClain, quien publicó el primer estudio académico sobre este reality, no sería lo mismo sin ella. “Todos y cada uno de los miembros son necesarios para representar a la familia, con su mezcla de drama, comedia y vida real. Además, una de las claves es cómo presenta la interacción entre generaciones”.
Por su parte, el productor Jeff Jenkins dice que “tiene un tercio de Lucille Ball, un tercio de Joan Collins y un tercio de genialidad propia”.
Además de impulsar la imagen de su familia a través de este programa, Kris también lanzó a sus hijas al mundo de las redes sociales. Ahora, ellas son las reinas en ese terreno, con millones de seguidores en todo el mundo.