Fue en el año 1992 cuando se hizo oficial su separación, llegando a concretarse el divorcio en 1996. Sarah Ferguson, Duquesa de York y el Príncipe Andrew, hijo de la Reina Elizabeth II, ya estaban libres para hacer lo que quisieran, cada cual por su camino… al menos en teoría.
Lo cierto es que ellos dos no se mantienen tan apartados como pasaría con cualquier otra pareja divorciada, y nadie sabe por qué. Incluso hoy en día, Fergie usa sus redes sociales para dirigirse a su ex, mostrando interés por sus actividades, sus logros militares y otros hechos de su vida.
La última vez que los vieron juntos fue en la Royal Ascot 2018, donde tenían ese aire de recién casados. Eso generó más preguntas que respuestas en aquellos que han estudiado de cerca su complicada historia romántica.
“Nosotros nos apoyamos mutuamente en lo emocional, y nos apoyamos unos a otros en lo que respecta a la salud. Al menos cada dos semanas nos sentamos a hablar los cuatro”, se atrevió a decir Ferguson a la prensa norteamericana.
Hubo un rumor de finales de los noventa que afirmaba que ellos nunca dejaron de vivir juntos, pese a su divorcio. Es decir, que todavía compartían la misma vivienda. Por supuesto, ninguno se encargó de negar o afirmar esto.
No es posible determinar si es “sano” continuar la comunicación con tu ex pareja al nivel en que ellos están, si acaso se espera encontrar el amor con otra persona, por ejemplo. Es posible que su larga historia juntos les dificulte avanzar a esa fase, o quizás se sientan más a gusto sin ataduras legales.
El camino de ambos se cruzó en el 69, cuando apenas eran unos adolescentes despreocupados. Su cariño creció y se comprometieron en el 86. No tardaron en agrandar su familia con el nacimiento de sus hijas Beatrice y Eugenie.
Durante los eventos sociales se les ve alegres, relajados y pasando un buen rato en familia. ¿Quién sabe? Tal vez descubrieron el secreto para una convivencia amena y respetuosa, sin que sus conflictos pasados los perturbe.