Luego de trabajar como carpintero y de obtener algunos papeles pequeños, por los que incluso le llegaron a pagar $150 semanales, Harrison Ford alcanzó el estrellato en 1976, cuando George Lucas le pidió que realizara el papel de Han Solo en la película de Star Wars.
A partir de ese momento, y con todas las secuelas del film, Harrison Ford se convirtió en una de las leyendas de Hollywood, aunque al actor no le gusta que lo llamen así.
“Sólo soy un actor que ha tenido mucha suerte. Sé que de alguna manera tengo la fortuna de haber entrado en la vida de un buen número de personas y eso es muy bonito, pero no sé qué demonios significa eso de icónico. Mi cerebro no está estructurado para pensar así", dijo el galán de Hollywood.
"Entiendo que todo el mundo trata de usar adjetivos grandilocuentes o etiquetas lo suficientemente llamativas. Pero para mí todo eso no tiene demasiada importancia”, dijo en una entrevista realizada por el diario El Mundo", añadió.
Ford se toma muy en serio sus papeles, además muchos de ellos le han permitido conocer distintos aspectos de la vida. Cuando iba a interpretar el personaje de un médico, el actor fue regularmente a un hospital a evaluar los escenarios que se viven allí.
Sin embargo, explicó que poco a poco esta estrategia le dejó de funcionar. “Llegó un momento en el que el observado era yo, y toda la rutina que se creaba a mi alrededor era absolutamente artificiosa, con lo que ya no me servía para nada”, manifestó.
Un dato curioso de Ford es que no le gustan las entrevistas; sin embargo, está consciente de que es parte de su trabajo. “No es que no quiera explicar el proceso por el que paso a la hora de interpretar a alguien. Es que a) no creo que sea necesario; b) ¿a quién demonios le importa?”, expresó el actor, quien considera que “cuando uno adquiere ciertas habilidades, por llamarlo de algún modo, no pierde demasiado tiempo pensando en cómo va a explicarlas a un desconocido, porque bastante trabajo tiene tratando de conservarlas”.