La última película de la directora escocesa Lynne Ramsay, protagonizada por Joaquin Phoenix, mostró un alto nivel en cuanto a estilo y talento, pero muy poca narrativa o conexión emocional.
En You Were Never Really Here, el personaje de Joe (Phoenix) desplegó su destreza con la cinta adhesiva y los martillos, que fueron parte de su metodología para impartir justicia a través del dolor.
Podría decirse que Joe era una especie de arma que podés contratar en casos que escapan de tus manos. El filme fue una adaptación de la novela de Jonathan Ames, y como la obra original tiene en contra su falta de diálogo.
El protagonista vive con su madre en un ruidoso apartamento de Nueva York. Constantemente sufre visiones de lo que fue su propio abuso cuando nene, entre otros temas que enfrentó en su juventud.
Sus experiencias hicieron que contemplara en el suicidio muchas veces. En la pantalla grande, vimos a Joe terminando uno de sus engorrosos encargos.
Luego se entera de otro trabajo que involucraba a una víctima menor de un grupo traficante, que guarda relación con policías corruptos, agentes federales y hasta importantes funcionarios de gobierno.
La crítica alabó el trabajo inmaculado de Ramsay y el poder actoral de Phoenix desde el segundo que aparece ante nuestros ojos. No en vano la cinta recibió una ovación de pie de siete minutos en el Festival de Cannes… eso no es poco.
Expertos relacionaron la producción con lo visto en Mona Lisa de Neil Jordan, por ejemplo, claro que sin el encanto del desaparecido Bob Hoskins y Michael Caine. You Were Never Really Here es un drama que tal vez no logre convencer a todo público, pero que sí entretiene al espectador de principio a fin.