En su trayecto a lo que más tarde sería la cúspide de su carrera musical, Monserrat Bustamante (conocida como Mon Laferte) sorteó una imparable serie de eventos, que pusieron a prueba su paciencia, entereza y decisión sobre convertirse en una cantante distintiva a quien el público no dejara de amar.
Desde muy joven, Laferte sintió una atracción por los escenarios. Tuvo su primera oportunidad en su adolescencia, cuando cantó Papi Deja de Fumar del show Nubeluz. Ese contacto fue para un evento de la campaña municipal del político Rodrigo González.
“Ella demostró gran dulzura y mucha personalidad con el tema. Se le notaba que tenía ambición. Quería seguir en el escenario”, comentaron María Teresa Airam y Luis Alberto Martínez, pareja espectadora del show, que se dedicaba a cantar boleros en aquel entonces.
Al conversar con Mon Laferte, le plantearon hacer varias presentaciones por la ciudad para que conociera cómo era la vida de un músico. “Notamos que no tenía buena relación con su mamá, Myriam Laferte, pero adoraba a su abuelita”, recordó María Teresa.
La cantante vivía con su madre, y su hermana menor Solange. Su padre, Francisco Bustamante había dejado el hogar cuando Mon tenía seis años. Los problemas económicos en casa hicieron que saliera a cantar por dinero, así que interpretaba los sonidos de su época, muy del estilo de Janis Joplin.
Probó suerte en distintos bares, uno de los más frecuentes era el Gato Luna de Villanelo. El dueño del local dijo que Monserrat no tenía tarifa para cantar, y que aceptaba que le pagaran con un plato de comida y una bebida por show.
“Prefería seguir cantando que estar en la escuela. Me echaron tres veces. Me portaba mal, llegaba toda pintada a clases o fumaba en el baño. Aunque me perdonaron varias veces, al final dijeron que debía terminar la enseñanza media en otro lugar”, dijo Laferte durante una entrevista en el diario Últimas Noticias.
Tras varios años de saltar de club en club, consiguió una oportunidad en el programa Rojo de TVN en el 2002. Interpretó New York, New York del legendario Frank Sinatra, y por haber reunido los requisitos que el productor musical Jaime Román pedía, le dieron entrada.
“Para sonar más acorde a lo que querían, adopté un estilo similar al de Myriam Hernández o el de Thalía. No era lo mío. Sentía que me cortaban las alas. La veta rockera no era lo que la producción tenía en mente. Nunca pude hacer lo que amaba. Mil veces llevé mis canciones y me decían que no”, confesó la morocha.
En su defensa, el productor Román expresó que Rojo no daba para presentaciones como las de Mon Laferte, lo que supone que fue una frustración para la compositora, y por ello siente culpa... por no haberla apoyado.
Pensó con seriedad y tomó la decisión de abandonar Rojo y salir de su país rumbo a México. Tenía problemas familiares y personales. Aprovechó para poner distancia y comenzar de cero en terreno desconocido.
“Lo bueno es que Mon Laferte nunca dejó de creer en su talento. Forjó una gran carrera en México. En la industria, algunos quisieron convertirla en ese estilo de ‘chica de Rojo’, forzándola a llenar moldes donde no se sentía a gusto. Ellos se perdieron lo mejor de Mon Laferte”, concluyó una amiga cercana de la artista, Camila Méndez.