Phil Collins era el artista perfecto para trabajar en la banda sonora de un filme de animación como Tarzán de Disney, por su habitual sentido del humor y porque musicalmente tenía lo que buscaban por ser baterista y compositor.
Él mismo declaró que suponía que lo eligieron porque la cinta se desarrollaba en África y los tambores daban la base rítmica de la historia. Pero nunca quiso crear canciones infantiles sino buenas canciones. Para él no hacía falta adaptar las canciones a los niños porque ellos son suficientemente inteligentes y sensibles para comprenderlo todo, lo más importante era darles buena música.
El proceso creativo fue algo difícil porque se trabaja casi a ciegas. En las películas de animación no hay nada que ver para adaptarse a las escenas, solo se tienen bocetos de los personajes y de la historia. Así que los temas se componen considerando que tengan que ver con ciertas situaciones y luego éstas se van adaptando gráficamente a las canciones. Fue un arduo trabajo en equipo que se realizó en cinco años. Todo un reto.
Además de componer las canciones, el artista las interpretó en varios idiomas: inglés, español, francés, italiano y alemán. Nunca antes había cantado en otra lengua distinta al inglés y al principio creyó que escribiría canciones para los personajes que luego serían doblados.
Una anécdota relacionada con este proceso es que su asesor para la grabación en castellano le hacía morder un lápiz como práctica para mejorar su vocalización. Además necesitaba un texto escrito fonéticamente para poder pronunciar cualquier frase en español, pero todo el esfuerzo valió la pena. Los temas quedaron muy bien y fueron bien recibidos por el público. En español grabó dos versiones, una para España y otra para América Latina.
Aunque el artista confesó que nunca siguió la serie de Tarzán, sí dijo que su personaje favorito de la cinta es la mona Kala.