Luego de que el norteamericano Mark David Chapman asesinara de varios disparos a John Lennon la noche del 8 de diciembre de 1980, se dijo que había abierto el libro Catcher in the Rye de J. D. Salinger para leerlo tranquilamente mientras llegaba la policía al sitio.
Pero, no sólo Chapman “sucumbió ante los encantos de la publicación”. John Hinckley, la persona que intentó matar a Ronald Reagan, también tenía entre sus posesiones el mítico libro.
Otro hombre aficionado a ese escrito, y relacionado con ataques a figuras públicas de peso, fue Lee Harvey Oswald. Recordemos que se le inculpó del disparó y consecuente muerte del ex mandatario John F. Kennedy.
Tenemos entonces a tres personas que quizás habrían sido "influenciadas" por la obra de Salinger, pero ¿cómo se explica eso?. Pues bien, en el caso de Chapman, estaba muy obsesionado con Catcher in the Rye, aunado al hecho de que sentía total aberración por el ateísmo de Lennon.
Expertos del caso concluyeron en que Mark vio en el famoso músico a un farsante que debía eliminar de inmediato. Al asesinarlo, confió en que los seguidores de Lennon no reflejarían sus creencias liberales.
Se preguntarán por qué la devoción directa a ese libro. En sus páginas cuenta la historia de Holden Caufield, un joven de 17 años que narra lo que fueron algunas de sus vivencias antes de ser internado en un hospital psiquiátrico.
No se toma al personaje como desquiciado e impredecible, sino a alguien muy parecido a otros. Sería fácil para quien sufre de depresión identificarse con sus pensamientos.
La controversia con la novela surgió luego de que muchos aseguraran que ciertos párrafos activan zonas del cerebro, en quienes alguna vez estuvieron sometidos a experimentos mentales de la CIA.
Se habló de que Chapman habría estado en un campamento de esa organización gubernamental estadounidense a sus 19 años, donde lo sometieron a varias terapias experimentales que más tarde fueron eliminadas.
Por supuesto que nada de eso se comprobó a la fecha. Todos los terribles asesinatos o ataques anteriores no hicieron más que catalogar al libro como un objeto maldito, tanto que prohibieron su publicación en Estados Unidos hasta mediados de los ochenta.