Hablá con cualquier persona menor de 30 años e indudablemente habrán tenido encuentros iniciales muy diferentes con Kirsten Dunst. Tal vez asistieron a una fiesta de cumpleaños con temas de Pequeños Soldados cuando eran niños o molestaron a sus padres al usar una copia VHS de Jumanji.
También es posible que hayan tropezado con Bring It On en una fiesta de pijamas o experimenten el autodescubrimiento junto con las extrañas sensibilidades de Dick o Drop Dead Gorgeous. Tal vez se enamoraron de Mary-Jane Watson en Spiderman, o fueron los inadaptados que querían faltar a la escuela para recostarse con nostalgia en un prado a la Lux en The Virgin Suicides.
Lo cierto es que toda una generación de cinéfilos ha crecido con Kirsten Dunst. Solo algunas estrellas de cine en la actualidad pueden presumir de una carrera tan rica y variada, pero Dunst siempre ha parecido una excepción: una actriz de personaje bajo la apariencia de una estrella de cine, con un CV lleno de clásicos de culto y éxitos convencionales.
Durante una reciente discusión del panel AOL Build sobre The Beguiled, le preguntaron a Dunst si había decidido conscientemente trabajar en proyectos más maduros últimamente, en referencia al Midnight Special de 2016 y la tercera temporada de la serie de antología Fargo. Su respuesta fue afirmativa.
Resulta muy común que las actrices tengan que pelear constantemente para probarse a sí mismas, solo preguntale a la protagonista de The Beguiled, Nicole Kidman, cuya lucha por el reconocimiento se hizo crónica a principios de este año en un fascinante artículo de Buzzfeed.
Pero la propia lucha de Dunst parece haber pasado prácticamente desapercibida, a pesar de ser un accesorio casi permanente en las pantallas desde que se sentó en el regazo de Mia Farrow a los siete años en las Historias de Nueva York de 1989.