Desde las batallas con espadas de Kill Bill, hasta el monólogo de Christopher Walken que convirtió a Pulp Fiction en un clásico, les mostraremos las mejores escenas del genio detrás de las cámaras: Quentin Tarantino.
Sus films son famosos por sus narrativas no lineales y dispuestas -en ocasiones- a abrirse paso en otras historias. Pese a sus tramas retorcidas, sus películas se definen por escenas que se extienden hasta el punto de ruptura, y parecen icónicas incluso cuando se ven por primera vez.
Las épicas historias de Tarantino están formadas alrededor de secuencias habladas y tensas, que hierven a fuego lento con el potencial de actos repentinos de violencia.
La masacre de Candyland (Django Unchained)
El tiroteo catártico que ocurre después de casi dos horas completas, no es la secuencia más matizada que Tarantino haya ideado, pero nunca ha hecho nada que se sienta tan bien.
Luego de un momento en la cena retorcida, cuando Django recibe una educada lección del sádico esclavista que mantiene a su esposa, parece que el título de la película es sólo una promesa. Por supuesto, eso es justo lo que Tarantino quería que pensaras.
Él esperó que la audiencia tuviese los nervios de punta para ejecutarlo. Tuvo toda la confianza o el ego, para saber que el público disfrutaría de una masacre como esa, y que fue claro un delicioso postre.
El Reloj (Pulp Fiction)
Una lista de las mejores escenas de Tarantino podría ser sacada de Pulp Fiction, pero la película que consolidó a su creador, depende más de los momentos cristalizados de su genialidad que cualquier otra cosa.
Hay una escena del film que no se puede dividir en partes pequeñas, una escena que perdura en la fuerza de su totalidad, y que ilumina el don único de Tarantino para combinar lo mítico y lo profano.
Se trata de Christopher Walken, un reloj bien escondido, y un niño pequeño que está a punto de obtener su primera lección de una verdad que lo perseguirá en las próximas décadas: el tiempo está de tu lado.
Au Revoir, Shoshanna! (Inglourious Basterds)
Tarantino confesó públicamente que la escena inaugural de Inglourious Basterds es su obra maestra. Efectivamente, el primer capítulo de la película personifica las batallas de ingenio teatrales, sin aliento, que comenzaron a brotar de los guiones de Quentin después de Jackie Brown.
La conversación del Coronel nazi Hans Landa con un productor lácteo francés sospechosamente tenso, no sólo constituye una de las grandes introducciones de los villanos de todos los tiempos, sino que también toma un tropel familiar del cine del Holocausto: un Nazi tranquilo y los judíos petrificados que se esconden de él a unos metros de distancia.
El terrorífico clímax de la secuencia prepara el escenario para la mejor película de este excéntrico director.
La muerte de Bill (Kill Bill)
Kill Bill se siente como lo más cercano que Quentin ha logrado proyectar su alma en la pantalla, así que no es una sorpresa que todo el sangriento asunto termine con la escena más tarantina.
Es un tributo a su talento y al tono singular de su voz. Después de ver a Beatrix Kiddo tachar a cada persona que se interpuso entre ella y el hombre que la “mató”, se encuentra cara a cara con Bill en una espaciosa cocina. Es la historia de venganza más pura y apasionada.
Bill sabe exactamente quién es Beatrix, la conoce mejor que cualquier otro hombre y espera que ambos mueran peleando. Ningún escritor contó más sobre sus personajes que Tarantino, y ningún otro director lo dejaría salirse con la suya.
La escena de la muerte de Bill es perfecta, y una de las más exuberantes de Tarantino. Se convirtió en su expresión más pura y sublime.