Priscilla Ann Wagner conoció a Elvis Presley en 1959, cuando apenas tenía 14 años. En ese momento, el ídolo del Rock N’ Roll estaba prestando servicios en la Fuerza Armada de los Estados Unidos. Comenzaron un inexplicable romance, y la morocha siguió al guapo cantante a Norteamérica.
Hablemos un poco de ella. La actual empresaria llegó al mundo el 24 de mayo de 1945. Nativa de Brooklyn, Nueva York, fue hija de James Wagner, piloto de la Marina de los EE. UU. que murió en un accidente aéreo cuando Priscilla tenía seis meses.
El tiempo pasó y su madre Ann se casó con Paul Beaulieu, un oficial de la Fuerza Aérea en 1948. Por el trabajo de su padrastro, su familia se mudó varias veces y permaneció en Alemania.
Allá conoció al Rey. Priscilla pasaba sus tardes en Eagles Club, un lugar para comer y divertirse. Según su versión, un día un hombre guapo de unos veinte años se acercó a ella. Su nombre era Currie Grant. Le preguntó si quería hablar con Elvis Presley.
Cuando se dio el encuentro, ella usaba un vestido estilo marinero con colores blanco y azul oscuro. Elvis vivía fuera de la base en Bad Nauheim. Priscilla no dijo mucho por su nerviosismo. Presley -por su parte- intentaba impresionarla con sus canciones.
No pudo contar esa anécdota, porque pensó que nadie creería lo sucedido. Debido a lo joven que era, Elvis la trató con respeto sabiendo las implicaciones consecuentes.
El famoso cantante la visitaba regularmente, como si ya fuesen pareja. Le agradaba la atención y cariño que recibía de la adolescente. Se volvieron inseparables. Pronto El Rey volvió a suelo estadounidense al ser dado de baja.
Siguió en contacto con ella por teléfono y por correo. El tiempo pasó y la relación se enfrió. Luego, Elvis quiso retomarla y le aseguró que era la indicada para él. Por supuesto, al ser uno de los hombres más codiciados, salía con estrellas como Juliet Prowse, Tuesday Weld y Anita Wood.
Para marzo de 1962, Presley llamó a Priscilla y la invitó a Los Ángeles. Ella encantada aseguró que su madre no tendría problema en dejarla ir, pero que el desafío sería convencer a su padrastro.
Elvis habló con el Capitán, quien la dejó viajar con ciertas condiciones: Priscilla iría durante las vacaciones de verano, él le enviaría boleto de ida y vuelta en primera clase, la familia recibiría un itinerario completo de sus actividades en Los Ángeles, estaría acompañada siempre, le escribiría a sus padres todos los días y se mantendría junto a un chaperón.
Sabiendo esto, Priscilla arribó a Los Ángeles en junio. A la tarde siguiente, Elvis le informó que había planeado un viaje a Las Vegas, y después de la medianoche estaba sentada junto a él en su auto de lujo camino a Nevada.