Muy sonriente, educada, madre de cuatro hijos y locamente enamorada de su apuesto esposo, Cristina de España lo tenía todo hasta que un escándalo de corrupción la convirtió en la mala del cuento.
Fue incluida -junto con su pareja Iñaki Urdangarin- en un juicio histórico por malversación de fondos públicos a través de la fundación benéfica Nóos. También se le acusó de tráfico de influencias, fraude y lavado de dinero.
El evento indignó a los españoles y contribuyó a la abdicación de su padre, el ahora rey emérito Juan Carlos I en el 2014. Como si fuese poco, les despojaron sus títulos de Duque y Duquesa de Palma, lo que fue una vergüenza para la Casa Real española.
“Fue algo enorme. Desde el 2011, Cristina e Iñaki desaparecieron (públicamente) de la familia real, y su expulsión del paraíso fue tanto más dolorosa porque pasó gradualmente”, dijo Ana Romero, autora de un libro basado en el final del reinado de Juan Carlos I.
Cristina ni siquiera estuvo presente en la proclamación de su hermano Felipe VI como soberano de España en el 2014, pues aparte del conflicto legal, no la invitaron. De acuerdo con la escritora Romero, el escándalo de esta pareja venía desde el 2004 cuando adquirieron una casa de 1400 metros cuadrados por 6,5 millones de dólares en Barcelona.
“En ese entonces muchos se preguntaron de dónde salía el dinero para comprar propiedades tan costosas. Así que cuando el caso Nóos salió a la luz (justo en el momento de mayor crisis en España) fue devastador para el pueblo. Fueron los malos de la película. Los veían como egoístas, por decir poco”, recordó Romero.
Alejada del ojo público, Cristina trató de pasar la página fuera de su país. Se dedicó a trabajar en una fundación benéfica administrada por el banco La Caixa. Su abogado Jesús María Silva aseguró lo siguiente: “Ella es ciento por ciento inocente. Cuando una persona está enamorada de otra, confía a ciegas. Ella lo hizo con él (Urdangarin), y lo seguirá haciendo hasta el fin”, apuntó.
Fue absuelta del caso, en tanto Iñaki espera aún por la sentencia del Tribunal Supremo. De resultar culpable, será condenado a seis años y tres meses en la cárcel, y de salir libre viajará de inmediato fuera de España a reunirse con Cristina para mantener una vida bajo perfil.