Todo comenzó en un partido de fútbol que disputaba Robert Nesta Marley Booker, conocido mundialmente como Bob Marley, en un encuentro que fue organizado en el Battersea Park de Londres ante un grupo de periodistas británicos. Allí Danny Baker, de la revista Rock and Folk, lo pisó sin querer afectando uno de sus dedos del pie derecho.
Pero era tanta la pasión que sentía el Rey del Reggae por este deporte que no le prestó mayor atención a la lesión, que días después se tornó peor y lo obligó a salir corriendo al médico, que le diagnosticó un melanoma maligno acral lentiginoso que permanecía oculto hasta que se produjo aquel encontronazo en su pie.
Sin embargo, Marley no prestó atención a aquella advertencia. La primera sugerencia que recibió de los expertos fue amputar el dedo, pero por su creencia rastafari se negó.
Luego de aquel episodio no hubo más molestias aparentes hasta que en 1980, después de dos años y medio de la lesión, sufrió un desmayo repentino cuando corría. Fue allí cuando vino la sentencia: el cáncer había avanzado tanto que hizo metástasis y había mutado al cerebro, a los pulmones, hígado y estómago.
En ese momento, desesperado por salvarse, Bob Marley recurrió a todo: radioterapia, brujería, fue visitado por un supuesto hacedor de milagros, recibió trasfusiones de sangre, así como otras inyecciones de dudosa procedencia. Todo. Pero ya el avance de la enfermedad era indetenible y acabó con su vida.
Pese a todo ello el fútbol le siguió acompañando hasta su última morada, adonde se llevó otra de sus más grandes pasiones y amores: su guitarra Les Paul dorada, un anillo, cannabis, la Biblia y un balón de fútbol.