La actriz británica Audrey Hepburn pareció haber salido de la nada; sin embargo, eso no impidió que quedara por siempre en los corazones de quienes admiran sus clásicas, divertidas y atrapantes actuaciones en el cine.
Luego de que ganara un Oscar por su debut en Hollywood con Roman Holiday (1953), trajo de vuelta lo chic a la industria de la época. Tristemente, su controlador esposo Mel Ferrer no le permitió en parte crecer como profesional.
Una vez divorciada, decidió que su destino fuese otro. Por ello en sus últimos 25 años de vida sólo hizo unas cuatro películas, en tanto se dedicaba con orgullo a su labor humanitaria.
Nos enfocaremos hoy en aquellas producciones que la catapultaron al estatus de estrella, y redefinieron su carisma natural cinematográfico.
Roman Holiday (1953) de William Wyler
Hepburn estaba subsistiendo de las fotografías, cuando la autora francesa Colette la vio y decidió incluirla en la producción de Broadway, Gigi.
Después, Wyler insistió en seleccionarla por sobre Jean Simmons como aquella princesa fugitiva que encantó a Gregory Peck mientras paseaban por la Ciudad Eterna en su Vespa.
Hepburn ganó merecidamente un premio de la Academia, y más tarde se reunió con Wyler para filmar The Children's Hour (1961) y Cómo robar un millón (1966).
Sabrina (1954) de Billy Wilder
Allí interpretó a Sabrina Fairchild, hija del chofer de la familia Larrabee, que siempre estuvo enamorada de David Larrabee (William Holden).
Para interpretar al hermano mayor de Holden, el cineasta quería a Cary Grant, pero no lo consiguió. En su defecto, Humphrey Bogart entró al juego, aunque no estaba complacido de trabajar con una novata.
Lo que sucedió luego fue que el galán cayó bajo los encantos de la morocha, pero que nunca fue correspondido.
Funny Face (1957) de Stanley Donen
Hepburn tuvo tanto interés en co-protagonizar con el ídolo Fred Astaire que rechazó la obra Gigi (1958) para interpretar a una empleada de librería parisina que inspira a un fotógrafo estadounidense visitante.
Fue todo un despliegue de belleza, gracia y talento en una sola producción.
The Nun’s Story (1959) de Fred Zinnemann
Audrey aceptó el papel que cambió su vida. Se trataba de la hermana Luke, postulante de una orden belga de monjas. Aunque con frecuencia se desilusionaba en sus esfuerzos por difundir la buena voluntad, siempre perseveró.
De pronto, fue enviada como enfermera al Congo Belga, una tarea que había estado esperando. Pronto se decepcionó al saber que no atendería a los nativos sino a los pacientes europeos.
Breakfast at Tiffany’s (1961) de Blake Edwards
Obtuvo el papel de Holly Golightly, que Truman Capote siempre imaginó para Marilyn Monroe. La actriz admitió luego que interpretar a esa chica extrovertida fue lo más difícil que hizo.
Más allá de las críticas, lució hermosa en aquel clásico vestido negro de Givenchy paseándose por Nueva York. Es uno de los momentos más notables e imitados de la historia del cine contemporáneo.