Audrey Hepburn fue una actriz británica con fuerte presencia en los medios, y una gran influencia en el mundo de la moda. Algunos sólo se concentran en esos aspectos -si se quiere- superficiales, pero también se sabía de su enorme corazón y disposición a varias causas nobles.
Ella pasó los últimos años de su vida dedicada a atender niños en países tercermundistas, sirviendo como embajadora de Unicef. Viajó por Somalia, Bangladesh, Etiopía y Sudán. Fue una experiencia que siempre atesoró.
También sentía que debía apoyar a las organizaciones de socorro, como lo fue la Administración de Ayuda y Rehabilitación de las Naciones Unidas (Unrra), que la salvó del hambre en la Holanda entonces devastada por la guerra.
La diva nació en Bruselas, Bélgica, en 1929 como hija de una baronesa holandesa. Hepburn pasó su niñez en relativa comodidad, su padre se fue cuando era una nena de 6 años, y poco después su madre se mudó con su familia a Arnhem, Holanda.
Los primeros rumores de una ocupación nazi llegaron a mediados de los treinta, haciéndose realidad en 1940. Su hermano fue enviado a un campamento en Berlín; su otro hermano logró esconderse y su tío fue ejecutado por actuar con la resistencia.
Hepburn sufrió desnutrición severa y anemia, comía bulbos de tulipán para llenar el vacío y escapó de la realidad a través de la danza. Cuando el país fue liberado, la Unrra suministró grandes cantidades de alimentos.
En una entrevista confesó haber comido tanta azúcar y leche condensada que enfermó. Habló de tener una deuda inmensa con esa organización. Prometió devolver el favor, por cuanto el trabajo de la Unicef con los niños afectados por la guerra y el hambre la atrajo.
Fue nombrada Embajadora de Buena Voluntad en 1988, y su primera misión de campo se dirigió a Etiopía, donde quedó marcada por lo que vio.
“No puedo soportar la idea de que dos millones de personas corran peligro de morir de hambre, muchos de ellos niños... y no porque no hayan alimentos, sino porque no puedan distribuirse”, dijo ante las autoridades de esa comunidad internacional.
Su misión más difícil fue la última, un viaje desgarrador a Somalia en 1992. Lo llamó “apocalíptico”. “He visto el hambre en Etiopía y Bangladesh, pero jamás vi algo como eso. No estaba preparada. Es muy difícil hablar, porque es indescriptible. He estado en el infierno”, añadió.
A su regreso, Hepburn tenía dolores en el estómago. Se debían a un cáncer apendicular que creció por años, y que empeoró mientras estaba en Somalia.
Después de algunos tratamientos, la actriz decidió pasar su última Navidad en paz con los suyos. Regresó a su casa en Suiza, donde murió el 20 de enero de 1993.
Fue una figura en extremo generosa y no sólo una venerada estrella de cine. Sus misiones y pensamiento filantrópico compusieron su verdadero Yo, así como también inspiró y trazó el camino de muchos más, para hacer algo diferente por las regiones necesitadas del mundo... y el trabajo apenas empieza.