Desde artículos para blogs hasta descripciones de productos, pasando por correos automatizados o guiones para videos: hoy es habitual que una parte importante del contenido que consumimos tenga como punto de partida algún sistema de IA.
Pero entre tanta eficiencia y automatización, aparece una nueva pregunta que muchas marcas deberían hacerse: ¿seguimos sonando como nosotros mismos... o ya parecemos un bot?
El riesgo de sonar genérico
El contenido generado por IA, aunque correcto en forma, suele compartir ciertas características: tono neutro, frases genéricas, estructuras repetitivas. En pequeñas dosis puede pasar desapercibido, pero cuando todo lo que una marca comunica tiene ese mismo “olor a máquina”, el vínculo con el público empieza a enfriarse.
Los usuarios —aunque no lo digan explícitamente— perciben cuando un mensaje no tiene alma. Y en un entorno digital tan competitivo, eso puede marcar la diferencia entre conectar… o pasar totalmente desapercibido.
El valor de la voz propia
Una marca es mucho más que sus productos o servicios. Es una forma de hablar, una actitud, un estilo. Eso se transmite con palabras, y por eso es tan importante mantener una voz auténtica en cada pieza de comunicación, incluso si esa pieza fue escrita inicialmente por una IA.
Usar herramientas automatizadas no es el problema. El problema es publicar sin revisar, sin editar, sin “humanizar” lo que se dice. Porque ahí es donde se pierde lo más valioso: el diferencial.
Cómo asegurarte de que no parezca un texto enlatado
Existen formas muy simples y efectivas de detectar cuándo un contenido está demasiado automatizado. Una de ellas es recurrir a un detector de IA, que analiza un texto y evalúa si fue generado por inteligencia artificial. Esta herramienta es útil para tener una idea rápida de si conviene intervenir el texto o si ya está en condiciones de ser publicado.
Y si necesitás ajustar el tono, hacer que suene más natural o alinearlo con la identidad de tu marca, basta con una buena edición. A veces es cuestión de cambiar un par de frases, agregar un giro local, o simplemente revisar si ese texto “dice algo” más allá de rellenar un espacio.
La tecnología está para ayudarte, no para reemplazarte
El uso de inteligencia artificial en marketing de contenidos llegó para quedarse. Pero eso no significa resignar la personalidad ni la autenticidad de lo que comunicás. La clave está en el equilibrio: automatizar para agilizar, y editar para conectar.
Porque al final del día, lo que más valoran los usuarios no es si escribiste rápido, sino si lo que dijiste realmente les habló. Y para eso, no hay mejor filtro que una buena dosis de criterio humano.