En su primer discurso de Nochebuena, el más personal que elabora cada año el jefe del Estado, Felipe VI pidió "cortar de raíz y sin contemplaciones la corrupción". No hubo eufemismos ni titubeos. Entendía que era un "objetivo irrenunciable" para regenerar la vida pública en un momento de cambios trascendentales en España.
Solo habían pasado unos meses desde su proclamación, tras la abdicación de su padre, el rey Juan Carlos, en aquel 2014. Fueron palabras contundentes en las que, eso sí, no mencionó expresamente a su hermana, la infanta Cristina, ni a Iñaki Urdangarin, que ya estaban imputados por el caso Nóos.
"Los ciudadanos necesitan estar seguros de que desempeñar un cargo público no sea un medio para aprovecharse o enriquecerse", aseveraba. La expectación sobre cómo será su discurso en esta ocasión, seis años más tarde, y cómo se referirá a los escándalos que afectan al Rey emérito, es máxima.
En un año inédito por la pandemia del coronavirus, el Rey dedicará, con toda probabilidad, la mayor parte de su intervención a la crisis sanitaria, los destrozos económicos y sociales provocados, y enviará un mensaje de esperanza a la sociedad frente a los desafíos que llegan a partir de ahora.
Pero, inevitablemente, los ojos estarán puestos en la manera en que aborde la difícil situación de don Juan Carlos, que ha empañado el papel de la propia institución con el goteo de informaciones sobre su situación fiscal, su marcha a Emiratos Árabes y su amago de regreso por Navidad.
Y seis años después de aquel primer discurso, el Rey deberá decidir cómo referirse de nuevo a un asunto que afecta no solo a un miembro de su familia, sino al que fuera jefe del Estado durante casi 40 años, en busca de reivindicar el compromiso que él suscribió con la ejemplaridad cuando accedió al trono.
En los años posteriores a 2014, las referencias a la corrupción, a la regeneración y a la necesaria responsabilidad de las instituciones han sido más leves, centrando sus palabras en las fuertes turbulencias provocadas por la inestabilidad política y la situación en Cataluña.
El de 2015 llegó en un momento complicado: solo cuatro días después de las elecciones generales que lo cambiaron todo. La irrupción de los nuevos partidos y el fin del bipartidismo abrían una etapa desconocida en el Congreso. De ahí que Felipe VI pidiera "una política basada en el diálogo, la concertación y el compromiso".
En 2016, en un claro reflejo de la estabilidad que por fin se abrió paso con la formación de Gobierno tras la repetición electoral de junio, el Rey decidió centrarse en las cuestiones sociales, dejando a un lado lo puramente político, y puso el foco en los retos que tenía por delante el país, empezando por la tecnología y el empleo de calidad.
Sin embargo, 2017 volvió a ser un año clave para su discurso de Nochebuena, a pesar de que solo dos meses y medio antes Felipe VI había pronunciado uno de los mensajes más importantes de su reinado. Fue el del 3 de octubre, 48 horas después del referéndum ilegal en Cataluña, que obligó al Rey a intervenir, para asegurar que los "legítimos poderes del Estado garantizarían el orden constitucional".
Aquel discurso supuso un antes y un después para el independentismo catalán, otros partidos nacionalistas y buena parte de la izquierda española, que puso en la diana la neutralidad del jefe del Estado. El tradicional mensaje navideño llegó tres días después de unas elecciones autonómicas en las que, por primera vez, Ciudadanos se convirtió en la primera fuerza política.
El Rey no sorteó en absoluto la cuestión catalana, a pesar de las críticas cosechadas el 3-O. Más bien al contrario. Y en esa ocasión volvió a pedir que en Cataluña se impusieran "la pluralidad, la estabilidad y el respeto".
Un discurso en el que la palabra 'España' fue la más repetida, seguida de 'convivencia' e 'historia'. A pesar de todo, hubo tiempo para abordar otras muchas cuestiones, entre las que estuvo, de nuevo, la corrupción.
"Se mantiene como una de las principales preocupaciones de la sociedad, que demanda que sigan tomándose las medidas necesarias para su completa erradicación", dijo.
También al año siguiente, el mismo en el que se produjo la moción de censura que descabalgó a Mariano Rajoy de la Moncloa y dio paso al primer Gobierno de Pedro Sánchez, las palabras del Rey de Nochebuena llegaban apenas 20 días más tarde de su discurso por el 40º aniversario de la Constitución en las Cortes.
En esta ocasión, no mencionó expresamente a Cataluña, pero insistió en el necesario "respeto a la Constitución" y advirtió sobre la fragilidad de la convivencia. Fue la palabra que más usó en 2018.
El del año pasado se produjo, otra vez, en plena resaca electoral. En esta ocasión, por la repetición de noviembre después de que los partidos no pudieran alcanzar un acuerdo con los resultados del mes de abril y los ciudadanos volvieran a ser llamados a las urnas.
Eran las navidades en las que se cocinaba la coalición a la espera de poner fecha al debate de investidura. El Rey pidió "atender al interés general" en todo momento, mirando especialmente a los grupos representados en el Congreso. No eludió otras "serias preocupaciones" como la desigualdad agudizada por las distintas crisis económicas.
A principios de 2020, Sánchez fue investido y se formó el primer Gobierno de coalición de la democracia. Poco después, la pandemia del coronavirus lo arrasó todo, cambiando completamente los planes y expectativas de futuro. Sobre eso reflexionará Felipe VI en un año muy duro para la Corona.
Fuente: elconfidencial.com