Habían decidido vivir alejados de la familia real británica, pero no iban a hacerlo en cualquier sitio. Después de unos meses en la mansión de Tyler Perry, Meghan y el príncipe Harry encontraron su casa en California.
Una mansión situada en Montecito, una exclusiva localización con montañas, acantilados y una preciosa playa -de las Mariposas- en el condado de Santa Bárbara, a unos 140 kilómetros de Los Ángeles. Los duques pagaron por ella casi 15 millones de dólares, de los que abonaron 5,5 e hipotecaron 9,5.
La primera casa que compraban juntos reunía todos los requisitos. Además de ser espectacular, está protegida como para evitar miradas (y sobre todo el objetivo de los paparazzi) y tiene calle privada, lo que concede aún más privacidad a los Sussex.
Por vecinos tienen a muchas celebridades, desde Oprah a Tom Cruise, Gwyneth Paltrow o Ellen DeGeneres y Ariana Grande, de ahí que la seguridad también sea una garantía para los duques.
La casa es de estilo provenzal francés y se le conoce como Chateau de Riven Rock, por estar ubicada en la finca del mismo nombre donde vivió encerrado gran parte de su vida, enfermo de esquizofrenia, Stanley McCormick, tétrica historia en la que se basó T. C. Boyle para su novela Riven Rock. Tras su muerte, la finca se dividió y así fue como nació el exclusivo Montecito.
La casa tiene espacio más que suficiente para Meghan, Harry, Archie, la futura bebé en camino, la madre de Meghan cuando quiera ir a visitarlos y algunos más. Dispone de 9 habitaciones y 16 cuartos de baños, todo muy amplio y luminoso, con grandes ventanales, decorado en tonos claros y con la madera como protagonista.
Fuente: revistavanityfair.es