“Después, desde la tele, también viajó. Y a través de la pantalla acercó lo roto, lo rico, lo triste, lo sucio, lo humano, lo crudo, lo torcido, lo incómodo, lo que duele, lo que cansa. Mostró que todo eso también está bien. Que el mundo también es eso. Que no hay que no mirarlo, no sentirlo ni probarlo. Logró que muchas personas desde su sillón estén más dispuestas a aceptar lo que no es cómodo, lo que es ajeno o distinto. Porque es real. Porque él te contaba la cruda verdad. Primero la suya, sin filtros”.
Narda Lepes (45) escribió así, todavía conmovida, sobre la muerte del chef Anthony Bourdain. Estaba en un vuelo cuando, ese mismo día y a pedido de un diario, tuvo que hablar sobre cómo él la había inspirado. Ese día lloró por su maestro.
"Me tomé un año después de terminar el colegio y empecé a estudiar un curso de cocina, pero muy relajado. Lo daba Francis Mallmann. Lo hice para mí, para cocinar mientras pensaba qué hacer".
Hoy, la mujer que le puso su impronta a las recetas de Doña Petrona y unos años antes había conquistado a los foodies con sus travesías en el sudeste asiático, como en los rincones escondidos de Nueva York, es una referente innegable de las nuevas generaciones de cocineros. “No estoy loca, mi abogada dice que soy vehemente”, tira Narda, nuestra #MujerDeTapa de Ciudad Magazine, con una carcajada. Y es cosa muy seria. Sabe que su atrevimiento e implacabilidad son parte de su esencia. Eso es lo que ella inspira, no importa si estás adentro o fuera de una cocina.
Entre los 2 y los 7 años vivió en Venezuela. Una madre recién separada, con amigos desaparecidos o en el exilio, eligió que la Argentina de aquellos años no era el lugar que quería para su hija. De su adolescencia recuerda ser una “rebelde solo en los papeles”. Su padre era el escenógrafo de los recitales de Los Redondos y Charly García, dueño de la discoteca Paladium. Narda recién probó el alcohol a los 19. "Fumar porro", dice, le parecía de “viejo hippie”. Un año sabático que se tomó justo después de terminar el colegio hizo que descubriera su vocación. Su aspiración era comer bien y justo a la vuelta de la casa de su novio de aquellos años se estaba dictando un curso.
"A nuestra hija tratamos de darle una visión amplia del mundo. Prestamos atención en explicarle las cosas dentro de un marco que pueda entender. Pregunta mucho y su curiosidad hace que no te deje hablar".
“Mis viejos confiaban en mí, sabían que todo el tiempo estaba haciendo cosas, siempre metida en algo. Sabían que no me iba a tirar a chanta. Me tomé un año y en la mitad me aburrí de salir todos los días y empecé a estudiar un curso de cocina, pero muy relajado. Lo daba Francis Mallmann en su restaurante e iban todas unas viejas chetas. Era como para sus clientes mega top, había unos viejos que fumaban habanos. No era una escuelita, era una cosa rarísima. Lo hice para mí, para cocinar mientras pensaba qué hacer. Después me empezaron a gustar ciertas cosas, dije ‘haría un poco más’ y ahí ya seguí”, revela, sobre el origen de su historia. De ese germen surgió la exitosa empresaria en la que se convirtió y todo lo que llegó detrás.
"Queremos que Leia sepa quién es y en dónde nació, pero que vea que el mundo es grande. Que no todas las personas son iguales, pero que todas tienen los mismos derechos".
A fines de 2017 abrió Narda Comedor en el Bajo Belgrano. Su nombre lo llevan conservas, vinagres, salsas y condimentos. Con varios programas de TV en su haber, tres libros (el último, Ñam Ñam. Manual para alimentar a un pequeño omnívoro) y elegida como asesora de varias marcas, su misión es conseguir que los consumidores conozcamos más qué comemos todos los días y cambiar. ¡Basta ver su interesantísima exposición en TEDxRíodeLaPlata para entender su búsqueda! Con la misma convicción y sin vueltas, la mamá de Leia (7) y pareja del cineasta Alejo Rébora (33), se mete de lleno en los temas que hoy la tienen atenta. Los que la sensibilizan, la enojan y la hacen reflexionar.
-¿Cómo manejás las expectativas con Leia? ¿Te gustaría que se dedicara a la gastronomía?
-Un día dice “yo quiero hacer postres”, y otro escribe canciones. Es chica. La parte literaria le sale mejor que la artística, le pone garra a la escritura. Lo que tratamos de hacer con ella es darle una visión amplia del mundo. Que sepa quién es y en dónde nació, pero que vea que el mundo es grande y que no todas las personas son iguales, pero que todas tienen los mismos derechos. Prestamos atención en explicarle las cosas dentro de un marco que pueda entender. A veces nos planteamos con Alejo cómo hacerlo. Pregunta mucho y su curiosidad hace que no te deje hablar. Está “¿y qué quiso decir?”, “y por qué dice tal cosa?”, “¿por qué puso esa cara?”. Al principio era el significado, ahora lee la intención, el tono y los gestos. Lo percibe, no le podés mentir, se da cuenta de todo. Si le decís “no es nada”, te dice “no, decime ya”.
-¿Cómo se explican cuestiones que tienen que ver con la sexualidad en una nena tan chica?
-Todavía no me preguntó mucho sobre eso. Pero ahora, con el debate por la despenalización y la legalización del aborto era imposible que no preguntara.
-¿Cómo lo manejaste?
-Lo fui piloteando lo más que pude hasta el día del debate. Como ella escuchaba, no quería que le quedara en la cabeza algo malo. Le explicamos con mucho cuidado y en grande que lo que se debatía era una cuestión de derechos, si las mujeres podían decidir sobre su cuerpo o no. Cuando ya se complejizaban las preguntas, la respuesta era “no sé cómo explicártelo de una manera en la que vos vayas a entender, sin confundirte más”. Le decía “anotámelo y te las respondo dentro de un tiempo”. Algunas las anotó y otras se las olvidaba (risas).
"Con Leia vimos el debate sobre el aborto. Le explicamos con mucho cuidado que lo que se debatía era una cuestión de derechos. Cuando ya se complejizaban las preguntas, la respuesta era 'no sé cómo explicártelo sin confundirte más'. Le decía 'anotámelo y te las respondo dentro de un tiempo'.
-¿Cómo vivís este momento con la media sanción de la ley y el debate en el Senado?
-Uno vive en un mundo privilegiado, pero tengo la suerte de viajar a distintos lugares por trabajo y no siempre voy a un hotel boutique en la montaña. Me meto adentro en los países a los que voy, lo mismo acá, y a veces termino comiendo una sopa en una casita en el medio de la nada. Lo hago porque lo que quiero saber está ahí. No aprendés solo de cultivos o recetas, aprendés también quiénes, dónde y cómo viven en otras realidades. Teniendo todo esto, vi el debate no como en una hinchada, sino para entender. Ningún argumento en contra me pareció decente. Respeto las creencias religiosas, pero no estamos discutiendo eso. Nadie te va a obligar a abortar.
"Hay diputados que, después de las estupideces que dijeron durante el debate en el Congreso, deberían renunciar. Otros mintieron descaradamente en números, datos y hasta robaron discursos. ¡No podés ser tan grasa de plagiar un discurso a favor, darlo vuelta y pasarlo en contra!".
-¿Qué tipo de discursos te molestaron más?
-Hay personas que, después de las estupideces que dijeron durante el debate en el Congreso, deberían renunciar. La “diputada de los perritos”, ponele que sea una maestra jardinera y con dos dedos de frente no puede comparar a una mujer con un perro y a un niño con un cachorrito. Mi perra tuvo cinco crías, a una que salió más chiquita la empujó con la nariz y la dejó. Es una cosa infantil y a esa no hay que votarla más. También hay gente que se sentó allí y mintió descaradamente en números, datos y hasta robó discursos. ¡No podés ser tan grasa de plagiar un discurso a favor, darlo vuelta y pasarlo en contra! "Estas personas con ese nivel de argumentos tienen que estar defendiendo el negocio de alguien”, pensaba. Es ridículo abanderar tan acérrimamente algo tirando fruta.
"La ley de legalización del aborto trata sobre derechos y avances. Si ves el mapa de los países que no lo tienen legalizado… ¡estamos con los de África, gente! No podemos hacernos los boludos".
-Es claro que falta mucha información...
-Todos hablaban del aborto sin conocer de estadísticas, lugares, edades, posiciones socioeconómicas, dónde pasa y por qué. Como país serio deberíamos tener estadísticas, contar con datos y para eso el aborto tiene que poder hacerse de manera legal. Porque lo que te llega es lo más terrible, la mujer con hemorragias, la que está infectada, la que se está muriendo. ¿Y todas las que no tuvieron un inconveniente así? ¿Cómo sabemos qué áreas hay que reforzar? Cuando tengamos esos números, diremos “esta provincia tiene tanta cantidad de embarazo infantil o tanta de embarazos entre la gente más pobre”. O “acá los adolescentes de clase media alta están en cualquiera”. Y como Estado activar ahí. Todo el tiempo las leyes salen, pero no hay recursos y entonces no se aplican o las frenan. Si ves el mapa de los países que no tienen legalizado el aborto… ¡estamos con los de África, gente! No podemos hacernos los boludos.
-¿El derecho de la mujer sobre su cuerpo debería ser una razón suficiente?
-El argumento tiene que ser a prueba de balas. Algunas van, legítimamente, a defender su propio cuerpo o el derecho al placer. El mío es “esto pasa, gente”. Hay muchos que usaban para todo el argumento, que yo llamo, de Miss Universo. Es como decir “yo quiero la paz mundial”. Bueno, ¡yo también, pelotudo! Me gustaría que todo funcione bárbaro, pero no es así. Hay gente que dice “yo no soy muy amiga del aborto”. Pará, no se trata de amistad, sino de solucionar un problema que existe. Hoy es el momento.
-Siguiendo con la temática de la desigualdad de género en tu ámbito, las cocinas de los restaurantes tienen fama de ser ambientes bastante machistas. ¿Es verdad?
-Según donde estés y qué cocina sea. Hay restaurantes de cocineros que conozco y nada que ver, pero en la masa, sí. Son lugares muy físicos, estás en un ambiente reducido y “te apoyan”. Es una gracia tocarte el culo y apoyarte, por ejemplo. Normalmente el jefe es varón y muchas veces o no lo ve o lo deja hacer. No es complicado llegar a ser un jefe varón de menor edad, en cambio si lo es y mucho, para una mujer. Es difícil que te den bola.
"Cuando empecé en la cocina, para que me respeten, tuve que decir malas palabras que no podían creer que salieran de la boca de alguien que, para ellos, era una cheta de 24 años. ¡Ahora hablo como un camionero!".
-¿Vos cómo lo manejaste?
-Diciendo una cantidad de malas palabras que no podían creer que salieran de la boca de alguien que, para ellos, era una cheta de 24 años. Ahí reaccionaban. Ahora hablo como un camionero (risas). Eso me funcionó y laburar el doble, ser la primera en llegar y la última en irme. Saber más para taparles la boca. Después, me metía en mucho circuito de las jodas y bromas que hay en las cocinas. Me anticipaba a los que hinchaban las bolas.
-¿Por ejemplo?
-Yo sabía de uno que se agarraba una lata de gaseosa y se la guardaba en el fondo de la heladera. Decirle algo era para que me tomen de tarada. Así que le eché aceite de sésamo a su lata. Cuando tomó un trago rápido escondido... ¡puaj! Escupió todo. El aceite de sésamo es denso, no se te va más el sabor. Eso, igual, es una boludez frente a lo que nos pasa a nosotras: no ascendés, hay abuso, desigualdad laboral y salarial. Es un proceso que va a seguir siendo así hasta que se acomode. Son muchas discusiones las que se vienen. Hoy es inevitable que todo esté junto: ni una menos, aborto, igualdad.
"En mi pareja capaz nos encontramos en un beso en el pasillo a la mañana, más que en una cita. A veces planifico y al final, solo quiero hacer cucharita y quedarme ahí, quieta".
-Contaste que cuando estuviste embarazada de Leia, tuviste que hacer reposo y te empachaste de programas de chimentos. ¿Cómo es tu faceta cholula?
-Me vi todo lo que no me hacía pensar. Por mis horarios de trabajo no puedo mirar nada, pero si estoy enferma o puedo un ratito, me divierten. Por momentos no sé quien es nadie y ahí ya no me gustan tanto. Con algún quilombo de la tele puedo engancharme, pero no si el tono se empieza a poner oscuro. No me gusta cuando se da el mismo tratamiento a alguien que dice de otro que está gordo o que abusaba de niños. Si estoy en mi casa, no prendo la tele porque no quiero que mi hija vea eso y ella se duerme tipo nueve. Cuando tenés niños se te va cortando el tema del pelotudeo. Está bien si queremos ver culos, el problema es solo querer ver eso. ¡Por lo menos que el culo diga algo! (risas).
-¿Qué extrañás de cuando estabas soltera?
-Poder dormir bien. Siempre estoy con un ojo ahí abierto, tipo si Leia tose un poquito, ya me levanto aunque no quiera. Pero es así, esa mierda del instinto maternal. Es amor, sí. Hace un ruidito y sabés que no está del todo bien, y estás atenta. Despertarse de noche es un bajón. En el verano la paso un poco mejor, porque por lo menos abrís un ojo y ya es de día.
"Yo soy contestaria, no pretendo que la gente cambie con un discurso, pero si hacer pensar a algunos".
-¿Y el tiempo en pareja como lo conseguís?
-Hacés lo que podés y creo que funciona mucho manteniendo el humor. Capaz es un beso en el pasillo en la mañana, más que la cita. Porque, si la organizamos, puede que después tenga sueño o que haya sido un día que me agotó. Entonces lo que va es mantener la picardía durante cada huequito que encontrás. Algunas veces planifico y al final, solo quiero hacer cucharita y quedarme ahí, quieta.
"Hoy para chistes machistas tenés que ser muuuy buen comediante y muuuy inteligente. Hacer un chiste boludo, solo te deja como un boludo. No te hagas el gracioso si no se entiende donde estás parado y que estás de vuelta".
-Respecto al ser femenino, aún está esa presión social que te pide determinados roles. ¿Sentiste alguna vez esa obligación?
-Capaz en relaciones anteriores un poco sí, como que los hombres se quedaban sentados y las mujeres levantábamos la mesa. Ni en mi casa ni en la de mi papá pasa eso, pero si conviví con familias donde sucedía. Igual, yo soy medio contestataria, pero a veces no le podés pedir peras al olmo. Podés sembrar al lado la pera, para que vaya creciendo (risas). Pretender que gente que entiende la vida así cambie con un discurso en una sobremesa es difícil, pero sí podés hacer pensar a alguno.
"A veces me miran en una reunión tipo 'estás loca' y yo les digo que soy 'vehemente'. Si un hombre dice 'vamos al grano, resolvamos', sos súper efectivo trabajando. Una mujer, en cambio, se tiene que sentar a escuchar tus huevadas sin cortarte".
-Pero imagino que lo más llamativo es cuando hay resistencia en gente más joven...
-El que tiene veintipico o treinta, muchas veces lo está diciendo a propósito, está marcando un lugar. Hace poco mi hermano de 25 años hizo un chiste en la mesa sobre el sexo débil y la inteligencia superior, haciéndose el gracioso. Mi hermana se puso re mal y yo estaba en la otra punta de la mesa y le dije “hoy para chistes sobre estos temas tenés que ser muuuy buen comediante y muuuy inteligente, hacer un chiste boludo, solo te deja como un boludo”. No te hagas el gracioso si no se entiende donde estás parado y que estás de vuelta.
-Vos sos una mujer empoderada, fuerte. ¿Eso tiene un costo?
-¡Puf, sí! Re. Mi abogada dice que... (risas) soy vehemente. Si tenés algo para contarme, contámelo. Tenés algo para venderme, vendémelo. En las reuniones pasa más o menos lo mismo, se comienzan a hablar boludeces, dan muchas vueltas o te toman de tarada. No tengo mucha paciencia. A veces me miran tipo “estás loca” y yo les digo “no, mi abogada dice que soy vehemente”. A ella también le pasa. Si es un hombre el que dice “vamos al grano, resolvamos, tenés cinco minutos para eso”, sos súper efectivo trabajando. Una mujer, en cambio, se tiene que sentar a escuchar tus huevadas sin cortarte.
"Yo lloro para no arrancarle la cabeza a alguien cuando me enojo mucho por algo. Hay gente que le pega a la pared, yo no puedo, no me sale la violencia de esa manera".
-¿Cómo son esas situaciones?
-Ponele, en una reunión de marketing con una marca, digo las cosas de una manera en que se note que me importa. Tipo “che, yo quiero que vendas porque está bueno tu producto, pero si hacés esto te cavás la fosa, yo conozco de comida y te digo que esta campaña la gente no la va a entender”. ¡Vos nunca lo hiciste, tenés 25 años y hasta hace 3 meses estabas vendiendo desodorantes! Tal vez prefieren chamullos de análisis, en vez del énfasis. Si demostrás que te importa, recibís un “sos muy apasionada” con cara de “oh”.
-En Dueños de la cocina contaste que elegías tu “rinconcito para llorar”, que era tu lugar para encerrarte y que no te vean quebrada.
-Yo lloro para no arrancarle la cabeza a alguien cuando me enojo mucho por algo. Hay gente que le pega a la pared, yo no puedo, no me sale la violencia de esa manera. Otras veces lloro porque las hormonas te llevan por delante. No tiene nada que ver todo lo que yo estoy pensando con esto que sale de mis ojos. El otro día estábamos con mi hija y otra familia, y su nene lloraba. “Que hacés, los nenes no lloran”, le reprochó en un momento el papá. Ahí mi hija se volteó y le dijo “eso es mentira, y éste llora más todavía” (risas). Aún el llanto es como una cosa femenina y de debilidad. Es re boludo. Yo veo una publicidad de un pañal y lloro por algo que no tiene nada que ver.
"Los varones son igual de ratas que las mujeres a la hora de competir. Solo que el alfa masculino es ponderado y al alfa femenino le hinchan los huevos. Bueno, fúmensela".
-¿Cuando fue la última vez que lloraste?
-Lloré durante dos semanas. Primero fue lo de Anthony Bourdain, luego lo del aborto. Era muy fuerte. Para mí lo que pasó, mas allá de la media sanción de la ley en sí, es que la gente sintió el tema. Con las chicas en el restaurante, o en cualquier lado, te mirabas de otra manera. El contacto visual con las mujeres era algo que sentías. Mucha gente, hasta varones, estaban sensibles y contra eso no podés hacer nada. Uno de mis socios me llamó en la mañana de la media sanción y me dijo “estoy en un bar moqueando con las mozas”.
-¿La competencia femenina es real o es un invento del mundo patriarcal en el que vivimos?
-Las dos cosas. Creo que hay un condicionamiento, pero los varones son igual de ratas, solo que no hay un nombre para eso. Es una pelea de machos alfa. Lo más probable es que en las mujeres sea lo mismo, que sea una cosa de alfas que compiten por algún territorio. Hay mujeres con las que me llevo espectacular durante siglos y con otras tengo un “no” desde el primer momento. Si hay una competencia es de alfas, y no de lo femenino. Solo que el alfa masculino es ponderado y al alfa femenino le hinchan los huevos. Bueno, fúmensela.
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