Silvina Luna volvió a poner en tapete una polémica que no es nueva: el exceso o mal uso de cirugías estéticas con el fin de optimizar la belleza, aún en detrimento de la salud. Paradoja si las hay, ¿puede haber belleza sin salud? Desde aquí, confío que no.
La polémica no es nueva: el exceso o mal uso de cirugías para verse lindas, en detrimento de la salud. Paradoja si las hay, ¿puede haber belleza sin salud? Confío que no.
A partir de allí, se despliegan un sinfín de interrogantes. ¿Hasta qué punto puede llegar la obsesión de una mujer, en este caso del ambiente artístico, por verse linda? Mejor aún, supuestamentamente "perfecta". ¿Al punto de poner su cuerpo en manos de ciertos profesionales para implantarse o inyectarse sustancias, que no les garantizan ni la belleza eterna ni, mucho menos, seguridad?
El implante mamario es moneda corriente en las mujeres con tal de aumentar su busto, pero la novedad llegó de la mano del metacrilato o la silicona líquida, ambas sustancias utilizadas para dar volumen y forma a los glúteos, dejándolos por fuera como lo anhelaban esas agudas clientas... Dicho en criollo: colas paradas tan "populares" en el gusto colectivo de los hombres. Dentro del organismo, en cambio, la cosa se ponía fea. Las praxis no aconsejadas se trasladaron en distintos grados de toxicidad en el cuerpo, casi imposible de retirar.
El camino de la comida sana y de la actividad física era demasiado largo a la hora de querer tener resultados inmediatos. Y la "aceptación" de uno tal cual somos, ni hablar. La propia Silvina Luna, una de las mujeres más atractivas de nuestro país, cayó en la vorágine y en las exigencias de muchos trabajos que reclaman chicas 90-60-90 o, incluso, más delgadas y voluptuosas a la vez, aunque suene a contradicción, para ser un símbolo sexual. ¿Quién no caería en esa tentación? Pero esa debilidad de "querer ser perfecta" la condujo, esta semana, a estar internada en el Hospital Italiano y, sin exagerar, poner su vida en peligro.
Los parámetros de perfección que invocan los medios enferman a la sociedad. A las personas. También, se ha visto, les toca de cerca a las famosas. Todo lo que brilla no es oro, ¡se supo!
En 2013, Silvina decía: "Sobre mi cola no voy a decir nada más porque ya me cansé de aclararlo", harta de las presiones y las recurrentes consultas sobre su "poderosa" imagen trasera, que había cambiado bruscamente de un día para el otro. Incluso, este sitio fue testigo de ese afán de ocultarlo todo al extremo. Mientras Ciudad.com tenía confirmada la versión de su internación de urgencia, ella respondía a nuestro llamado con una insólita desmentida: "Estoy viajando a Rosario, nada que ver", minimizaba... desde la habitación de cuidados intermedios del Hospital Italiano.
Sin embargo, en un cambio de ruta intempestivo, ella viró su actitud inicial y venció el miedo, los prejuicios y, me atrevo a imaginar, la propia bronca e impotencia, para asumir en diálogo con Intrusos su paso por el quirófano y denunciar mala praxis.
"Cuando era más chica decidí hacerme una intervención para mejorar aún más mi apariencia. Lamentablemente, deposité mi confianza en la palabra y la supuesta experiencia de un médico reconocido mediáticamente", reflexionó Luna, advirtiendo los peligros que conlleva poner la presión del espejo sobre la sensatez.
Totalmente arrepentida por la decisión tomada, fiel a sí misma por primera vez, la modelo intentó transmitir un mensaje opuesto al que venía dando, apuntando a que la belleza no es el secreto de la felicidad. En buena hora...
"A muchas chicas que tienen ganas de hacerse eso, que sepan que están corriendo mucho peligro. Da bronca porque te preguntás ¿con qué necesidad? Siempre fui una chica flaca, dentro de todo con un buen cuerpo. Era otro momento de mi vida, por ahí buscando la perfección que no existía y me embalé en algo que jamás pensé que podía terminar así. Creí también en la palabra de un médico, de un profesional", concluyó.
Los parámetros de perfección que invocan los medios enferman a la sociedad. A las personas. También, se ha visto, les toca de cerca a las famosas. Todo lo que brilla no es oro, ¡se supo! Y nada vale "cualquier precio". Prioricemos la salud, que el cuerpo no es más que la carta de presentación. Ya lo escribió Saint-Exupéry, en una cita que es inmortal: "Lo esencial es invisible a los ojos".