“Todo es Gran Hermano”, es la frase con la que Santiago del Moro resume el fenómeno que despertó el reality (que actualmente conduce) desde sus primeras ediciones.
Un grupo de personas se encierran en una casa con todas las comodidades durante un determinado tiempo, con el objetivo de ser el último en apagar la luz y ganarse los premios en juego.
Claro que, para eso, deberán hacer estrategias, lidiar con la convivencia, luchar contra sus propios fantasmas y ganarse el cariño del público que los llevará a cumplir su gran sueño.
Esa parece ser la fórmula del éxito. En las redes y los medios, se ven a diario pequeños resúmenes de conversaciones, peleas y alianzas que forman parte de una historia que mucha gente compró.
Pero, ¿a qué se debe esta fascinación por Gran Hermano? ¿Cómo logró un personaje como Juliana Scaglione (conocida como Furia) captar la atención de muchos televidentes que no quieren perderse sus próximos pasos en la casa?
Una chica que se presentó en un casting logró atrapar al público de todas las edades con su personalidad –muy cuestionada, en algunos casos- y rompió con lo que, hasta el momento, parecía ser la regla perfecta para consagrarse ganador.
Distinto fue el caso de Marcos Ginocchio, el joven oriundo de Salta que, a fuerza de un perfil bajo y la decisión de no ser parte de ninguna discusión con sus compañeros, se llevó el título en Gran Hermano 2022. Hoy, cambiaron las reglas del juego.
Gabriel Cartañá, reconocido psicólogo y escritor, brinda algunas respuestas a esta y muchas otras preguntas en una profunda entrevista con Ciudad:
-¿Cómo puede repercutir en una persona encerrarse en un lugar sin acceso a ningún tipo de información del exterior?
Depende de la persona y de cómo viva. Puede repercutir muy mal o puede no repercutir en absoluto. Yo he trabajado detrás de cámara en la producción de realities de encierro, tipo Gran Hermano, y tuvimos que sacar a un sujeto porque se descompensó, y a otras personas no les afectó porque entendían que era un juego, que no era real, y que podían mantener la distancia entre lo que estaban jugando y lo que estaba ocurriendo en la vida real.
Hay personas que han pedido irse porque no pudieron sostener, no sé si el encierro, pero la dinámica, el juego o la situación.
-¿Encontrás algún punto en común entre los participantes que eligen para ser parte del reality?
-La gran mayoría de los que participan en estos realities, son personas que no tienen vidas muy activas, que no hacen grandes cosas. Entonces, lo que hacen en la casa y lo que hacen en su vida real, es más o menos lo mismo. Por ende, tanto no les perjudica.
Ahora, si encerrás a un grupo de personas que son hiperactivas a no hacer nada, hay grandes probabilidades de que no lo puedan sostener, porque para algunos el ocio crónico les pesa mucho y a otros, nada.
-¿Qué perfiles creés que buscan?
-Se busca personalidades débiles. La gente confunde los gritos con una personalidad fuerte. En general, lo que necesitan son personalidades débiles que sean susceptibles a pequeños cambios y que esos cambios les afecten para que tengan un programa.
Necesitan que pasen cosas, y que pasen cosas sin que pase nada, porque la dinámica de Gran Hermano es encerrar a personas que no tengan redes sociales, televisión, libros, ni juegos; que no tengan nada para hacer. Entonces, ¿qué hace la gente con personalidad débil cuando no tiene nada para hacer? Empieza a pelear, y ahí tenés un programa.
-¿Creés que el encierro puede exacerbar la manera de reaccionar de una persona? Hace poco Furia y Coti Romero quedaron cara a cara en medio de una fuerte discusión y encendió las alarmas.
-Y sí, claro, porque no tienen nada que hacer. Si Furia y Coti hicieran muchas actividades importantes y trascendentes, no tendrían tiempo de pelear.
Pero están sin hacer nada. Entonces, ¿qué hacen? Pelean. Y son personalidades conflictivas, son personalidades débiles, y ahí tenés un programa entretenido para el público. Así se arma. Un Gran Hermano se arma poniendo personalidades débiles a no hacer nada durante un determinado tiempo. Y los dejás.
-Otro acontecimiento que generó preocupación fue la salida de Furia para hacerse estudios médicos. ¿Pudo haber incidido el reality de alguna forma en su cuadro clínico?
-En general, el encierro afecta lo anímico, pero no es que te genera algo per se. Si no tenés una úlcera, un encierro no te la va a generar. Ahora, si tenés una personalidad nerviosa que genera determinados ácidos estomacales, estás predisponiéndote a esto.
Hay enfermedades que no son psicológicas, pero los aspectos psicológicos repercuten mal. Por ejemplo, una fibromialgia es una enfermedad del sistema nervioso central, neurológica, que en estado de estrés, agrava sus síntomas.
Como esa, hay muchísimas, que no tienen un origen psicológico, pero que lo psicológico puede desencadenar una crisis. Y el encierro, para algunas personas, puede generar una crisis.
Porque, además, no es solamente un encierro. Es gente encerrada con 40 cámaras, siendo observada por todo un país. Es gente encerrada jugando un juego para ganarse un premio.
Eligen estar en perpetua observación por un montón de gente que ellos no ven. Lo que caracteriza a Gran Hermano no es el encierro, lo que caracteriza a Gran Hermano son las cámaras.
Es ser observado por un montón de gente que yo no sé qué están opinando de lo que yo estoy haciendo o diciendo.
-¿Considerás que se pueden detectar algunas señales de alerta para determinar que un participante no es apto para continuar en un reality?
-Sí. De, hecho ha pasado. A Nino Dolce lo han sacado, nosotros hemos sacado a otros participantes por que se descompensaron. Eso estaba monitoreado.
El tema es que, si elegís seleccionar personalidades sanas y fuertes, no tenés programa. Entonces, para tener programa tampoco podés poner personalidades que se te descompensen en dos días porque terminarías sacando a todos tus participantes y tampoco tenés programa.
Es un equilibrio muy justo ahí. Son los psicólogos quienes te informan de eso, después la producción tomará las medidas necesarias. Yo puedo decir, ‘miren que este sujeto no está para que entre al reality’, y lo ponen igual. El psicólogo no tiene el poder de decisión, solo es un empleado contratado que tiene el poder de opinar.
-¿Puede ser perjudicial para una persona pasar del anonimato a la fama?
Sí. Hay casos y casos. Hay personas que han terminado en situación de calle, con situación de abuso de sustancias, y con acusaciones graves. Hay que tener en cuenta que ponen a jugar un juego psicológico a personalidades débiles y ahí tenés que tener mucho cuidado. Esa es la clave.
-¿Por qué Gran Hermano sigue siendo un fenómeno?
-Porque Gran Hermano nace en el 2000 junto con las redes sociales. Antes no había redes sociales.
¿Qué ofrece Gran Hermano que no ofrece las redes sociales? Que vinieron a este mundo a ofrecer eso y no lo terminaron ofreciendo: realidad. En Instagram, TikTok y todas esas redes, está todo filtrado, todo es segmentado. Ves vidas maravillosas que no lo son. Entonces la gente ya sabe que, lo que ves en redes sociales, no es cierto.
Gran Hermano te ofrece un poquito de realidad, que tampoco es realidad porque no es la vida de esos muchachos. Pero te ofrece 20 personas viendo a ver qué les pasa.
Y la realidad es que la producción no provoca cosas, no genera situaciones, deja que las situaciones se generen solas. Entonces, la gente lo que está comprando es realidad. Fijate qué paradójico. Un programa de televisión vende realidad, y lo termina vendiendo mucho más que las redes sociales.
Cuando mirás una película, no estás comprando realidad, estás comprando ilusión porque es una película, es ficción. Cuando ves un programa de televisión sabés que el conductor, bueno, está trabajando el conductor. Acá, van a hacer el mayor esfuerzo posible por quedarse para ganarse el premio. Ahí la gente compra realidad en una época donde la realidad es un bien escaso. El éxito es el formato.
-¿Dirías que Gran Hermano es un programa peligroso?
-No. Gran Hermano no debilita personalidades, ya llegan débiles. Te diría que es un programa paradójico porque el nombre Gran Hermano surge de la novela de George Orwell de 1984. Una novela escrita en 1948 que decía que veníamos a un mundo donde íbamos a terminar siendo observados por un Gran Hermano, que iba a dictar toda nuestra vida.
De hecho, en la novela, el Gran Hermano era el villano de la película. Pero acá, lo pintan como el bueno. Al villano lo convirtieron en héroe. Y los jugadores no se dan cuenta y no entienden que el verdadero adversario no son los demás participantes, es Gran Hermano. El que entienda eso, gana el juego.