Cómo conciliar aquel atorrante malhablado creador del ya mítico Cuarteto Obrero con el economista recibido en la prestigiosa Universidad Nacional de Córdoba, una de las más antiguas de Latinoamérica. O al pirata pícaro que confesó su vieja afición por visitar nocturnas whiskerías con el padre de familia que lleva -nada más y nada menos- 31 años junto a su amor de la adolescencia. Y, sin embargo, todos conviven dentro de la misma persona.
Acusa en su DNI el nombre de José Carlos Guridi, nacido un 6 de noviembre de 1965, en su adorada Villa María, Córdoba, aunque todos lo conocen por el apodo con el que se ganó el corazón del público: Yayo. El joven Guridi se destacaba en su provincia natal como un cuadro técnico en el Ministerio de Economía que en los ratos libres despuntaba su amor por el humor y los escenarios. Hasta que un buen día de 1993 decidió apostar el todo por el todo y, junto a su mujer, Claudia, y sus por entonces pequeños hijos, Camila (21) y Joaquín (18), armó las valijas y dejó la capital cordobesa para probar suerte en Buenos Aires, en el viejo VideoMatch de Marcelo Tinelli.
"Venirnos a vivir acá a Buenos Aires con lo puesto, ver nacer y criar a los dos hijos haciendo un sacrificio enorme por parte de mi mujer son cosas que te van marcando que al lado tuyo tenés a una persona única. Y más allá de las discusiones y agarradas, como todo el mundo porque tampoco somos la pareja que descubrió el amor, hace que sigamos juntos porque disfrutamos mucho este momento y por las grandes cosas que vivimos".
Consolidado hoy como uno de los mejores humoristas de Argentina, Yayo disfruta de las mieles del éxito: hace 15 años lleva adelante su unipersonal Yayo... ¿Y qué? Tomá, tiene un rol protagonista en Peligro Sin Codificar, que va por su octava temporada, y conduce Dale vieja, de lunes a viernes de 17 a 18 horas en Radio con Vos. Pero esta historia pudo haber sido muy distinta…
La anécdota cuenta que por aquel entonces el avezado ojo clínico de Tinelli para descubrir talentos no vislumbró en Yayo al humorista que descollaría años después. Marcelo no se mostró muy convencido con sus primeras apariciones y decidió apartarlo, por lo que debió conformarse con trabajar como extra durante algunos meses. La redención llegaría de la mano de Bubu y el Corto, los amigos con los que había llegado de Córdoba, quienes lo camuflaron bajo un sombrero y una barba postiza para que el conductor no lo reconociera como uno de los divertidos gauchos del recordado sketch. Y el resto ya es historia.
Lejos del personaje de televisión, Yayo se entregó a una charla sin filtro con Ciudad.com, en la que compartió su intimidad. Su infancia en Villa María, las tres décadas junto a la madre de sus hijos, la vida de la noche, la fama, la infidelidad y mucho -pero mucho- más.
"A mí esta época ya me agarra viejo y con el caballo cansado. El pirata no es que murió, se hizo vegetariano. En algún momento va a querer comer carne de nuevo, pero por el momento, está tranquilo y guardado".
-¿Cómo te llevás con el éxito?
-La verdad es que nos planteamos esto como un equipo de fútbol que tiene que jugar una fecha todas las semanas. No nos paramos a analizar si estamos en un excelente momento. Termina el programa y hay que revalidarlo todas las semanas. Te acostumbrás a la presión de la televisión, decís ‘ganamos tres Martín Fierro al hilo’, pero lo festejamos ese día y ya estamos pensando en lo próximo.
-Justo hablás del Martín Fierro por el que estuviste ternado varias veces por tu labor humorística. ¿Sentís que te falta ese reconocimiento? Recuerdo que Dady Brieva, cuando se subió a recibirlo, dijo que lo tendrías que haber ganado vos.
-No, esas son cosas que son totalmente gratuitas, ya estar ternado… Si viene, bienvenido sea y muchas gracias. Y este último de Sin Codificar (como Mejor Programa Humorístico) lo disfruté más que ninguno, porque no pensé que nos fueran a dar un tercero y consecutivo. Hubo dos años seguidos que el programa estuvo nominado y yo también como Mejor no sé qué (N de la R: Mejor Labor Humorística en TV). Ponele que yo lo hubiera ganado y lo perdía el programa: es como hacerse la paja y yo prefiero cul... (risas).
-¿Y cómo te llevás con la relación con el público?
-Lo que va cambiando es el modo técnico. Antes era el autógrafo en los lugares más insólitos, como un pucho o la teta de una mina, y ahora es la selfie. Y bienvenido sea, nos adaptaremos. Peor sería que no pase, que no tuvieras ni el mínimo reconocimiento. Por ahí uno que siempre fue de moverse en las tinieblas, en los tugurios, en los sótanos… hoy en día con este despliegue tecnológico y la comunicación que hay se te complica, ¿viste? Hay que archivar el pirata que uno fue en su época. Es la única contra que hay, el resto, que te reconozca la gente es lo mejor que te puede pasar.
-Y ahora, con las redes sociales, en unos minutos ya se enteraron todos.
-Lo que pasa que a mí esta época ya me agarra viejo y con el caballo cansado. El pirata no es que murió, se hizo vegetariano. En algún momento va a querer comer carne de nuevo, pero por el momento, está tranquilo y guardado.
-¿Y la familia como vive tu fama?
-Los chicos se criaron viendo al padre laburando en la televisión y eso para ellos es lo normal. No hay nada extraño, para ellos es un laburo normal. No tienen un costado cholulo, para nada. Es más, son medio reacios, nunca quisieron saber nada con mandar saludos para el Día del Padre y esas cosas.
-¿Cómo es el Yayo padre?
-Nada fuera de lo común. A esta altura ya tienen vuelo propio, no me necesitan al lado. Pero en su momento, mi aporte objetivo fue estar presente físicamente y con los vaivenes de esta profesión, como irme un mes a un Mundial, el resto del tiempo he tratado de estar presente. De transmitirles que cualquier problema que tuvieran, sintieran que acá hay un poste en el que apoyarse.
-¿Sos un padre celoso de la nena (Camila, 21 años)?
-Sí, pero celoso introvertido, nunca se lo exterioricé. Porque yo quiero que mis hijos hagan lo que quieran y lo que sientan. Por supuesto que nunca te va a gustar el novio que trae a tu casa. Jamás (risas). Pero lo eligió ella y me la tengo que comer. Me muerdo el culo y la lengua, pero la elección la hizo ella.
"Son concesiones que se van haciendo, entender que por arriba de esto hay cosas más importantes que los ir y venir de todos los días. Si no, es imposible justificar tanto tiempo juntos con mi mujer. Es una cuestión de raíces, venimos los dos del mismo lado, hemos compartido mucho años de adolescentes en la misma ciudad. Y por más que planifiques, siempre va a aparecer algo que te desvíe totalmente. Lo que sí, esas raíces hicieron que las adversidades en el avanzar se hicieran más fáciles de sortear".
-¿Y cómo es el Yayo fuera de la tele? La verdad que resulta difícil imaginarte como un tipo que lleva 31 años en pareja. ¿Cómo se hace?
-Son concesiones que se van haciendo, entender que por arriba de esto hay cosas más importantes que los ir y venir de todos los días. Hemos compartido grandes cosas y ese marco hace que la tolerancia sea mejor. Venirnos a vivir acá a Buenos Aires con lo puesto, ver nacer y criar a los dos hijos haciendo un sacrificio enorme por parte de ella, son cosas que te van marcando que al lado tuyo tenés a una persona única. Y más allá de las discusiones y agarradas, como todo el mundo, porque tampoco somos la pareja que descubrió el amor, hace que sigamos juntos porque disfrutamos mucho este momento y por las grandes cosas que vivimos.
-Bueno, antes mencionabas los tugurios y tu vida pirata. Supongo que ella te habrá tenido que perdonarte algunas concesiones y vos también.
-Sí, es recíproco, más vale, si no es imposible justificar tanto tiempo juntos. Más de 30 años. Y después también compartir un pasado en común, íbamos al mismo colegio, vivimos en la misma ciudad hasta los 17 años y nos conocimos en el último año del secundario. Además, más allá de que te guste la joda, hay un límite en el sentido de que, por ejemplo, cuando nos vivimos a vivir acá, los dos pibes eran muy chicos y ella estaba sola, no teníamos parientes para que los cuidaran. Entonces, eso de que yo salga a hacerme el campeón en la noche de Buenos Aires y ella quedarse sola criando a los dos pibes, sinceramente no le veía la gracia. Entonces, prefería irme a casa a ayudar en lo que sea. Esa pirateada idiota de salir a hacerte el campeón del mundo cuando tenés a la madre de tus hijos sola… Entonces, no hay tentación que me haga ir para allá y no volver a mi casa a dar una mano.
-Es un voto de honestidad bastante fuerte el que tomaron. Plantearse que la infidelidad es algo que puede pasar y seguir para adelante.
-Sí, pero nunca lo planteamos así, de si llegara a pasar o no. Es una cuestión de raíces, venimos los dos del mismo lado, hemos compartido mucho años de adolescentes en la misma ciudad. Y por más que planifiques, siempre va a aparecer algo que te desvíe totalmente. Lo que sí, esas raíces hicieron que las adversidades en el avanzar se hicieran más fáciles de sortear. Pero nunca nos sentamos a hablar ‘si pasara esto o lo otro’. Es tiempo perdido porque hay que ver el día que te pase si lo que hablaste se cumple o no. Y en qué momento te agarra. Son miles de variables que por ahí uno quiere manejar y no se puede. Por ahí uno fue más de que en el momento te agarre bien parado para estar más preparado para afrontarlo.
-Recién decías que se vinieron con lo puesto, ¿alguna vez te las viste negras o tuviste miedo de que no se diera?
-Sí, lo tenés seguro el miedo, pero es parte de lo que hacés. Hacer lo que a vos te gusta no significa que vas a tener una vida de rosas. Muchas veces pasa eso, nadie te garantiza el laburo de acá a tres mees y acatás los riesgos. Si no sería Disneylandia durante todo el año. Entiendo que es así y cuando pase, pasará. Uno es consciente del riesgo.
-Contame cómo fue crecer en Villa María, ¿tuviste una infancia feliz?
-Sí, fue consolidar el grupo de amigos que me acompaña hasta hoy de jardín de 3, primaria y secundaria. El lugar donde conocí los hermanos de la vida y las noches de Córdoba es algo único que no cambiás nunca. Más allá de las agarradas con mi viejo, que han sido bastante ásperas. No sólo por una cosa generacional, sino que eran vidas muy diferentes.
-¿Extrañás mucho?
-No, lo que extraño son los amigos, porque antes pasábamos semanas enteras de vacaciones o tirados vagueando adentro de un departamento, viviendo todos juntos. Se extraña mucho el río, porque Córdoba es muy acuática, o te criás al lado de un río o de una laguna. Eso se extraña mucho, tirarte con un gomón desde un puente, cruzar toda la ciudad y aparecer en el último puente.
"Mi felicidad no pasa por un lado de grandes pretensiones, ni desfilar en una alfombra roja en Hollywood, ni tener una película con 80 millones de espectadores. Que en la familia esté todo bien, vamos a laburar, comemos asado, no busco la felicidad en otro lado".
-¿Si tuvieras que rescatar un momento de inflexión en tu vida, cuál sería?
-Cuando quemamos las naves en Córdoba con mi mujer y nos venimos para acá. Pero no es que vos venís con este verso remanido de ir a la gran ciudad a triunfar a cualquier costo. Era algo que quería hacer por una cuestión de poder dormir tranquilo después. Más allá de si me fuera bien o como el orto, era hacer algo y dormir tranquilo. No me quedé con las ganas y lo hice. No me quedé con la duda de qué hubiera pasado.
-Por último, ¿por dónde pasa tu felicidad hoy?
-Me es muy fácil, pasa por laburar de lo que a uno le gusta, por la familia y los amigos y los seres queridos, básicamente.
-Pensé que ibas a agregar a Belgrano de Córdoba.
-Sí, bueno, indudablemente está dentro de la familia, ja, ja, ja. Pero no pasa por otro lado de grandes pretensiones, ni desfilar en una alfombra roja en Hollywood, ni tener una película con 80 millones de espectadores. Que en la familia esté todo bien, vamos a laburar, comemos asado, no busco la felicidad en otro lado.