Silvio Soldán es un hombre que prefiere olvidar. Que dice haber olvidado. Lo asegura, antes de lanzar una risa a destiempo. Pero no puede, porque los 62 días que pasó en la cárcel de Devoto son parte de su vida y se amalgamaron con su historia.
La gran cantidad de premios en el mueble pared-a-pared / parquet-a-cieloraso del living de su departamento de Barrancas de Belgrano parece gritar una trayectoria luminosa en busca de acallar los murmullos de un pretérito imperfecto, que cada tanto vuelve a tocarle el hombro.
“En la cárcel aprendí que cuando los presos duermen no podés hacer ningún ruido porque es su único momento de libertad. Y no se los puede molestar porque, de repente, están soñando y el sueño te lleva a cualquier lado. El sueño te pone en libertad”, cuenta el mítico conductor, de 84 años, sentado en el amplio living de su hogar, en charla con Ciudad.
-¿Y vos cómo dormías?
-No me gustaría seguir hablando de esto, pasaron tantos años ya...
En la noche del viernes 2 de abril de 2004, un escuadrón de la Policía Federal golpeó la puerta de la vieja casa de Soldán, en el barrio de Belgrano. Una oleada de calor agobiante azotaba la ciudad de Buenos Aires y Argentina todavía no salía del shock por el asesinato de Axel Blumberg.
Aquel día, el diario Clarín -que costaba 1,5 pesos por entonces- destacaba casi exclusivamente en su tapa la manifestación de 150 mil personas frente al Congreso para reclamar justicia por la muerte del joven estudiante. Tras ser detenido, el conductor de 69 años fue llevado a la comisaría 33, investigado por ocho causas de estafas.
Horas más tarde, en la madrugada del sábado, el rostro del conductor se imprimía y también llegaba a la portada del gran diario argentino. "Detuvieron a Silvio Soldán y Giselle Rímolo está prófuga", decía en letras de molde. Para el mediodía, ya se encontraba en un pabellón de la cárcel de Devoto para personas mayores de 50, donde pasaría los próximos 62 días.
Desorientado por el cachetazo del destino, Soldán fue confinado en una unidad con capacidad para alojar a 30 reclusos, en la que funcionaba un solo baño. "No sabe ni cómo manejarse acá adentro. Hasta se le explicó que tienen que enviarle ropa y comida", contó su abogado, Miguel Ángel Pierri, en aquel momento.
Finalmente, la Justicia lo sobreseyó y fue desvinculado totalmente de la investigación que terminó, en 2012, con la condena su expareja, Giselle Rímolo. El Tribunal Oral Criminal N°7 le dictó una sentencia de nueve años de prisión por ejercicio ilegal de la medicina, tráfico de medicamentos peligrosos para la salud, estafas y homicidio culposo, por la muerte de Lilian Díaz, una mujer de 41 años, que falleció en 2001 tras ingerir pastillas recetadas por la falsa médica. Hoy, tras un fallo de la Corte Suprema en noviembre de 2017, Rímolo está alojada en el pabellón Prisma del programa de atención a la salud mental de la cárcel de Ezeiza.
-¿Fue el peor momento de tu vida?
-Sí… sí, fue muy duro, muy duro. Si una gitana me decía un tiempo antes ‘usted va a terminar en Devoto’, hubiera dicho que estaba loca, ja ja ja. No podía haberlo imaginado nunca. Pero bueno… son cosas que pasan en la vida.
-¿Qué recordás de ese paso? ¿El frío, el trato, la oscuridad?
-Yo tengo la rara habilidad de olvidarme de lo que no me gusta, de lo que me hace daño y de lo que me duele. Trato de olvidarlo… No recuerdo prácticamente nada de lo que pasó ahí… Pero no es motivo de preocupación, ni de recuerdo, ni de angustia, ni de nada.
-¿Sentiste miedo?
-El primer día sí porque es todo una incógnita. Decís ‘¿qué es lo que va a pasar conmigo?’. Llegar a ese lugar que jamás imaginé que podía estar, únicamente para hacer una nota para la televisión. ¡No, por Dios! Ya pasó… trato de no acordarme… Lo borré todo.
"¿Cómo me gustaría ser recordado? El poeta (Antonio) Machado decía que se vive intentando llegar a ser un buen recuerdo. Y me gustaría llegar a ser un buen recuerdo…".
-¿Tuviste que pelearte?
-No, en absoluto, me trataron muy bien. No tengo absolutamente nada que decir de ellos ni del Servicio Penitenciario, tampoco.
-¿Qué aprendiste?
-(piensa) En ese lugar, la gente tiene códigos que a veces no se encuentran afuera. Y eso me hizo madurar mucho. Porque los tipos que están ahí tienen códigos, se respetan y nadie critica al otro.
-¿Sentís que te criticaron mucho?
-Si tenía que enojarme, tendría que haberme enojado con la mitad del ambiente. Y no vale la pena. Además, cada uno hace su negocio, y el de ellos en ese momento era defender su rating. Y si yo se los daba, tenían que usarme. ¿Qué vas a hacer? Muchos me pidieron disculpas después, eh. Pero bueno, pasó. Y no hay rencor. Además, entiendo que es el negocio, como podría haber sido el mío en otro momento. Que le pase algo a alguien y que yo lo aprovechara como usufructo personal. No es bueno, pero es lo que ocurre, ¿o no?
-Lo bueno es que pudiste transformarlo en una experiencia de vida que te sacó adelante.
-Totalmente. Me sirvió para entender a la gente, para perdonar, para muchas cosas. Uno empieza a pensar distinto con el paso de los años. Y después de pasar por esa situación, mucho más todavía y aprendés a valorar más a la gente, que suele ser bastante ‘falluta’… El torbellino de la vida, el éxito y los agasajos te hacen olvidar muchas cosas, y después empezás a reconocer qué es lo bueno y qué es lo malo.
-¿Cuál es el balance de tu vida?
-Hartamente positivo. Siento el cariño de la gente en la calle. Mi vida está llena de elogios. La gente te ayuda a vivir. A mí por lo menos.
-¿Te arrepentís de algo?
-Y… (suspira) pero eso es… ¿qué podés cambiar? Lo que pasó, pasó. No lo podés cambiar. Si pudiera, cambiaría un montón de cosas, pero no… ¿para qué pensar en eso? Por supuesto, no me gustaría haber estado en el ‘country’, o haber tenido determinadas relaciones, hay muchas cosas. ¿Qué importancia tiene?
-Te hicieron lo que sos hoy.
-No se puede volver atrás el almanaque. Lo pasado, pisado. Te vino bien, fantástico; te vino mal, paciencia. Lo importante es que el balance sea positivo.
A los 84 años, Soldán no para de trabajar y acredita sus dichos con una energía sorprendente. “Estoy permanentemente de un lado para otro. Como siempre afuera con amigos por las noches. Es muy difícil ubicarme porque estoy muy poco en casa y siempre corriendo. Es una forma de seguir resistiéndole a la vida, ¿no?”, dice sin esperar una respuesta.
-Se te ve increíble, ¿cuál es tu secreto?
-Será trabajar… no sé. Habría que preguntarles a mamá y a papá. Ahí tengo una foto con ellos de bebé ¡porque fui bebé alguna vez! Ja ja ja, hay gente que piensa que nací grande, ja ja ja.
-¿Tenías una relación apegada con tu mamá, Tita?
-Fue una relación como cualquier otra entre una madre y su hijo. Nada del otro mundo, ni ningún tema de ‘cordón umbilical’ porque hubo personas que quisieron instalar que lo mío era una cosa enfermiza. Fue una relación maravillosa con mis viejos.
-¿Cómo sobrellevaste la muerte de tu mamá (N. de la R.: falleció en abril de 2017).
-El dolor está siempre. Mis padres murieron muy grandes así que… mi papá murió a los 86 años, y mi mamá con 102 años y ocho meses. Además, ya me estaba preparando para el momento de la partida porque arriba de los 100 años ya sabés que es en cualquier momento. Yo no sé si estaré muy cerca o muy lejos, pero creo que muy lejos no debo estar… Estoy preparado además…
"Si pudiera, cambiaría un montón de cosas, pero para qué pensar en eso. No se puede volver atrás el almanaque. Lo pasado, pisado. Te vino bien, fantástico; te vino mal, paciencia. Lo importante es que el balance sea positivo".
-¿Pensás mucho en la muerte?
-Es inevitable… creo que después de los 60 años es inevitable pensar que en cualquier momento puede llegar. Ojo, puede llegar antes, pero a los 60 decís ‘y ahora en adelante, ¿qué?’. A medida que pasa el tiempo, uno se va conformando y cada vez siento que está más cercana y, a la vez, más lejana. He vivido una vida absolutamente intensa en todo sentido. El balance es altamente positivo. Me han pasado cosas malas, cosas malísimas, cosas terribles, pero me han pasado infinidad de cosas buenas también. Y, naturalmente, a mi edad, en cualquier momento el desenlace viene. Si tarda mucho, mejor. Y si viene, ya está.
-¿Y lo pensás con tristeza ese futuro?
-No, para nada, como una cosa normal que tiene que llegar porque es absolutamente inevitable.
-¿Cómo te gustaría ser recordado?
-(piensa) El poeta (Antonio) Machado decía que se vive intentando llegar a ser un buen recuerdo. Y me gustaría llegar a ser un buen recuerdo…
Hombre modesto, Soldán evita dar precisiones sobre su pasado amoroso, aunque admite haber amado a muchas mujeres. Pero esa discreta vida íntima tiene dos resonantes pasos en falso, que lo marcaron para siempre: el primero, lo convirtió en padre de Christian (28); y el segundo, le enseñó el inestimable don del perdón, de no aferrarse al rencor.
-Siempre fuiste un hombre muy seductor. ¿Sabés cuántas mujeres pasaron por tu vida?
-Ja ja ja, no, nunca me puse a contar, pero he tenido una vida sentimental muy intensa. Y todas las mujeres me dejaron algún recuerdo grato, por supuesto. Y algunas un recuerdo muy ingrato, pero es parte de la vida. Me han pasado cosas muy duras, y pienso que no fueron solamente culpables mis mujeres, también fui culpable yo. Son las dos partes culpables… aunque una parte sea más culpable que la otra, desde luego. La mujer ideal es de la que te enamorás.
-¿Hoy tenés una mujer ideal?
-Si, hace unos cuantos años, pero en casas separadas. Cada uno en la suya y nos encontramos cuando tenemos ganas. Es muy lindo encontrarte cuando tenés ganas de verte. Y si no tenés ganas, no te ves y punto. La pasamos muy bien, en años no hemos discutido nunca y conviviendo uno discute todos los días. Por lo menos, eso me pasaba a mí.
-¿Recordás hace cuántos años están juntos?
-Sí, un montón de años, pero no te lo voy a decir porque son muchísimos… Después la gente saca cuentas. Son un montón.
-¿Más de diez años?
-No, son más de veinte.
-¡¿Más de veinte?!
-Sí, ‘pero en esa época vos...’. Ja ja ja. Estamos hace muchísimo tiempo. Además en la armonía que vivimos tantos años es maravillosa.
-¿Cómo se llama?
-No, no… no quiero más problemas. Todos se imaginarán por qué, ja ja ja.
-¿Qué fue Silvia Süller en tu vida?
-Fue una persona muy importante para mí, fundamentalmente porque me dio un hijo maravilloso, con quien tengo una relación hermosa. Silvia fue importante, por supuesto, como fueron importantes la mayoría de las mujeres que estuvieron a mi lado, con mayor o menor intensidad.
-¿Con el paso de los años pudieron recomponer su vínculo?
-Recomponer la relación de ninguna manera, los cristales que se rompen no se pueden arreglar. Punto.
-En enero pasado aseguró que la habías invitado a cenar. ¿Te molestan sus declaraciones?
-Silvia es así, siempre dice algo para llamar la atención, pero nada que ver.
-Lo tomás "de quien viene", digamos.
-Por supuesto, además no me molesta tampoco. Sé cómo es…
-¿Tenés algún tipo de relación?
-No, ninguna. Ni por Christian ni por nada.
-¿Y Giselle Rímolo qué fue? ¿Un error?
-Ja ja ja… fue un error tal vez… sí, fue un error, pero ya pasó. También viví buenos momentos con ella.
-¿Rescatás algo de esa relación?
-Yo soy un tipo sin odio y sin rencor. Deseo que a todo el mundo le vaya bien. Incluso a estas dos mujeres. No me afecta todo lo que me hicieron, o lo que me pasó como haber estado 62 días en un ‘country de villa devoto’. En absoluto, que Dios las proteja y a mí no me desampare. Lo que pasó, pasó; el pasado no se puede modificar y uno tiene que aceptarlo y digerirlo. Y ya está digerido y yo estoy viviendo otra vida, me siento muy bien.
-Siempre destacás que no guardás rencor. ¿Toda la vida fuiste así o fue un quiebre tu paso por la cárcel?
-No, siempre fui más o menos así. De repente, siendo más joven uno es más ‘chinchudo’, ¿viste? O tenés algún rencor… será que cuando uno va madurando se da cuenta que eso no sirve para nada. Yo me siento muy bien y eso es por no ser rencoroso. Es probable que el ser cómo soy me haya ayudado a no retorcerme por dentro.
Cámara y edición de videos: Leandro Bevilacqua.