Sus primeros coqueteos con los escenarios fueron de la mano de un gran artista. “Con Fernando Peña subía de vez en cuando, pero a hacer alguna cosa chiquita”, rememora Sebastián Wainraich, dejando caer sobre la mesa el recuerdo su entrañable amigo. Recién en 2003, este hincha fanáticamente insoportable de Atlanta se animaría a enfrentar al público en soledad, en una obra montada en el Centro Cultural Rojas. En apenas 12 años, Sebastián ya cuenta con más de media docena de trabajos sobre las tablas y, actualmente, luce su histrionismo todos los viernes en el legendario teatro Maipo, con la tercera temporada de su unipersonal, Wainraich y los Frustrados.
"Si la culpa te maneja la vida es imposible estar vivo dos minutos. Antes decía a cada rato ‘me lo merezco, no me lo merezco’ y estaba haciendo todo el tiempo una tabla de merecimientos insoportable".
“Me siento más afianzado, no sé si más chispeante. La obra tiene dos partes. Con los personajes me siento más afianzado actoralmente, no estoy tan desesperado por el chiste. Y en el monólogo final estoy mucho más relajado para improvisar. Si bien hay una parte rígida que me sostiene, puedo jugar y divertirme”, dice en su estudio de Colegiales, un espacio multiuso en el que ensaya, escribe sus textos o, simplemente, se toma un recreo de la dinámica familiar.
“A Dalia (Gutman) se le ocurrió la idea”, cuenta el conductor de Metro y Medio (ciclo de FM Metro, lunes a viernes de 18 a 21 horas) dándole el crédito por el búnker anti-rutina a su mujer, a quien conoció en 2002 y con quien tuvo a sus hijos, Kiara (7) y Federico (3). Mano a mano con Ciudad.com, Wainraich revelará sus frustraciones, se permitirá reírse de sí mismo y hasta hablará de lo que le provoca su buen pasar económico. “La culpa me parece una mierda, pero el que no tiene culpa es un perverso. Si te maneja la vida es imposible estar vivo dos minutos. Antes decía a cada rato ‘me lo merezco, no me lo merezco’ y estaba haciendo todo el tiempo una tabla de merecimientos insoportable”, reconoce Sebas.
-¿Qué cambios ves en vos como artista?
-Me siento más afianzado, no sé si más chispeante. La obra tiene dos partes, una con personajes y otra con un monólogo final. Con los personajes me siento más afianzado actoralmente, no estoy tan desesperado por el chiste. Y en el monólogo estoy mucho más relajado para improvisar. Si bien hay una parte rígida que me sostiene, puedo jugar y divertirme. El gran cambio que siento es la libertad que te dan los años. Hay un peligro de achancharse y aburguesarse. Para mí nunca es de taquito. Siempre que salgo es especial y único, es una final que juego.
"Soy menos solemne que cuando era joven, a esa edad uno se toma muy en serio. Sobre todo a sí mismo y es medio un papelón. Está bueno de vez en cuando tomar distancia de uno y burlarse, darse cuenta que no es tan importante lo que te está pasando".
-¿Alguna vez tuviste que sortear algún papelón o una circunstancia difícil?
-Sí, he pasado noches que no estuvieron tan buenas. Sobre todo al principio que actuaba en salas más chicas. He tenido 8 espectadores en una sala de 50. Además, la risa y el clima son contagiosos, así que es mucho más fácil actuar para mil que para diez. Casi siempre sufro mucho los problemas técnicos. Una luz que no funciona, el micrófono que no anda. Sufro al público sacando fotos, pero se los digo eso. Es de obsesivo.
-Jugando con el título de la obra: ¿cuáles son tus frustraciones?
-Tal vez me gustaría ser más constante y disciplinado para la lectura. Ser más convencional a la hora de estudiar, mi formación fue -y es- más desordenada y desprolija. Pero supongo que yo soy así y no me tengo que hacer tanto rollo con eso. Y después me hubiera gustado jugar un poco mejor al fútbol. Los golpes de la profesión y la vida no los tomo como frustración. Algunos los tomo como tristezas y otros, como obstáculos para superar.

-¿Y la calvicie? Muchas veces bromeaste y enfatizaste que la alopecia es una enfermedad. ¿Cuánto hay de molestia y cuánto de chiste?
-Me jodió cuando se empezó a caer, cuando tenía pelo largo. Porque el pelado de pelo largo es muy difícil, ¿viste? Una vez que me rapé, ya está, ya pasó. Pude hacer mi vida igual, no le doy tanta importancia. Encontré una mujer… pude igual, pude igual, ja, ja, ja. Hay un montón de pelados que van por la vida con relativo éxito, así que no creo que pase por ahí.
-¿Y qué te quedó de aquellos años de rulos y rebeldía juvenil?
-Uno es el amor que tengo por todo esto, por escribir, por hacer radio, por el teatro. Eso creo que se profundizó incluso. Cuando estaba en radios truchas y hacía programas como Metro y Medio, soñaba con hacerlo en una radio grande y llegó. Secretamente sabía que tarde o temprano se iba dar. Quedan algunos amigos de esa época también. Creo que soy menos solemne que antes, a esa edad uno se toma muy en serio. Sobre todo a sí mismo y es medio un papelón. Y si bien a veces es inevitable tomarse en serio, está bueno de vez en cuando tomar distancia de uno y burlarse, darse cuenta de que no es tan importante lo que te está pasando.
-¿De joven te imaginabas así a los 40?
-Sí, en lo profesional, sí. La verdad que sí. Me lo imaginaba, no sabía cómo se iba a dar, pero sabía que lo iba a buscar. No tenía bien claro cómo, pero lo sabía. Y a nivel personal, la veía más complicada. Decía ‘cómo voy a hacer para formar una familia, mantenerme, ganarme una mujer, tener hijos después, cómo es todo eso”. Y después también se dio. Lo busqué también, por supuesto. Se va haciendo camino al andar. Hay que tener poco miedo o no darle bola, tener un arrojo de inconsciencia. Sobre todo es eso. Hay una clave que es encontrar tu vocación y saber el deseo de uno. Si podés vencer la incertidumbre de qué querés hacer, ahí ya derribaste un problema y está todo más claro. Por más que tengas miedos, traumas, que seas tímido. Y si vas atrás de eso, puede ser que se te dé.
"Me llevo bien con la popularidad. Cuando estoy con mis hijos a veces me incomoda un poco, puede ser un poquito invasivo en ese momento".
-¿Cómo te llevás con la popularidad?
-Me llevo bien. Cuando estoy con mis hijos a veces me incomoda un poco. Porque es un momento raro sobre todo para mi hija, que va a cumplir 8 años, y es consciente. Puede ser un poquito invasivo en ese momento. Pero el oyente de radio, que es el que más se acerca, me habla de igual a igual y siempre tiene una historia linda para contar, porque la radio genera mucha fidelidad. Tal vez el que solo te vio en la tele tiene una relación más distante. Está el clase A que sabe quién sos y el otro, que no sabe bien quién mierda sos, te grita “maestro” y te pide la foto. Pero siempre es cariñoso el trato.
-¿Ya ocho años cumple Kiara? Recuerdo que cuando nació, contaste que un oyente te había felicitado en la calle, pero que te había traumado con una frase: “Ojalá que tengas vida para disfrutarla”.
-Ahora que lo decís, me lo acuerdo. Una frase muy dramática, muy ítalo-judía. Y sí, qué se yo, no estoy pensando en eso por suerte. Siempre la idea de la tragedia se asoma de alguna manera. En realidad, lo que te dan tus hijos es plenitud, es vida, es disfrute. También hay toda una parte burocrática de cambiar pañales, no dormir de noche, por supuesto. Pero ésa es una frase ¡tremenda! La tenía olvidada. ¿Ves? Eso pasa con los oyentes. A mí me pasa como espectador, como oyente o como lector y quizá te encontrás con el autor de esa novela y el tipo escribió diez, pero a vos te marcó una.
"Me imaginaba así a los 40, no sabía cómo se iba a dar, pero sabía que lo iba a buscar. No tenía bien claro cómo, pero lo sabía. Hay que tener poco miedo, un arrojo de inconsciencia. Hay una clave que es encontrar tu vocación. Por más que tengas miedos, traumas, que seas tímido y si vas atrás de eso, puede ser que se te dé".
-Para cerrar. La culpa es un tema recurrente en tus monólogos. ¿Sentís un poco de eso por tu pasar económico?
-Justo ayer hablaba de este tema con colegas… Por un lado, la culpa me parece una mierda, pero por otro, el que no tiene culpa es un perverso. El que naturalmente no siente culpa por nada sufre una especie de perversión y con la culpa manejás un poco la neurosis también. Ahora, si la culpa te maneja la vida, es imposible estar vivo dos minutos. Yo trabajo todo eso y antes decía a cada rato “me lo merezco, no me lo merezco” y estaba haciendo todo el tiempo una tabla de merecimientos insoportable y dejé todo eso ahora. Fue de un modo más natural no es que me lo propuse. Me gusta disfrutar lo que tengo sin dejar de tener los pies sobre la tierra, saber adónde estoy y con quién estoy rodeado. Me parece que tengo un pasar cómodo, un buen pasar. Tengo presente ese ‘clasemedismo’, me parece que clase media sos toda la vida. No tiene que ver con lo económico. Creo que no te estoy contestando la pregunta igual, que ni me acuerdo cuál era, ja, ja, ja. Yo me largo a hablar. Siempre está presente eso y cuando no puedo resolver algo, lo llevo para el lado de la comedia y es aliviador. A la vez, es un problema burgués también, es que te sobra tiempo o que no tenés problemas y te creás uno.
No te pierdas el ping pong de Sebastián Wainraich con Ciudad.com y enterate (entre otras cosas) a quién elige para una noche de pasión: ¿Vicky Xipolitakis, Karina Jelinek o Agustina Kämpfer?