Un mundo de gente yendo y viniendo. Productores en acción, famosos cumpliendo con su presencia en el Bailando y decenas de fans que se agolpaban en la puerta de La Corte para ver a sus personajes favoritos. En ese agitado y ruidoso contexto se dio el encuentro con Marcelo Polino, presente en la productora para cumplir con su rol de jurado.
Esa escena que se convirtió en parte de su rutina era lo que Polino tanto ambicionaba cuando vivía en Tres Arroyos, ciudad natal que abandonó cuando terminó el secundario -con poco dinero en los bolsillos y en soledad-, pero con el claro objetivo de llegar a Buenos Aires. ¿El objetivo? Llegar a la TV y ser famoso. Y lo logró. Hoy es uno de los periodistas y conductores más reconocidos y queridos del medio: está al frente de Ponele la firma, en América, y Polino Auténtico, en radio Mitre.
"Yo vivía en un pueblo y quería ser famoso. Pensaba que si llegaba a la televisión iba a ser feliz porque veía que la gente que estaba en la tele se divertía, ganaba plata y comía rico. ¡¿Imaginate el error mío de creer que por el sólo hecho de trabajar en la tele uno iba a ser feliz?!", le anticipó Marcelo a Ciudad Magazine, en un mano a mano en el que dejó asomar su inocente sueño de la niñez, su infancia, la llegada casual al periodismo, la fama y su incansable lucha por adoptar a un niño.
DE TRES ARROYOS A LA MAGNÉTICA CIUDAD DE BUENOS AIRES:
-¿Cómo era tu vida en Tres Arroyos?
-Vengo de una familia de clase media, iba a un colegio de doble escolaridad y hacía la vida que hacen los chicos: andaba en bicicleta, tomaba mate con el vecino y tenía mucha libertad. Algo que no se puede hacer más. Antes ibas a la casa de tus amigos y la inseguridad no existía. Éramos más libres, más felices.
-¿Cuándo dijiste 'me voy a probar suerte a Buenos Aires'?
-Cuando terminé el secundario me vine a la casa de mis padrinos. Yo no conocía Buenos Aires y estuve con ellos un año, más o menos. Después me dijeron: "Hasta acá llegamos", y me fui. Fue una etapa bastante difícil porque yo era del interior y no tenía dinero. Tuve que remarla. Estaba solo y pasé por momentos difíciles. Incluso, he llegado a dormir en una plaza. Pero esta ciudad te atrapa, por lo lindo y por lo fuerte. En ese tiempo tenía mucha inocencia e ingenuidad, pero de a poquito, empecé a trabajar. Un día iba por la Avenida Corrientes y vi una casa en la que vendían juegos de magia. Me compré tres trucos y comencé a trabajar de mago. Después me presenté a una prueba de Pipo Pescador, en la que había un montón de magos y yo era un caradura porque tenía tres trucos, pero como decían que era gracioso al momento de vender las cosas y me desenvolvía bien, a Pipo le encantó y me tomó.
-¿Cómo comenzó tu noviazgo con la hija de Pipo?
-Su hija Carmela, que vivía en España, vino a visitarlo durante unas vacaciones y nos enamoramos. Después yo me fui a vivir con ella a España, en donde seguí haciendo animaciones infantiles en casas, para cumpleaños.
"Mi llegada al periodismo fue de casualidad. Soy una persona que tuvo mucha suerte porque nunca estudié nada. Terminé a duras penas el secundario".
-¿Cuándo fue que cambiaste de rubro y llegaste al periodismo?
-Cuando me separé de Carmela. Ahí me fui a vivir solo a Francia, me gasté toda la plata que había ganado viviendo en París y cuando volví a la Argentina no tenía nada, ni trabajo. Entonces, una amiga me dijo que su marido, que era el director de la revista Tal Cual, necesitaba a una persona para limpiar la oficina y empecé a trabajar ahí, limpiando la oficina. Pero cuando se iba la gente, yo practicaba escribir, con dos dedos, y me leía todas las revistas de la farándula porque me interesaba lo que tenía que ver con los artistas. Hasta que un día tenían que hacer una nota un domingo, viste que a los periodistas no les gusta trabajar mucho los domingos, y me preguntaron si yo la quería hacer. Dije que sí, me anotaron cinco preguntas y fui. Recuerdo que la nota era a unas gemelas que habían sido separadas al nacer y que se habían reencontrado a los 45 años.
para , : Cuando te instalaste en BA, tu padre vivía ahí ¿por qué que nunca se reencontraron?
— Ciudad Magazine (@ciudad_magazine)
-¿Se puede decir que llegaste al periodismo de casualidad y por necesidad?
-Fue de casualidad y, la verdad, nunca me pregunté qué hubiera sido si no se me abría este camino en los medios. Yo vivo el día a día. Soy una persona que tuvo mucha suerte porque nunca estudié nada, terminé a duras penas el secundario.
LA AUSENCIA PATERNA:
-Cuando te instalaste en Buenos Aires, tu padre, que se había ido del hogar cuando eras un bebé, vivía en la misma ciudad, ¿por qué que nunca se reencontraron?
-Mi papá me abandonó cuando tenía dos años. Nunca más lo vi ni supe más nada de él hasta que falleció. Una tía lejana le avisó a mi mamá que él había estado viviendo en Buenos Aires. La verdad, no tengo ningún recuerdo de él.
"En la vorágine de hacer tanto chimento, en algún momento de mi carrera habré dañado a alguna persona. Pero eso ya lo pasé, no me gusta el periodismo policíaco, ni el delator".
-¿Tuviste alguna figura paterna durante tu niñez?
-Sí, tuve, porque cuando mis padres se separaron, que en ese momento no era común que la gente se separe, nos fuimos a vivir a la casa de mi abuelo. Él fue una figura paterna importante, porque mi abuelo era el gerente del banco del pueblo. En ese momento, él era como una autoridad, un hombre muy importante que me marcó mucho. De hecho, todo lo que tengo de disciplinado y responsable lo heredé de mi abuelo.
-¿Tu madre qué lugar ocupa en tu vida?
-Uno muy importante. Hace cinco años que mi mamá se vino a vivir a Buenos Aires. Vendió su casa de Tres Arroyos y se vino. Ahora vivimos a cinco cuadras de diferencia. No nos visitamos todo el tiempo porque tengo cinco laburos, pero nos vemos mucho.
-¿Sos un hombre nostálgico o soltaste el pasado?
-No, yo miro para adelante.
ENTRE EL PERIODISMO Y EL BAILANDO:
-Con tantos años de profesión, ¿hubo alguna información que te hayas arrepentido de contar?
-En la vorágine de hacer tanto chimento, en algún momento de mi carrera habré dañado a alguna persona. Pero sin darme cuenta, la vorágine me llevaba. Después fui cambiando mi carrera. Ahora soy más standapero, opino de lo que pasa. Es muy raro que ahora cuente chimentos. No me gusta el periodismo policíaco, ni el delator. Eso de decir: 'Mirá que yo sé con quién te acostaste vos'. Ya lo pasé, está todo bien y hay gente que lo hace bárbaro, pero no es un lugar en el que me sienta cómodo. Después de 25 años de transitar este medio, aprendí que no resiste análisis. Es para reírse. Entonces, trato de reírme todo el tiempo de todo.
-Con tantos años en el Bailando, ¿cómo es tu relación con el jurado? Con Pampita tuviste cruces...
-Tuve uno solo, el año pasado, y me llevo genial. Me encanta trabajar con Pampita y me llevo súper. Ángel (De Brito) es un amigo, y Moria (Casán) también es una amiga de toda la vida. Como yo soy el más antiguo, soy como el anfitrión de los que van llegando y pasando. Este es mi año número once en el jurado.
-¿Nunca te vas a tu casa cargado después de tanta pelea?
-Nunca, jamás. Todo pasa en el momento. Yo siempre cuento una anécdota que grafica la situación tal cual es. Tiempo atrás, nosotros hacíamos el Soñando por Bailar en Canal 13. Era un domingo y Valeria Lynch me invita a su cumpleaños. Esa noche hubo eliminación y pelea. Cuando termina, agarro el auto y me voy a lo de Valeria. Ahí José María Listorti me agarra y me dice: '¿Che, a quién echaron? ¿Con quién peleaste?'. Yo ya no me acordaba. No me engancho.
LA PATERNIDAD Y EL DESEO DE AYUDAR A UN NIÑO QUE LO NECESITE:
-¿Ser papá sigue siendo tu asignatura pendiente?
-Sí, yo tengo una carpeta aprobada. Pero en este país es muy difícil porque hay pocos niños para adoptar. Por más que todo el mundo diga que hay un montón de chicos en los hogares, son pocos los que realmente están en situación de adopción. Y en este país, aunque te dicen que para la ley somos todos iguales, no es tan así en la práctica. Primero se los dan a los matrimonios, después se los dan a las parejas, después a las mujeres solas y por último a los varones solos. Y mi adopción es una adopción monoparental. Esta es la última elección que toman los jueces para darle a alguien un niño. Así que estoy a la espera. La carpeta la tenés que renovar periódicamente, tenés que hacer el trámite de nuevo.
-¿Hace cuánto que estás en este proceso?
-Estoy entrenado en el quinto año. Es más, yo siempre digo que se apuren a darme al niño porque cuando lo vaya a buscar al colegio le van a decir que lo fue a buscar el abuelo.
"En este país es muy difícil adoptar. Te dicen que para la ley somos todos iguales, pero en la práctica no es tan así. Yo creo mucho en el destino y si tiene que llegar un niño a mi vida, llegará. Mientras tanto trabajo con minoridad, ayudo a hogares y hospitales".
-¿Considerás que la fama o la exposición te pudieron jugar en contra?
-En un momento yo fui a San Luis porque hice una carpeta a nivel nacional y ésta era una de las provincias que no estaba adherida al sistema. Entonces fui a San Juan para anotarme, bajé del avión y había como seis cámaras. ¡¿Qué es esto Notting Hill?! Me hicieron una jugada política, me expusieron y terminé en la tapa de los diarios. Yo ya venía trabajando sin que se entere nadie, y no porque lo quería esconder, sino porque lo quería preservar, y me pasó eso. Yo creo mucho en el destino, en el universo, y si tiene que llegar, llegará. Mientras tanto trabajo con minoridad, ayudo a hogares, hospitales…
-¿Nunca pensaste en alquilar un vientre, como hicieron Luciana Salazar y Flavio Mendoza?
-No, porque ese no es mi deseo. Yo empecé muy de abajo, me fue muy bien en mi carrera, entonces yo quiero ayudar a alguien que lo necesite, en salud y educación. Ir a Miami, alquilar un vientre y esperar nueves meses hubiera sido fácil, pero no es lo que quiero.
POLINO, PUERTAS ADENTRO DE SU CASA:
-Mantenés tu vida privada bajo mucho resguardo, ¿por qué ese hermetismo?
-Al estar tan expuesto con mi trabajo, algo tengo que guardarme para mí, sino siento que soy del pueblo. Yo prefiero tener parte de mi vida privada.
-Pero si te pido que me abras un poquito la puerta de tu intimidad, ¿cómo es Marcelo de entrecasa, qué te gusta hacer lejos de las cámaras?
-Yo soy muy tranquilo. Soy una persona que trabaja mucho con la energía. Soy reikista y los espacios que tengo me dedico a eso. Tengo un nivel avanzado en el tema y me gusta estudiar.
-Y en cuanto a lo estético, ¿cuáles son tus cuidados?
-¡Hago de todo! Voy al doctor Mühlberger y me interno en la clínica. Me importa muchísimo el paso del tiempo. ¿Si me preocupa? No, me ocupa. No le tengo miedo a la muerte.
-En la vorágine inicial de tu carrera, ¿te viste tentado por las drogas?
-No, nunca me ofrecieron droga, no tomo alcohol y soy vegetariano. Soy el antifamoso. No tomo ni champagne. Cuando voy a una fiesta me dicen 'agarrá la copa para hacer que brindás'. No tomo nada. Si hago tanto esfuerzo para estar bien, no me voy a reventar por otro lado.
"Nunca me ofrecieron droga, no tomo alcohol y soy vegetariano. Soy el antifamoso. No tomo ni champagne. Cuando voy a una fiesta me dicen 'agarrá la copa para hacer que brindás'".
-¿Te considerás un hombre metrosexual?
-No, pero me trato de cuidar. Como sano, trato de descansar las horas que puedo y voy a la clínica del doctor Mühlberger. Y hace muchos años, dentro de la práctica que hago de la energía, practico una terapia que se llama Terapia del silencio, que es pasar unas horas sin hablar en tu casa, sin estar en contacto con el teléfono, ni la tele, ni la música, ni nada. Eso me lo enseñó Nacha Guevara. Yo lo práctico y eso me baja.
-¿Hiciste terapia alguna vez?
-Sí, hace 17 años que me psicoanalizo.
-¿Cuál fue el motivo que te hizo empezar?
-Fue cuando recién llegaba a Buenos Aires, estaba muy acotado económicamente y estaba buscando un lugar en el mundo. Ahí, no tenía plata para pagar terapia. Entonces, fui al Hospital Rivadavia, averigüé si había psicólogos, porque fue hace 25 años, y empecé a hacer terapia en el servicio de salud del hospital.
-¿Sabés cuál es la misión por la que viniste a esta vida?
-Me parece que mi misión, lo más lindo que me dio la vida, es ayudar y ser solidario con niños. También, el don de hacer reír. Yo no me lo propongo y la gente se divierte con lo que hago, y poder llevar una alegría, una sonrisa a la gente que está re quemada cuando llega a la casa, es muy lindo.