Hace dos años, Gonzalo Heredia (36) decidió levantar el pie del acelerador y alejarse un poco del ritmo absorbente de la televisión por un buen motivo: su pareja, Brenda Gandini (34), estaba embarazada otra vez. Alfonsina nació el 23 de agosto de 2017 y llegó para completar la hermosa familia que los actores formaron con su primer hijo, Eloy (7).
Abocado a la obra Perfectos desconocidos, en el teatro Metropolitan bajo la dirección de Guillermo Francella, Heredia encontró sobre el escenario un pulso más adecuado para sus tiempos de hoy. “La verdad es que es hermoso tener hijos y demás... pero hay todo un manto color rosa, ¿viste? Es muy marketinero todo lo que es la paternidad; y la maternidad, sobre todo. Pero la verdad es que es muy tedioso, por momentos, y muy duro”, admite con extrema sinceridad en charla con Ciudad.
-Lo último que hiciste en la tele fue Los ricos no piden permiso, en 2016. ¿Te sentís más cómodo en el teatro?
-Tiene diferentes signos para contar las cosas. Y, en este momento que mis tiempos personales son más acotados por el hecho de tener dos hijos y una familia constituida, prevalece un trabajo en el que puedo tener más tiempo libre y no la demanda de la televisión o el cine. Igual, el año pasado filmé una película, me fui dos semanas a Uruguay y fue muy duro. En un trabajo a largo plazo como este, es imprescindible tener tiempo para mí.
-¿Y cómo estás llevando la segunda paternidad?
-Es hermoso tener hijos. Obviamente que uno está contento y muy feliz con la familia que forma y sus hijos, pero por momentos es realmente duro. Y uno no está de humor y está cansado, así que esto de tener funciones de noche me permite durante el día poder compartir y estar con ellos. En este momento es imprescindible que prevalezca mi familia por sobre otras cosas.
-¿Se arreglan bien con Brenda?
-Tiene que suceder y todo se va acomodando. No somos los primeros seres que tienen dos hijos, hay gente que tiene cuatro seguidos. Nadie sabe lo que es la paternidad y la maternidad, nadie lo sabe y nadie puede contar nítidamente lo que es. Tenés que vivirlo y tener tu propia experiencia, lo vas descubriendo. Pero no todo es color de rosa.
-¿Cómo llevás el tema de la tecnología con los chicos?
-En general, tengo diferentes posiciones. Tengo 36 años y soy de la generación que arrancó con el mensaje de texto. Tenía un celular enorme y viví todo el desarrollo: el WhatsApp, las redes sociales y más. No puedo estar ajeno a esto porque caería en renegar del desarrollo. No quiero ser el renegado de que todo en mi época era mejor, trato de ser parte y testigo, pero también tengo tener pulso para la crianza de mis hijos.
"Nadie sabe lo que es la paternidad y nadie puede contar nítidamente lo que es. Tenés que vivirlo y tener tu propia experiencia, lo vas descubriendo. Pero no todo es color de rosa".
-¿Te preocupa lo absorbente que son los dispositivos?
-A mi hija cuando tenía unos pocos meses ya le llamaba la atención la pantalla del celular. Es muy difícil porque sabés que absorbe mucho, pero no podés dejar de tener uno. Cuando lo ves en un nene tan chico que se va a desarrollar con eso, te agarra un poco de miedo por la incertidumbre. Porque no sabés dónde va a terminar. Entonces trato de tener esa muñeca; no soy tan adicto, me gusta ofrecerles otras opciones, pero tampoco reniego.
De miércoles a domingo, Gonzalo se sube al escenario junto Alejandro Awada, Agustina Cherri, Mercedes Funes, Peto Menahem, Carlos Portaluppi y Magela Zanotta para dar vida a Perfectos Desconocidos, basada en el exitoso filme italiano, reversionado en España por Alex de la Iglesia (se puede ver en Netflix). Allí, interpretan a cuatro amigos y sus parejas, quienes se prestan a un peligroso juego: todos deben dejar su celular sobre la mesa y toda llamada o mensaje será leído o escuchado por todos, para probar que nadie tiene nada que ocultar.
-¿Alguna vez llegaste a espiar el teléfono de una novia?
-No, hay una parte que me gusta mucho de la otra persona que es no conocerla del todo. Hay lugares, hay secretos, hay misterios que me gusta intentar descifrarlos a medida que la voy conociendo. Y creo que eso es algo que no tiene que cambiar y me gusta respetarlo.
-¿Resguardás mucho tu vida privada? ¿Tenés rincones que elegís no compartir?
-Pero eso le pasa a todo el mundo, no solo a uno porque sea actor o públicamente conocido. Todo el mundo tiene una vida que muestra y otro que oculta un poco más. Desde algo mínimo como cierta debilidad por coleccionar cosas o mirar páginas de ciertas cuestiones… Digo, nadie lo va a contar y, sin embargo, lo tiene. Todos tenemos muchas aristas y creo que esta obra plantea eso: uno no solo esconde y guarda la infidelidad, sino también muchas otras cosas.
La infidelidad (¿o acaso la fidelidad?) es siempre un tema controvertido y espinoso que aporta tantas miradas posibles como personas hay en el mundo. Infidelidad/tecnología es el eje binario central en el que gravita la obra y, tanto Agustina Cherri como Mercedes Funes, compartieron sus opiniones sobre los difusos márgenes del engaño.
-¿El coqueteo virtual también es infidelidad? ¿O está dentro del plano del juego y la fantasía?
A.C.:-Ay, no, a mí no me gustaría que me lo hagan, ni en pedo lo hago. Yo no sé si es un romance o una infidelidad, lo que sí sé es que no me gustaría que me lo hagan.
M.F.:-No está bueno, odio la palabra infidelidad. Es trillada y podríamos estar horas debatiéndola, pero me parece que es una falta de respeto. Y no me gusta la gente que no tiene en claro lo que quiere. Si estás conmigo es porque querés estar conmigo; y si estás coqueteando con no sé quién, entonces vía… No me faltes el respeto con tus fantasías.
"Nunca espié el celular de una novia. Hay una parte que me gusta mucha de la otra persona que es no conocerla del todo. Hay lugares, hay secretos y hay misterios que me gusta intentar descifrarlos a medida que la voy conociendo".
Minutos más tarde, sería el turno de Heredia de enfrentar la misma consulta.
-Hace un rato les pregunté a Agustina y Mercedes si consideraban como infidelidad un coqueteo virtual. ¿Vos qué opinás?
-Para mí está muy emparentado con esa frase que reza que los ojos están para mirar. El que dice que no ha mirado en la calle o donde sea, está mintiendo. Es así.
-¿Entonces, no?
-...te lo dejó ahí…. ¡¿ellas que respondieron?! (Risas).
Videos y edición: Leandro Bevilacqua.