Arrancó MasterChef Celebrity (lunes a jueves a las 22.30 y domingos a las 22 por Telefe) y Germán Martitegui (54) ya empezó a destacarse.
El experto cocinero comparte jurado con Donato de Santis y Damián Betular, pero en pocos días se convirtió en el más temido. Sin embargo, aunque en el programa que conduce Santiago del Moro se muestra inflexible, exigente y muy filoso, en esta entrevista con Ciudad reveló su costado más tierno.
-¿Qué significa para vos ser jurado de MasterChef Celebrity, luego de tu paso por MasterChef y MasterChef Junior en la misma posición?
-Primero me encantaría saber qué significa ser una "celebrity". Creo que saben hacer muy bien sus trabajos pero acá están expuestos a ser tratados como alguien "común". Es muy fuerte que a gente que está acostumbrada a que todo el tiempo la feliciten por sus trabajos le salgan mal algunas cosas...
"Donato sabe todo el backstage de toda la situación. Yo era de esa gente que si me acercaban un bebé y me pedían que lo agarre me negaba rotundamente, no quería saber nada, pero algo cambió en mí con el programa".
-¿Cuáles son las claves que les darías a los concursantes para tener éxito?
-Para mí si sos organizado, ya tenés un tercio hecho. O si alguien es muy emotivo te puede sorprender. A veces no hace falta que toda tu familia te admire por cómo cocinás sino que te guste comer y que le pongas mucha pasión a lo que te dicen que tenés que hacer.
-Volviendo a MasterChef Junior, ahí no te notamos tan exigente con los niños. ¿Cómo fue para vos esa experiencia?
-Mirá, lo que te voy a decir, decidí ser papá (N. de la R.: tiene una familia monoparental con Lorenzo, de 1 año y nueve meses, y Lautaro, de 1 año y tres meses, ambos por vientre subrogado) después de hacer ese programa. Donato sabe todo el backstage de toda la situación. Yo era de esa gente que si me acercaban un bebé y me pedían que lo agarre me negaba rotundamente, no quería saber nada, pero algo cambió en mí con el programa. Y veníamos de ser muy exigentes con el MasterChef de adultos, entonces ahí me empecé a dar cuenta que a los chicos les teníamos que hablar de otra manera y fue un gran desafío.
-¿Cómo estás transitando la cuarentena con tus hijos?
-Uno se va a acostumbrando a tener ciertas cosas organizadas y cuando te ves forzado a reinventarte pasan cosas. ¿Quién no soñó con tener cinco meses para pensar en el futuro y parar un poco la pelota? Particularmente yo pensé que nunca iba a poder hacerlo. Tenía una agenda tomada hasta mediados del 2021, ponele. Pero todo el tiempo pensaba "estaría bueno frenar y pensar qué quiero hacer", o incluso tomarme un año sabático para estar con mis hijos. Económicamente era imposible en un país como este, pero se terminó cumpliendo para mí.
"Todo el tiempo pensaba 'estaría bueno frenar y pensar qué quiero hacer', o incluso tomarme un año sabático para estar con mis hijos. Económicamente era imposible en un país como este, pero se terminó cumpliendo para mí".
-¿Pudiste sacar algo positivo, entonces?
-Pienso que pasaron cosas muy buenas en esta cuarentena: se vio lo mejor y lo peor de mucha gente, tuvimos mucho más tiempo para pasar con nuestras familias, decidir si nos divorciábamos o estábamos más enamorados. Forzó muchos temas. Y en el trabajo forzó también. Nosotros, por ejemplo, estábamos muy preocupados por la sustentabilidad, por ser ecológicos, por los productos. Y de repente nuestra única preocupación, para todos los restaurantes, fue mantener al equipo y seguir haciendo cosas. Está bueno volver a esos "básicos". Mi visión, dentro de todo, es positiva.
-¿Cómo te manejaste con lo gastronómico durante el aislamiento?
-Mi forma de cocinar laboral está muy acotada. A veces me siento preso en un estilo, que es lo que la gente espera de mí. Y claramente a mí me gusta morfar de todo, no tengo ningún problema. Parte de los kilos que tengo de más es porque mis amigos cocineros me fueron mandando delivery y me permití hacer cosas que no hago nunca.
"En la cocina si sos organizado, ya tenés un tercio hecho. O si alguien es muy emotivo te puede sorprender. A veces basta con que te guste comer y que le pongas mucha pasión".
-¿Por ejemplo?
-Fui al Barrio Chino y me compré un montón de condimentos que ni sabía lo que eran y empecé a cocinar más étnico, que para mí es una gran sorpresa. Me dije "más allá del locro hay otra vida". Empecé a mezclar cosas y volví un poco a lo que hacía cuando empecé e invitaba a gente a comer. Para mí fue un descubrimiento y también que mis hijos coman todo eso, y ahora comen de todo.
-¡Contá el secreto! Muchos padres y madres sufren porque se les complica esa situación.
-Te juro por Dios que comen de todo y como si fueran 14. Ahora están comiendo mandioca, en vez de pedirme galletitas me piden peras, por ejemplo. No quiero cantar victoria porque me quedan como 20 años, pero vamos bien. Son muy parecidos a un comensal porque prueban y ya tienen esa capacidad de decir "me gusta" o "no me gusta". Texturas, sabores, caliente, frío. En las caras te das cuenta. Te enfrentás a alguien tan inocente y tan puro que todo es la primera vez y para nosotros que somos cocineros es fantástico. Apareció la pera, la mandarina, los arándanos y vivir eso así es increíble...