En su vigésima novena temporada, Susana Giménez volvió a la tele para acaparar, una vez más, el centro de la escena. Con su encanto único y su clásico formato, la conductora retornó a la pantalla chica para revalidar su corona. No por nada entretuvo a los argentinos durante las últimas tres décadas.
Lo anterior que parece una obviedad, es un fenómeno, que ni los críticos ni los usuarios de las redes pueden comprender completamente. ¡Y ya pasaron 30 años!
Una y otra vez se la vuelve a criticar por distraída, por leer las preguntas, por la simpleza de sus juegos, por los sketches vintage, o por lo que no baila ni canta. Los que la denostan periódicamente no entenderán jamás que su carisma arrollador (y casi medio siglo de trabajo) la llevaron a la cima. ¿Por qué otros más talentosos, más formados o más modernos no lo logran? ¿Cuántos intentos de copiarla vio pasar Susana en treinta años? ¿Dónde estaban todos estos genios durante su reinado?
Más alla de los datos históricos, el programa de su vuelta tuvo un atractivo fundamental: a los protagonistas de la telenovela más vista del año. Los galanes de Moisés y sus Diez Mandamientos, contratados para varias notas dentro de la emisora, no sólo sumaron audiencia para Susana, sino también para todos los ciclos de los que participaron. Cada uno de esos programas levantó sus números habituales con la presencia de los actores.
Por eso, más allá de que una golondrina no hace verano, y de que el pico de rating de un programa debut (llegó a 29.0) no es el del promedio habitual que luego mantendrá durante el año, lo importante es tener un estreno impactante. Eso es siempre una buena señal.
A partir de ahora, comenzará el cuerpo a cuerpo, que tendrá un solo ganador al final de la temporada.