Decir MGM es decir cine y, lamentablemente, ahora también es decir crisis. Metro-Goldwyn-Mayer, fundada en 1924 por el magnate Marcus Lowe con la fusión de la Metro Pictures Corporation, la Goldwyn Pictures Corporation de Samuel Goldwyn y de la Mayer Pictures del todopoderoso Louis B. Mayer, entró en quiebra y el resto de las compañías cinematográficas entraron en pánico o, al menos, lo tomaron como una señal de alarma.
La precaria situación la productora ya se venía notando, en los últimos años produjo muy pocas películas y este año canceló la película 23º de James Bond.
Los actuales dueños de la emblemática hollywoodense MGM -en su mayoría- Sony, Providence y COMCast deben unos 3.500 millones de dólares a sus acreedores, y nadie quiere desembolsar semejante suma. ¿Alguien lo haría acaso?
El tema fue que los negocios no resultaron como esperaban, entre ellos, alisarse con otras compañías y subdividirse en pequeñas empresas y la MGM pasó -por primera vez en su historia- a tener más gastos que ingresos. Y el mercado del cine tampoco ayuda, con tanta piratería.
¿Qué les queda? Una opción es vender su patrimonio, el que incluye premios, películas (por ejemplo la saga de James Bond) y demás reliquias. Aunque es una pena. Por eso, la empresa decidió ponerse en venta.
La Metro-Goldwyn-Mayer produjo películas inolvidables y clásicos del cine. Repasemos algunos de sus cuatro mil títulos: Lo que el viento se llevó, El mago de Oz, Cantando bajo la lluvia, Avaricia, La jungla de asfalto, 2001 una odisea del espacio, Freaks, Thelma y Louise, Blow-Up, Ben-Hur y Tarzán de los monos.