Se convirtió en un rostro conocido allá por 1995, cuando saltó a los medios con su recordado papel del Tarta, aquel simpático personaje que secundaba al Nene Carrizo –interpretado por Adrián Suar- en la ya mítica serie . En dos décadas Diego Peretti (52) demostró su talento tanto arriba de los escenarios como en la TV y el cine, y sacó chapa de actor de raza.
Reconocido por la crítica y el público por sus numerosos trabajos, poco se sabe de su vida privada. De su matrimonio con Natalia, una diseñadora gráfica a quien conoció recién a los 37 años, en un bar de Vicente López, y de la relación con Mora, su hija adolescente, de 13 años.
"Mi hija transita esa etapa en la que comienza a poner en duda los referentes con los que creció y está bien que lo haga. Estoy viviéndolo y manejándolo como puedo, tratando de comprender la situación y, a la vez, de no perder la idea de que estoy criando a alguien".
La presentación de Sin hijos, la película dirigida por Ariel Winograd que protagoniza junto a la española Maribel Verdú, brinda la excusa perfecta para un encuentro cara a cara con Ciudad.com. Llano y frontal, Diego entablará la charla con ojos sinceros y hablará de su carrera, su vida personal, la televisión y mucho más.
- Haciendo un repaso por tu carrera, tenés 24 películas en tu haber y "apenas" 15 series en televisión, ¿te sentís más cómodo en el cine? ¿Tenés más libertades?
- No es que me sienta más cómodo, quizá sea que en el cine tenés el tiempo más concentrado para contar una historia, para un actor tener el principio y el final, la historia totalmente narrada, saber el abanico emocional que transita el personaje te dan más poder para la creación y construcción de un personaje. Entonces eso provoca un mayor goce, menos dispersión y menos ambigüedad para contar la historia. En televisión es más disperso y hay una situación más incómoda.
- ¿Volverías a hacer una tira diaria?
- Depende, si el proyecto está bueno y me interesa con el director que se va a trabajar, sí. Veo a actuar a Lali Espósito y es muy buena actriz, una comediante muy buena. Después, la dupla de Verónica Llinás y Luis Machín, en Viudas e hijos del rock and roll tiene cosas extraordinarias. Veo Los 7 locos y están haciendo un buen tributo a la novela de Roberto Arlt. Pero no soy consumidor de la tele, sólo veo deporte. Llegó a casa y ubico eso, después, hago zapping. Mi hija ve Esperanza mía y pediría que lo bajen de horario, que lo pasen a las siete porque a las nueve… ¿viste? ¡Que tu nena te peleé por el control remoto…! Ja ja ja.
- ¿Te interesan las nuevas plataformas para ver contenidos y las redes sociales?
- No tengo ni Twitter, ni Facebook, aparecen páginas así que aclarémoslo. El mail surgió en el 98/2000 y yo lo empecé a usar recién en 2005. Y tuve Whatsapp cuando me compraron este teléfono hace un año, antes tenía uno chiquito que la batería le duraba bastante. Sí me metí en Netflix, que me resulta interesante porque puedo ver películas que no iría al cine a ver. La televisión de aire comenzó a medir poco hace un año y medio atrás. Pero cuando a la gente le ofrecés un entretenimiento inteligente, lúdico y lúcido que no lo subestima como espectador no pasa desaparecibido.
"No tengo frases como para definir el amor. Por amor se mata gente, por amor se entrega todo, así que es un sentimiento que se escapa y que vuelve de manera involuntaria".
- ¿Sos de esos actores meticulosos que construyen el personaje o dejás que fluya y vaya surgiendo?
- Es un poco una fantasía eso de que fluye, es inevitable tener el libro, hacer un estudio de texto y saberse la letra. Esas cosas no se pueden dejar de hacer. Después, cuando ya estudiaste con el director para construir el personaje, te dejás un poco volar y ahí es donde no hay que estructurarse y dejarlo fluir. Pero no existe eso, es un falso mito eso de que hay actores que se dejan fluir, hay que estudiar la letra y saber qué tipo de rol vas a construir.
- Gabriel, tu personaje en el filme, se enamora de una mujer que no quiere saber nada de los chicos y termina fingiendo que no tiene hijos para conquistarla. ¿Qué fue lo más insólito que hiciste vos para conquistar una mujer?
- No tengo idea… no hice nada insólito. No recuerdo de haber tenido que tirarme en paracaídas o disfrazarme de Batman. Nunca tuve actitudes grandilocuentes, no tuve historias de esas. O no me acuerdo ahora, cuando la vida se extiende, te olvidás de algunas cosas.
- Sos padre de una adolescente, ¿qué tan difícil se vuelve la relación?
-Ella transita esa etapa en la que comienza a pelearse con los padres, a poner en duda los referentes con los que creció -y está bien que lo haga-. Obviamente, provoca una visión diferente, cambia la relación y el vínculo. Estoy viviéndolo y manejándolo como puedo, tratando de comprender la situación y, a la vez, de no perder la idea de que estoy criando a alguien. Igual, gracias a Dios, dentro de todo este barullo, sigue siendo muy cariñosa y afectiva conmigo.
"Mi hija ve Esperanza mía y pediría que lo pasen a las siete porque a las nueve… ¿viste? ¡Que tu nena te peleé por el control remoto…! Ja ja ja".
- ¿Añorás algo en particular de tus años de soltero sin hijos?
- No añoro nada porque no volvería a esa época. Pero ocurre que la juventud que tenía y la liviandad de responsabilidades formaban un cóctel que hacía que yo pudiera hacer la residencia de Psiquiatría y después ir a un ensayo hasta las 2 de la mañana y levantarme a las 7. Y lo podía hacer con calidad las dos cosas. Eso no lo podés hacer mucho tiempo, quizás ya de grande, que manejás más los tiempos y tenés experiencia, podés volver a hacerlo.
- Parecés un tipo tranquilo, ¿tuviste alguna época de desbordes?
- No, estaba completamente absorbido por el estudio. Era muy deportista y universitario, un profesional médico joven. Cuando arranqué el teatro, abandoné el deporte. Y cuando abandoné la psiquiatría, retomé con el deporte. Ahora hago gimnasia y natación, y me operé la rodilla para poder volver a jugar al fútbol. Soy muy físico, no por coqueto, es natural, tengo alma de deportista.
- Desde el 2000 estás casado con Natalia. ¿Cómo es el amor a los 50?
- …(piensa mucho) no, soy muy torpe, no sé qué decir, ahí es donde necesito un filósofo, no tengo frases como para definir el sentimiento. Por amor se mata gente, por amor se entrega todo, así que es un sentimiento que se escapa y que vuelve de manera involuntaria. El amor a los 50, si uno es medianamente reflexivo en todos los aspectos de la vida, lo que en la juventud provoca un desgarramiento en las entrañas, a los 50, si creciste medianamente bien y no tuviste grandes problemas o traumas infantiles, lo ves con más distancia y más sabiduría. Es más reflexivo el amor, la piel está más curtida. Pero eso es una generalidad... y las odio.