De visualizar al mundo como un planisferio para entender cómo escala globalmente la pandemia, veríamos un manchón rojo en Madrid, donde el número de muertos ya superó los 22 mil.
Desde allí, en la capital española, le toca a Paula Cancio atravesar este momento. Instalada nuevamente con Miguel Ángel Solá y su hija Adriana, luego de vivir en la Argentina cinco años, la actriz relató en diálogo con Pronto la cara más trágica de la emergencia sanitaria: la cifra de los muertos que no para de ascender.
Al vivir en uno de los ejes del brote, los casos positivos de coronavirus abundan en su entorno íntimo. “La mamá de mi mejor amiga, que es médica, dio positivo. Estuvo al pie del cañón en el Centro de Convenciones de Madrid, donde se montó un hospital de campaña. Por suerte se ha recuperado, pero también tengo otros conocidos que han fallecido por el Covid-19”, dijo Cancio.
Si bien Paula aclaró que en su familia nadie murió por el virus (también viven en España), dio a entender lo cerca que le toca el tema: “Incluso amigos de mis padres han fallecido por el coronavirus. Te hablo de gente de edad más avanzada, con patologías previas pero el coronavirus ha acelerado muchísimo sus enfermedades”.
“Es muy triste y una enfermedad muy jodida por cómo es el final: en absoluta soledad, porque no te puede acompañar nadie".
Cancio habló de una situación extra: sin funerales por el peligro de contagio y con cadáveres que se multiplican día a día, los crematorios de Madrid colapsaron. “Tenían que llevar los cuerpos a cremar a otras ciudades, tal vez a 700 kilómetros de aquí, y las propias familiares perdían el contacto y ni sabían dónde estaban sus seres queridos fallecidos. Es tremenda la situación”, detalló.
“Tenían que llevar los cuerpos a cremar a otras ciudades y las propias familiares ni sabían dónde estaban sus seres queridos fallecidos".
“Ahora nos causa mucha impresión. Va a pasar mucho tiempo hasta que volvamos”, aseguró.
“Ahora mismo, en esa pista de hielo a la que iba mi hija es donde está el depósito de cadáveres porque ya no entran en ningún lado".
“Tanto Miguel como Adriana y yo estamos tratando de conectarnos de otra forma, desde una cosa mucho más real, reordenando espacios de la casa y respetando los espacios individuales del otro para que no se vuelva agobiante la convivencia”, cerró.