Es uno de los chefs más reconocidos. No sólo en la Argentina, sino en varias partes del mundo. Y si bien es italiano, nuestro país lo adoptó rápidamente desde que Donato De Santis (52) decidió instalarse en estas tierras en 1999, cuando conoció a Micaela Paglayán (42), con quien tiene a Francesca (15) y Raffaella (13).
Dueño del Ristorantino Cucina Paradiso y de Spazio Donato -también acaba de inaugurar Capannone, laboratorio culinario y museo donde atesora objetos de viajes y de mamma María-, el chef oriundo de Milán se ríe de su tonada tan marcada: "Me cuesta porque hablo cinco idiomas: italiano, inglés, francés, español y algo de armenio, que me enseñó Mica. Y también 'mastico' japonés, ja, ja, ja. Es difícil perder la apertura de la boca para la pronunciación y para mí los idiomas son, como la comida, un medio de comunicación, y cambio del inglés al castellano o del italiano al francés ¡en la misma mesa!", remarcó, con humor, en diálogo con la revista Gente, donde posó junto a su familia.
"En las Fiestas nos reunimos con algunos amigos para compartir la mesa y participamos, pero no celebramos con la misma intensidad que un creyente católico, aunque los respetamos. Eso sí, si nos invitan a un lugar ¡vamos!".
Luego, reveló los motivos que lo llevaron a volcarse al budismo: "Quise buscarle el sentido a la vida. Yo salí de mi país muy joven, con la necesidad de conocer, de explorar y de ir más allá de lo que decían los demás. Encontré el budismo en Estados Unidos y en él empecé a entender las respuestas a mis inquietudes sobre la existencia en general. A Mica le interesó y percibo que a ella le pasó lo mismo que a mí y reconoció que era un buen camino para entender los mecanismos que nos hacen felices".
Por último, dio detalles de cómo el clan De Santis vive las Fiestas: "Somos budistas, pero igual armamos la mesa de Navidad. Son días normales, nos gusta estar los cuatro juntos y aprovechamos porque cerramos los restaurantes para que nuestros empleados puedan estar con sus familias. Nos reunimos con algunos amigos para compartir la mesa y participamos, pero no celebramos con la misma intensidad que un creyente católico, aunque los respetamos. Eso sí, si nos invitan a un lugar, ¡vamos!".
Fotos: revista Gente.