Un año antes de sumergirse en la piel de Mario Borges, el papel de El Marginal que merecidamente lo consagraría ante el gran público tras casi cinco décadas de trayectoria, Claudio Rissi (63) sufrió uno de los golpes más grandes de su vida. “En 2014, murió mi esposa, con quien me había casado hacía poco por pedido de ella. Fue una historia de amor de muchos años. Enfermó y me pidió que nos casáramos. Me quedé cuidándola hasta el final… y no fue hace mucho… pero bueno, acá estoy. Sobreviviendo”, le dice a Ciudad, haciendo un repaso de su vida.
Claudio comenzó su carrera actoral a los 17 años, a escondidas de su padre, don Rafael, un hombre de otra época, que siempre lo trató de usted y que jamás fue a verlo a una obra. La férrea decisión de Rissi de apostar por la bohemia no fue gratuita: durante varios años debió vivir de prestado en la casa de algún amigo. Incluso, muchas veces, cuando el dueño del hogar llegaba acompañado de una mujer, se tomaba el colectivo 60 y se iba al Tigre ida y vuelta para dormir. Así pasaba la noche.
Para solventarse en aquellos primeros años, Claudio combinó su formación artística con oficios tan diversos como cobrador, encuestador, sereno y tornero. Y la perseverancia rindió sus frutos: en su extenso haber cuenta con 38 películas, 22 series de televisión, 3 premios Cóndor de Plata y 1 ACE.
Sin pena en la voz, como quien ha sabido digerir los dolores con el paso de los años, Rissi asegura que jamás fue abrazado en su infancia. Sin embargo, el dolor se manifiesta cuando admite que nunca olvidó la vez que su madre, Dora, lo acarició al pasar en la cabeza, ya siendo un hombre grande y un actor reconocido en el medio. Quizá por eso, por sobreponerse a esa ausencia de cariño, hoy se define como “abracero” y organiza grandes cenas -regadas por abundante vino tinto- junto a sus amigos, entre los que cuenta a Nicolás Furtado (31).
-¿Cómo te llevás con el reconocimiento?
-Lo vivo muy bien, en la calle me agradecen y yo se los agradezco. También entre mis pares, que son mis referentes. Otras productoras que hace años me amagaban y me decían ‘che, me gustaría que hagamos algo’, ahora me están mandando los libros. Todo es consecuencia de ir generando fenómenos que se van entrelazando y producen una bola de nieve. Estoy agradecido a mi vieja que me bancó, a mi hermana y a Mónica, mi primera mujer, que fue la que había apostado por mí.
-¿Ella te bancó?
-Sí, sí... bancó la parada. Te estoy hablando de cuando tenía 20 años. A long, long time ago…
"Me llevo muy bien con la soledad. No sé si conviviría, se me hace muy difícil. Soy definitivamente insoportable y soy más creativo cuando estoy solo. Cuando estoy con alguien, me siento observado y eso se apaga".
-¿Te sentís finalmente reconocido después de 45 años de carrera?
-Lo vengo sintiendo hace rato, pero ahora me llegó el protagonismo en la televisión y es otra cosa. Antes era el malo de la tele, pero bienvenido sea. Había que sacarle jugo a esta carita, no me van a llamar para hacer de monja a mí. Sería una gran sorpresa.
-¿Se te acercan más las mujeres?
-Siempre. Yo me dediqué a esto para levantar minas. Siempre seguí los consejos del maestro (Alejandro) Dolina. Uno hace todo para levantarse minas y yo me metí en esto. Qué mina me iba a dar bola con esta cara. Camino por la calle y soy una preventiva caminando. Cada dos cuadras, tengo que ir en cana, ja ja ja. No es que se me acerquen, se animan a decirme cosas. Ahora las mujeres están más liberadas. En realidad, las mujeres decidieron siempre, uno no se levantó ni a la mañana. Nunca.
-¿O sea que no estás en pareja ahora?
-No, enviudé hace un par de años. Tuve un par de pérdidas fuertes. Mi primera mujer, ya no estábamos juntos, pero seguíamos muy ligados… fue el gran amor de mi vida. Mónica murió hace 25 años. Y, en 2014, murió mi esposa.
-¿Añorás la compañía?
-Me llevo muy bien con la soledad. No sé si conviviría, se me hace muy difícil. Soy definitivamente insoportable y soy más creativo cuando estoy solo porque juego: hablo solo, invento personajes. Por ahí, me levanto un día y hago un rengo, o hablo de una manera diferente. Cuando estoy con alguien, me siento observado y eso se apaga. Además, soy complicado porque ya no soy un chico, tengo mis manías. Si dejé mi taza de café acá, quiero que esté acá. Con cama afuera, mejor.
-Cada cual en lo suyo y todos felices.
-Si, creo que es la nueva modalidad. Soy de manual, no estoy diciendo nada del otro mundo. De esta forma, no tenés tiempo para pelearte, te ves para estar con el otro, para acompañarte, mimarte y disfrutarte. Y ya está. Al segundo ronquido, ‘Me voy a dormir a casa. Chau, mi amor’.
-¿Y te sentís querido?
-Si, soy bastante tímido, aunque no lo parezca. A veces tengo deseos de encontrarme con amigos y no los molesto porque pienso que ellos tienen sus vidas. Soy un pelotudo… Ahora que tengo mi propia casa, estoy empezando a hacer comidas. Cocino bastante rico…
"Lo vivo muy bien el reconocimiento en la calle y también entre mis pares. Todo es consecuencia de ir generando fenómenos que producen una bola de nieve. Estoy agradecido a mi vieja que me bancó, a mi hermana y a Mónica, mi primera mujer, que apostó por mí".
-Me comentó Nico Furtado que van a tu casa y los agasajás.
-Si, hago una comidita para ‘morfar’. Nos matamos comiendo, nos cagamos de risa un rato, escuchamos música, hablamos de pavadas, tomamos unos vinitos y ‘taza, taza, cada uno para su casa’. La otra noche, hice una comida para amigos a quienes quería agradecerles uno por uno cada cosa que han hecho por mí. Entonces mezclé haciendas: junté a Nico, al colombiano Dani Pacheco y al director, Alejandro Ciancio, todos compañeros de El Marginal; a dos del conservatorio, de cuando empecé en la Escuela Nacional de Arte Dramático; y a dos amigos de la infancia de mi barrio.
-¿Cómo es tu amistad con Furtado?
-Lo malcrío a Nico. No come mondongo, el boludo, entonces tengo que hacer lentejas para el nene, ja ja ja. Pero esta vuelta, las lentejas desaparecieron y no la pude probar. Éramos ocho; hice una ‘bocha’ de mondongo y cuando fui a buscar las lentejas, los hijos de p... se las habían comido todas, ja ja ja.
-Te gusta ser anfitrión.
-Yo feliz de que eso ocurra. Como siempre estuve viviendo de prestado, las casas me expulsaban. No podía llevar gente y no hice el hábito. Y ahora que por fin tengo mi casa, cada tango hago un ‘morfi’. No importa lo que sea, pero tiene que ser rico. También me cuesta mucho salir de mi casa porque como siempre viví en la ‘lleca’, ahora quiero vivir en casa. Entonces, a veces me quedo solo, solo, solo todo el fin de semana. Hace un año que tengo techo, que lo estoy garpando todavía, pero soy un afortunado de que lo tengo.
Cámara y edición de videos: Leandro Bevilaqcua.