Sebastián conduce un programa radial que lleva varios años en el aire con gran éxito. Sin embargo, su mundo se derrumba cuando un oyente le dice que el ciclo está un poco "caído" debido a su larga trayectoria. Cinco minutos después, su productor le avisa que le consiguió una entrevista con Paul McCartney, y con eso su ciclo marcará un nuevo hito.
Contento, el conductor retoma su racha ganadora y trata de seducir a la recepcionista de un escribano. Claro que está en una escribanía por una razón específica: debe firmarle un permiso a su exesposa Pilar para que viaje con sus hijos a Uruguay el fin de semana. Pero cuando vuelve a verla, su mundo tiembla por cuarta vez en media hora. ¿Sigue intentando reconquistarla o aprovecha la soltería?
Con este tipo de contradicciones comienza Casi Feliz, una comedia protagonizada por Sebastián Wainraich (también guionista) y Natalie Pérez que se convierte así en el segundo estreno local de Netflix (el anterior fue Puerta 7 en febrero) en lo que va del año. Y pese a lo que el espectador pueda interpretar en una primera mirada al planteo de la historia, el producto final es muy diferente, y lo demuestra de entrada con una presentación realizada al estilo de los videojuegos de los años ´80 y el tema musical que da título a la serie interpretado por Miranda!.
Pero el resto no se queda atrás en cualquiera de los 10 episodios de media hora que componen la primera temporada.
Wainraich vuelve a interpretar el papel semi biográfico que lo hizo conocido en los medios, en tanto que Pérez aborda con grandes aciertos un personaje bastante diferente al que tiene acostumbrados a sus seguidores. Pero el verdadero fuerte de la serie es el reparto, que cuenta con el trabajo de Santiago Korovsky y una infinidad de famosos en roles secundarios de mucha solvencia. Hugo Arana, Adriana Aizemberg, Adrián Suar, Leticia Siciliani, Dalia Gutmann, Benjamín Amadeo, Gustavo Garzón, Julieta Díaz, Juan Minujín y Peto Menahem, y algunos que es mejor no revelar para no arruinar la sorpresa, aportan su granito de arena a una historia que genera risas en un mundo que las necesita más que nunca.
El espectador asiste desde la óptica de Sebastián a una visión fresca de situaciones de la vida cotidiana que, con el aporte del director Hernán Guerschuny, adquieren otra dimensión. De esta manera, la trama y las temáticas van cambiando capítulo a capítulo, mezclando localismos con la fórmula de las sitcom y coqueteando en algunos momentos con elementos fantásticos. Eso sí, cuando eso pasa, sus responsables accionan un airbag que mantiene el compromiso de realismo y, de paso, cuida mucho la consigna de hacer humor sin ofender y sin caer en los estereotipos. Todo un logro.