Apache: la vida de Carlos Tevez cuenta en ocho capítulos la cinematográfica historia del futbolista argentino: desde su carenciada infancia en Fuerte Apache, rodeado de pandillas y violencia, hasta su debut en el club de la Ribera.
Disponible en Netflix desde el 16 de agosto, la biopic fue dirigida por Adrián Caetano y cuenta con un elenco de lujo integrado por Alberto Ajaka (46), Sofía Gala, Vanesa González, Diego Pérez, Patricio Contreras y la presentación de Balthazar Murillo, el joven que fue elegido personalmente por Carlitos para interpretarlo.
Durante casi cinco meses, los actores y el equipo de filmación se instaló en el Barrio Ejército de los Andes, y Ajaka habló con Ciudad de la experiencia de encarnar al padre adoptivo de Tevez.
-Contanos de tu personaje.
-Hago de Segundo Tevez, que es el tío de Carlos, que se convierte en el padre... que es el padre, en definitiva. Tuve la posibilidad de conocerlo para entender un poco los tonos. A sabiendas de que lo que se está contando es la épica de su hijo y entender su impronta: el trazo y el gesto del personaje. Segundo no es una figura pública, entonces uno puede tomarse algunas licencias. Para mí lo más importante era entender su naturaleza y para eso me ayudó bastante la dirección de Caetano.
-¿Cómo es eso?
-Había una demanda de austeridad en el histrionismo, en la gestualidad y en los tiempos. Segundo es un hombre del Interior y tiene un tiempo particular para que el personaje pase por las escenas. El guion también propone eso. Hay una cosa más pictórica que es una foto que vi del secuestro del padre de Carlos. Está Segundo, así gordo y robusto como es, arriba de las rodillas de su hijo, ya adulto. Y esa foto me impactó mucho, siempre me conmovió. A sabiendas de que se trataba de un un hombre rústico y duro en una situación muy tierna con su hijo. Es como una especie de fresco familiar.
"Ocurrieron algunas cosas, pero no nos rozaban. El Fuerte es muy grande así que nunca estuvimos en una situación en la que corriéramos peligro. Hay una cuestión atmosférica: de día la vida fluye a borbotones, y de noche se pone más sórdida".
-¿El hecho de que Segundo Tevez no sea una figura pública te da más libertad al no tener el público un punto de comparación?
-Supongo que es más cómodo para el espectador, en todo caso. La complejidad la tiene Balthazar y me parece que la cumple con creces. Hay un ojo puesto en mí, pero no hay mayor compromiso que con el hecho de haberlo conocido a don Segundo, con la demanda de Caetano, y con la demanda del guion. También es cierto que -por lo menos los espectadores argentinos- no estamos tan acostumbrados a las películas o miniseries biográficas. Lo que hace que se acepte una composición de un personaje real no es solamente la interpretación del actor, sino la totalidad del objeto.
-Y que se haya filmado en Fuerte Apache.
-Claro, en ese sentido, el hecho de que esté realizado y filmado en el Fuerte es una condición muy potente. No se puede separar a Carlitos “el Apache” Tevez con el Fuerte Apache y con la serie Apache. Para mí es una unidad y hay una inteligencia en la decisión de narrarlo ahí. De filmarlo en esos patios, en esas galerías, en esos interiores con los actores, los técnicos y el director contaminándonos, en el mejor sentido, de esa atmósfera y desde ese clima. Es un lugar con mucha identidad el Fuerte Apache, el Barrio Ejército de los Andes.
-¿Se vivió en algún momento alguna situación de tensión?
-Bueno, se pone medio picante, sí... Nosotros estábamos protegidos, por supuesto. Ocurrieron algunas cosas, pero también es cierto que cuando vas con una unidad de filmación y te plantás en un buen barrio, las primeras horas del primer día está todo bien. Pero después la gente se aburre de que estés molestando en su vida cotidiana… Y nosotros estuvimos cuatro meses y medio. De golpe, estábamos filmando y había 150 personas mirándonos con sus vidas a cuestas: saliendo del colegio, con la música, yendo a comprar al almacén, 50 pibitos dando vueltas, especialmente a ‘Balti”. Y cuando decían ‘silencio’, se hacía silencio. Pero no el primer día, sino también en el tercer mes. Yo no sé cómo lo lograban, pero se daba.
"En el Fuerte Apache hay un orgullo colectivo porque el lugar tiene una identidad propia. Ahí era como una cosa de ‘está todo bien, hagan lo que ustedes están haciendo, que es Apache. Y Apache es Carlos Tevez y esto que somos nosotros’".
-¿Por qué creés que es así?
-Es un código sostenido con mucha fe, mucha creencia y orgullo. Y eso es así porque el lugar tiene identidad. Es decir, ese orgullo colectivo se da porque el lugar tiene una identidad propia que en otro lado no lo podés sostener. En todo caso, habrá un vecino que está a favor y después otro que se pone mal. Ahí era como una cosa de ‘está todo bien, hagan lo que ustedes están haciendo, que es Apache. Y Apache es Carlos Tevez y esto que somos nosotros’.
-¿Y cuando la situación se ponía áspera había alguien en el equipo que funcionaba como mediador?
-Áspera no, no nos rozaba. El Fuerte es muy grande, así que podía ocurrir algo por ahí cerca, pero no estuvimos nunca en una situación en la que corriéramos peligro. Hay una cuestión atmosférica: de día la vida fluye a borbotones, y de noche se pone más sórdida.
-¿Qué fue lo que más te impactó de la historia de Tevez?
-Tiene una épica, que es la que conocemos y es la que se ve en la serie al detalle y en un entramado en el que se narran otras épicas. Creo que entiendo más al personaje, que es un tipo que tiene piedad por sí mismo y se puede reír de sí mismo. Y esa me parece una condición humana extraordinaria. Aquel que se puede reír de sí mismo y se tiene un poco de piedad, me parece que ganó en sabiduría.
Cámara y edición de videos: Leandro Bevilaqcua.