Desde hace unas semanas, Adriana Salonia volvió a la TV en El primero de nosotros, una ficción en la que le tocó transitar un personaje al que supo encontrarle la vuelta y que, gracias a su pericia, se ha transformado en uno de los preferidos del público.
En la ficción, Adriana es Mariana, la esposa de Nacho Reinoso (Damián De Santo), un empresario que, tras dos décadas de matrimonio, descubre que está enamorado de un hombre.
Ante esta revelación, el personaje de Salonia comienza un camino que, en lugar de ubicarla en el lugar de villana, le ganó empatía del público en la calle.
En una charla con Ciudad, la actriz contó cómo logró construir una familia de ficción creíble en medio de la pandemia, sobre la buena recepción que tuvo su personaje entre el público, y también sobre el futuro de las ficciones argentinas en la era del streaming.
-De un día para el otro apareciste en dos de las ficciones más publicitadas del país: El primero de nosotros y Los protectores.
- Ay, en Los protectores me contagié covid y mi personaje quedó medio desdibujado porque cuando me tocaban las escenas más lindas me enfermé. ¡Un pena!
-Noche a noche captás la atención de los seguidores de El primero de nosotros con un personaje más que interesante, que sin llegar a ser una villana, está todo el tiempo al borde de la explosión.
Yo pensé que iba pasar eso, aunque con el showrunner Jorge Bechara y los autores hablamos de no hacer el cliché. Y finalmente, lo evitamos desde el guion, desde la composición con los directores Pablo Vásquez y Pablo Ambrosino. La idea era no ir a lo conocido. Hacíamos varias versiones de una misma escena y después quedó en manos del equipo de los editores y del showrunner elegir qué era lo más conveniente para lo que estaban buscando.
Súper cuidado…
Sí, hicieron un muy buen trabajo porque ahora que veo los capítulos al aire, me acuerdo de todas las tomas que hice y por qué fueron elegidas las que salieron.
¿Cuánto tiempo tardaron en grabar los 60 episodios?
Desde que hicimos la previa, que fue en marzo, hasta septiembre de 2021. Fueron como siete meses porque solo hubo dos casos de covid en todo ese tiempo, que en ese tiempo era algo que atrasaba las grabaciones. Nos testeaban todos los días, estuvimos muy cuidados.
¿Cómo construiste tu personaje y esa familia que forman en la ficción con Damián De Santo, José Giménez Zapiola y Federico Pezet?
Damián De Santo es mi amigo hace 30 años así que cuando me dijeron que era con él me alegré porque no hay mucho que componer porque el vínculo está intacto. Simplemente había que reavivar el fuego y está todo ahí. Así que con Damián a la cabeza, la cosa era más fácil. No te puedo explicar, porque Damián es tan buena persona además de un actor lleno de matices, es alguien que trata a todos por igual, desde un extra al directivo de un canal. Es alguien amoroso y con los pies en la tierra. Y los chicos hicieron un casting y se lo ganaron en buena ley porque son dos bombones y re buenos actores, y enseguida nos abrazamos porque estábamos súper conectados. Además, estaba el tema de que se grababa en burbujas, entonces yo estaba siempre con “mi familia”, así que todo sumaba.
Te salió redondo el trabajo…
Fue una cosa de mucho disfrute, y tuvimos esta intimidad que da el grabar sin estar en el aire, porque a veces una tienen miedo y otras termina siendo una bendición. Se genera un clima de mucha intimidad y de trabajar muy libremente porque no está la exigencia del resultado, si bien uno sabe qué se va a mostrar. Se genera algo muy mágico porque no se siente la presión del aire y te entregás a lo que te piden los directores y vas para adelante.
¿Cómo es la reacción de la gente en la calle?
Salgo a la calle y me paran por el barrio. Es lo lindo de la novela argentina que funicona bien y que gusta, porque si no, no te dicen nada. Es un termómetro muy lindo la calle porque aparece el cariño y la empatía que yo genero con este personaje. Me dicen “¡ay, me da tanta pena lo que te pasa!”. Yo he hecho villanas y recuerdo que el comentario era “¡ah, qué mala que sos!”. Ahora me dicen “tengo una prima o una tía a lo que le pasó lo mismo”, es como que generó mucha empatía el personaje y eso está bueno. Es una historia que, por más que se digan cosas, siempre se puede contar mejor. Es muy lindo lo que está pasando, por eso te digo que estoy muy sorprendida y feliz con la aceptación y el cariño que recibo de la gente en la calle.
¿Vos crees que todas las series que se hagan a futuro en Argentina van a seguir este formato en el que, pese a que se sitúa en este país, se entiende en toda Latinoamérica porque no tiene localismos ni tanta carga local?
Las de Telefe están apuntando a eso y creo que lo logran muy bien. De hecho sale en Paramount+, o sea que está pensado para eso. Cuando nos llamaron nos contaron que había sesenta capítulos que ya estaban escritos, que no había que inventar ni agregar, porque la historia ya estaba completa. Los autores, Ernesto Korovsky, Romina Moretto, Micaela Libson y Juan Ciuffo, nos explicaron todo y fue tal cual, y eso nos dio mucha tranquilidad y libertad a la hora de componer.
Ya sabés que todo tiene un comienzo y un final, las situaciones no se estiran…
Claro, fíjate que en el capítulo cinco yo ya me entero a mi esposo le gusta otra persona y después descubro que es un empleado. Y fíjate cómo vamos siempre a lo hétero, porque Mariana (su personaje) primero piensa que es otra mujer.
Entonces, para vos este cambio de formato de hacer ficciones con miras a los mercados externos es algo que llegó para quedarse en lugar de los clásicos formatos locales.
Me gusta mucho este formato porque es una ficción que sale al aire y la podés encontrar en plataformas. Yo hace siete años que hago plataformas pero el cariño de la gente lo ves con el aire. O sea, que a mí, me gustan las dos cosas.
¿O sea que las ficciones no corren el riesgo de perder su argentinidad?
Cuando están bien escritas siempre es universal. Las cosas que nos pasan son las mismas. Es cuestión de saber contarlas bien y encontrar el hilo que funcione. Para mí, es eso.