Estudió periodismo y psicología pero, sin terminar ninguna de las dos carreras, descubrió su verdadera pasión de la mano de la actuación. Y no se equivocó.
Pero quizá por su cercanía al psicoanálisis, el actor -que tomó increíble popularidad después de su papel en El Elegido-, no tuvo ningún problema en asumir un drama que le costó mucho tiempo superar: la depresión.
“Muchas veces se me cruzó por la mente la fantasía de matarme, de terminar con todo. Daba vueltas pensando en qué lugar lo haría y en qué lugar no…”, confesó duramente Ludovico a la revista Semanario. Y sumó: “Me acostaba diciendo 'ojalá que mañana no me despierte'. Y me despertaba diciendo: '¡La con… de mi madre! Me desperté'. Por suerte, después vino la intensidad hacia la vida, hacia lo que realmente me gusta y quiero hacer”.
Ya recuperado de tan difícil situación, Ludovico se enfoca en lo que más lo apasiona: su trabajo. Por eso, y a modo de concluir con la oscuridad del tema, relató: “Fui tanto para un lado que, ahora, voy para el otro con la misma fuerza. Siempre fui así”, se autodefinió.