"Es demasiado salvaje cómo se vive acá adentro", había publicado Rocío en un extenso confesionario virtual de despedida. "Quiero irme", le dijo a Gran Hermano. Y se fue, nomás. Por segunda vez. En esta ocasión, por decisión propia. Sin glamour, sin gala, sin multitud en la puerta.
"Mi cabeza no da más... me tengo que ir ahora. Me siento triste y tengo miedo, no puedo estar encerrada un minuto más", escribió en uno de sus últimos tweets, pocas horas antes de decir adiós. "Siento ataques de pánico", llegó a confesarle a Cristian U. y Jony K., sus aliados en una casa donde "no se puede respirar en este ambiente", según describió la primera (y ahora última) en salir del hogar televisado. La primera vez duró 14 días. Ahora, sólo 10.
Una vez tomada la decisión, Rocío esperó (im)pacientemente la llegada de sus familiares. "Lo hago por mi salud", les explicó a sus pocos compinches del "adentro". El resto de la casa miraba de reojo, en la suya, restándole importancia al abandono. Tan sólo hubo algunos besos de compromiso con ellos.
"Hay mucha gente que se está matando por el premio. Y a mí eso no me va, por eso me voy. Tengo una muy buena vida afuera", disparó antes de irse por la puerta que -tal vez- se les vuelva a abrir a otro de los ex participantes. "Que vuelva Emanuel o Jésica", tiró Martín Pepa.
Y se fue Rocío, nomás. Por segunda vez. Más rápido que la primera. Y sin el glamour con el que sueña abrazar arriba de las tablas.