Gustavo Kupinski no era de hablar con los medios. De vez en cuando tomaba coraje y se animaba. Pero no era lo suyo. Siempre fue un chico de barrio, que nació y se crió junto a los más cercanos. Que disfrutaba estar con sus amigos y tocar la guitarra todo el día.
Alcanzó la fama gracias al éxito con Los Piojos. Así, se convirtió en uno de los guitarristas más reconocidos de la Argentina. La banda del Palomar se separó en mayo de 2009, pero él siempre los llevó en su corazón. Tavo mantenía su esencia.
Se la tuvo que rebuscar para seguir deleitando a sus fanáticos en un escenario. Y como buen insistidor tuvo su premio: Germán Daffunchio, líder de Las Pelotas, le ofreció colaborar con la banda. Gustavo no dudó en aceptar la propuesta. Él sentía que volvía a disfrutar de su primer amor: la guitarra.
La muerte le llegó muy joven. Sólo tenía 36 años. El rock está de luto. La última nota se la dio a Clarín, el 30 abril de 2010, y no tiene desperdicio:
-¿La salida de Piti, meses antes de la separación de Los Piojos, fue lo que más te dolió?
-Lo de Piti fue como un boxes de Fórmula 1: vinieron los mecánicos expertos, lo cambiaron y seguimos andando. Fue una situación horrible, donde se estaba yendo el padrino de mi hija y yo estaba "educando" al otro guitarrista. Era el único que podía pasarle los temas a Juanchi (Bisio), eso era un problema para el resto. Musicalmente, siempre fui el que llevó la batuta, el apuntador del grupo. Ahí se ve el trabajo de cada uno: los arreglos de los temas los tengo tatuados, los tengo metidos adentro del cuerpo. Nunca me los voy a olvidar. Es una cuestión de cariño y de entrega absoluta.
-Después de que se fue Piti, había rumores de que seguías vos.
-Sí, pero no me iba a ir así nomás, me tenían que sacar con los pies para adelante. Los Piojos son míos. No soy "el ex guitarrista de Los Piojos": soy Los Piojos. Es mi banda, porque legalmente el nombre está registrado por cinco personas y una soy yo. No voy a regalar nada porque no me banque a uno. Así como Andrés nos veía como sus guitarristas, yo también puedo decir que él era el cantante de mi banda.
-¿Cerrás las puertas para cualquier regreso?
-No hay posibilidad de volver de mi parte. La única chance sería que venga un tipo y me diera un palo verde. Yo voy y toco, nada más. Hoy en día, para compartir un escenario con Andrés, y que Pocho esté en la movida, me tendrían que dar mi parte. Iría a disfrutar con mis amigos: no podemos volver sin Piti.
-¿Y una vuelta sin vos?
-Ellos la deben estar imaginando. En el mundo empresarial existe de todo. Pero no soy boludo, yo sé lo que es mío. Si van a volver sin mí alguna vez, va a tener que pasar mucho más tiempo.
-¿Cómo viviste la despedida?
-Con bronca. El River anterior, que fue el Quilmes Rock, le dediqué Sudestada a Piti y cuando volvimos a la sala, me lo recriminaron todos. Entonces, en el último recital, primero que no me presentaron, pero dije que la cantaba igual, y después remarqué "Para Piti", mirándolo a Micky a la cara. Me salió de adentro, ¿te pensás que me vinieron a decir algo después? Nada, porque yo te salto con una patada voladora en la cabeza. No tengo términos medios, no hay calles para mí: es una vereda o la otra.
Tavo hace carne la metáfora en una esquina de su barrio, sentado sobre el cordón: más literal, imposible. Pasan camiones con un smog insoportable. "¿Tenés fuego?", pregunta y uno llega a confundir la literalidad con lo abrasivas de sus declaraciones. "Desde fines de 2004, el grupo se convirtió en una empresa que facturaba espectáculos grandes. Hace rato que no éramos una banda: mucho antes de que dejáramos de tocar". Pero aclara: "No somos cinco islas, no somos cinco personas distanciadas y en desacuerdo. O sea: en una gira estábamos todos en una habitación, menos Andrés. Siempre fue así, marcando la diferencia. El problema no es de Los Piojos. Hay dos personas que tomaron otro camino. El resto la chuparemos y la remaremos toda la vida por no ser la cara visible del grupo".
-¿Creés que Andrés como solista va a tener más éxito que los proyectos de ustedes?
-¿La verdad? Si le va bien por su lado, me voy a sentir bien porque fue gracias a mí también. Si no hubiera existido Los Piojos, Andrés no sería nadie. Yo, con tocar la música que quiero, con que me gusten los temas, estoy hecho. Si me va bien, mejor. Pero si no, siempre voy a tocar la guitarra, no me veo haciendo otra cosa.
-¿Cómo te sentís tocando en Las Pelotas ahora?
-No puedo creer estar ahí, siempre fui muy fana de ellos. Los iba a ver desde antes de que grabáramos Chactuchac. Germán (Daffunchio) es un ángel y los pibes son increíbles. Recibí un reconocimiento que jamás hubiera esperado. Ahí me di cuenta: "¿Por qué nunca me pasó esto con mis compañeros?". Nunca me reconocieron nada: Andrés me ponía a prueba todo el tiempo. Ahora me voy de gira con Las Pelotas y la paso cien veces mejor, no tengo presiones. Los Piojos es mi pasado y tuvo cosas hermosas, pero hoy, si me preguntás, me quedo con Las Pelotas.