Karate Kid parece una película hecha en los años ‘80. Y esto debe ser leído como un elogio. Da la impresión de que el realizador -el holandés Harald Zwart- entendió que hay algo en la lógica del filme, en su narrativa y estética, que hace que sea sensato transmitir esa sensación sin ningún tipo de ironía, distancia o estilización. Sí, es cierto, se trata de una remake de un filme de 1984, pero podría haber sido arruinada tratando de “adaptarla” a la estética contemporánea.
La trama del filme, en lo principal, se mantiene casi idéntica al original. Lo que han cambiado son los escenarios y la circunstancias. Y la edad del protagonista. Dre Parker (Jaden Smith, el carismático hijo de Will Smith y Jada Pinkett) tiene 12 y no 16, como tenía el personaje de Ralph Macchio. Con su madre no se muda a la costa oeste de los Estados Unidos sino a China. Y, fundamentalmente, no aprenderá “karate” sino “kung fu”, lo cual deja al título del filme en un absurdo equívoco cultural.
Además de eso tiene a Jackie Chan en el rol del maestro Han, el solitario y taciturno portero del edificio al que Dre y su madre se mudan cuando llegan a Beijing. El pequeño Dre es maltratado por un grupo de chicos después de que lo ven conversando con una niña. Tras una serie de golpizas - kung fu style - en el colegio, Han sale en su ayuda y, solito, detiene a los cinco chicos. Dre le pide que sea su maestro y, tras negarse varias veces, finalmente Han termina aceptando.
La educación en las artes marciales no será fácil para Dre, ya que Han le propone acciones repetitivas y aburridas como colgar y descolgar una campera. Pero, claro, todo tendrá sentido cuando Dre vaya a competir en un torneo de kung fu contra sus enemigos y lo aprendido funcione de maneras inesperadas.
En el medio, Karate Kid (que, para no ofender sensibilidades, se estrena como Kung Fu Kid en todo Asia) tendrá tiempo para convertirse en un folleto turístico de China (es una coproducción que servirá para abrir mercados), para contar una serie de minidramas familiares (de Dre, de Han y de su noviecita) y para funcionar como clásica épica deportiva con enseñanza incluida.
Si bien 140 minutos son demasiados casi para cualquier cosa, el filme nunca aburre (tampoco sorprende, eso es cierto) ni molesta. Algunos esperarán más “acción” de parte de Chan -que tiene un rol relativamente secundario-, y otros considerarán que los protagonistas son demasiado chicos tanto para los golpes que se dan (incluyendo algunas fracturas) como para el conato de romance que surge entre el precoz Dre y su novia china. Pero, más allá de eso, la película funciona como un regreso a cierta estética “ochentosa” que uno ya creía abandonada para siempre. Hacer un programa doble con el show de Peter Cetera sería el plan más apropiado.
Fuente: Clarín