Mientras sus compañeritos de primer grado jugaban a ser ladrones o policías, a la mancha o a la escondida, uno de ellos, Tom Taranto, teloneaba a A.N.I.M.A.L en Cemento. Su papá era el manager de la ex banda liderada por Andrés Giménez, pero eso no le quitó mérito. Fue él solito el que aprendió a domar un bajo casi tan grande como su cuerpo y quien se animó a tocar frente a un público distinto al de las típicas obritas escolares. Años más tarde, en el garage de su abuela Diva, junto a Nicolás, su primo, jugaban a ser estrellas de rock. Y de tanto insistir, el sueño se hizo realidad. Al poco tiempo, León Gieco los apadrinó invitándolos a ser banda soporte de la presentación de "Bandidos rurales". Después, vinieron las grabaciones de sus tres discos (el último producido por Sony-BMG), giras nacionales y ahora lo que les faltaba: cultivar su público latinoamericano.
Al encuentro en un barcito de Plaza Serrano, Infierno 18 llega con retraso. "Ya deben estar por venir. Están terminando de hacer los trámites para salir del país", explica su manager, Ramiro González. Diligencia algo complicada, al tratarse de tres menores de edad. Finalmente, Tomás Taranto y Sergio Federico Munich arriban a la cita. Se sientan y piden cinco minutos de recreo antes de empezar la entrevista. Piden permiso también para dejarse los anteojos negros, ni por el sol ni por la gente que les da asco. "Estamos fulminados", dicen y sobre eso no dan explicaciones.