Jean, zapatillas blancas, sonrisa fresca. Paula Bernini aparece por la redacción de Artear (compartida entre otros por TN, eltrece y Ciudad Magazine), saluda a muchos de sus compañeros, charla con otros. Recién llegada de un viaje por nuestro país, se sienta súper dispuesta a hablar de su intimidad detrás de las cámaras.
La periodista nos cuenta sobre su carrera, su vida, su familia, el amor y los viajes. Además, la historia imperdible sobre cómo consiguieron el motorhome para recorrer el país durante la cuarentena.
-¿Cómo estás, Paula, cómo son tus días en este momento?
-Muy bien, ahora en Buenos Aires durante la semana así que nos encontramos para hacer esta nota en la redacción. La idea es estar los domingos al aire, haciendo un especial de diferentes localidades de nuestro país. Entonces, me está llevando casi todo el fin de semana.
-¿Con qué te encontrás en tus viajes?
-Bueno, la gente siempre está ahí. Primero, ya saben el recorrido muchas veces, así que medio me están esperando. Me encuentro con tanto cariño, tanta bienvenida... mucha gente me dice: “estábamos esperando que llegues, estábamos esperando que vengas”. A veces no entendía el por qué y me respondían “sabemos que vas a contar nuestro pueblo, nuestra localidad, de la mejor manera”.
“Me veo más popular que famosa. Siento que, más que nada, a la gente le gusta salir en la tele, mostrar su localidad, el lugar donde vive, porque es una manera de, como dicen ellos, existir”.
-¿Cómo te llevás con la fama?
-Yo me veo más popular que famosa. Y la verdad siento que lo hago con la ayuda de la gente. No hay manera de hacerlo si no es con la gente. Siento que, más que nada, a la gente le gusta salir en la tele, mostrar su localidad, el lugar donde vive, porque es una manera de, como dicen ellos, existir.
Muchas veces nos olvidamos del interior del país y pareciera como que determinadas localidades no tienen lugar en las noticias. Entonces, cuando vos vas, no solo te dan la bienvenida, sino que están agradecidos de que vayas.
-¿De qué manera te hacen sentir bienvenida?
-Mirá, aprendí que para todo el país, sea el norte, el sur, el centro, dar la bienvenida y las gracias es a través de la comida. Así que, de alguna manera, todos estos kilitos se los debo a la gente (risas).
A cada lugar al que vamos, la gente quiere que pruebes lo típico del lugar. Entonces, te pasa que estás en determinados lugares y te dicen, “vos tenés que probar esto”. Y capaz sentís que ya lo probaste en otro lado, pero te dicen “no, no, no. El de acá, el de acá”.
Entonces, voy comiendo y mordiendo un poquitito de todo, pero yo siento que eso, de alguna manera, también es cariño.
-¿Y vas preparada para eso? Porque imagino que no se puede despreciar nada.
-Claro, no hay forma de decir “gracias, ya comí” o “no quiero”. De alguna manera es como un desaire. Así que lo que trato de hacer, si yo sé que el programa va a ir de 5 a 6 los domingos, antes trato por lo menos de comer livianito para llegar a esa hora y poder darle un mordiscón a cada cosita.
-Hablando de la preparación, ¿cómo es en los viajes, cómo te las ingeniás? ¿Cómo es tu valija?
-Ahora me pasa que me está complicando muchísimo el tema de los domingos porque a mí me gusta estar con mi familia, con mis amigos.
Los domingos, de alguna manera, te abarcan todo el fin de semana. Tengo que salir el viernes y vuelvo el lunes.
Entonces, estoy esos cuatro días fuera de mi casa y voy a contramano de mis seres queridos. Pero bueno, obvio que me gusta lo que hago, lo disfruto mucho.
El tema de la valija la verdad se me complica porque el domingo, sé que voy a estar vestida durante una hora de una manera. Pero, como nosotros arrancamos desde muy temprano y a veces, no sé, hacemos un deporte extremo que hay en el lugar, tengo que llevar desde ropa cómoda hasta remera, camperita, rompeviento.
Siempre me llevo un abrigo por las dudas, eso sí. Así que mi valija es bastante variada.
-Imagino que aprendiste algunos tips para no llevarte un montón de cosas.
-Sí, lo que trato de hacer es de combinar. Entonces, digo “este pantalón va con estas dos remeras”. Después, las zapatillas son infaltables. También llevo siempre un jean, un short y no me olvido para nada del secador de pelo. Me cuesta un montón todo lo que es maquillaje y peinado y me lo hago yo cuando viajo.
Presto mucha atención a cómo me lo hacen las chicas y los chicos del canal, cómo me maquillan los ojos o cómo me trabajan la piel. Entonces, bueno, trato más o menos de imitarlas.
Son detalles que no son menores que está bueno contarlos porque quizás los que te ven saben que vas con todo un equipo, pero no es que vas con tu maquilladora, tu peinadora, vas viendo vos más o menos ahí.
Trato de estar prolija y acorde. Siento que esto del periodista vestido de traje y corbata y marcando una distancia con el entrevistado no va más.
La gente aprendió que no soy lejana a ellos, sino que estoy de igual a igual y no pasa nada, no hace falta que tenga ni la mejor zapatilla, ni la mejor remera, solamente tengo que estar cómoda para poder contar el lugar de la mejor manera.
“Siento que esto del periodista vestido de traje y corbata y marcando una distancia con el entrevistado no va más. La gente aprendió que no soy lejana a ellos, sino que estoy de igual a igual”.
-¿Cómo es el tema de los viajes? ¿Siempre van en el móvil o también viajás en avión?
-Está la fantasía de que yo viajo en el motorhome, porque durante la cuarentena lo hicimos. Entonces la gente tiene esa fantasía y muchas veces me dicen, “¿dónde está el motorhome?”.
Pero la realidad es que nosotros no vamos siempre con el motorhome porque eso se dio en un momento donde no teníamos dónde dormir, teníamos que ser el grupo de aislamiento, etc.
Ahora muchas veces vamos en un móvil satelital que es una camioneta en la que tenés una antena satelital que te permite salir desde cualquier parte del país.
Como estamos haciendo viajes solamente los fines de semana, lo que estoy haciendo yo es ir en avión. Voy el viernes o el sábado para preproducir un poco y ya después el lunes me vuelvo, también en avión.
-¿Cómo es tu equipo?
-Es un grupo como de 30 que van rotando. La realidad es que sin ellos no podría hacer nada. Para mí hoy los chicos del móvil son parte también de la cobertura. Y lo que les digo yo siempre también es que mis coberturas se cuentan a través de lo que ellos muestran.
Por supuesto que soy la cara visible, pero no soy la más importante. Para mí, todos tenemos el mismo grado de importancia. Está el que está sentado en el móvil y tiene que elegir qué cámara ponchar, el que está grabando, los camarógrafos, el dronero que está mostrando ese lugar en su esplendor.
Así que para mí, estamos todos al mismo nivel.
-¿Cómo es la relación en los viajes? Te escuché decir que ¡por supuesto! hay roces habituales.
-Mirá, nos hemos peleado hasta por una bombilla. Muchas veces te traen un regalo y por ahí yo termino el móvil y mi mamá me dice, “traémelo”. Y capaz ya la ubicaron. Entonces empieza ahí un intercambio ja, ja.
Pero, te digo la verdad, hoy somos amigos. Es como cuando te permitís con un amigo ser franco: podés discutir, pero sabés que va a estar todo bien al final y que a la hora de trabajar, a la hora del aire, todos estamos tirando para el mismo lado.
Nunca, jamás sentí que uno de ellos tire para atrás. Y me ha pasado de estar enferma o estar alguno de ellos enfermos y en el momento del aire vos decís, “mirá este pibe con fiebre lo que está haciendo”. Más allá de que lo hace por él y porque a cada uno nos gusta lo que hacemos, lo hace por el grupo.
-Más allá de la importancia de todos, tenés que reconocer que sos como la cabeza del equipo. ¿Cómo te llevás con ese rol?
-Soy bastante tirana, mandona. Pero debo decir que ninguno de los que viaja conmigo no tiene carácter para defenderse. Muchas veces es : “¿a dónde vamos, qué hacemos, qué contamos?”.
Y por ahí a ellos les encanta la naturaleza, el agua. Entonces, siempre tiran para el lado de un camping ponele. Pero hay veces que yo quizás quiero mostrar otra cosa, tal plaza o tal lugar.
Y ahí empieza “que no”, “que sí”, “que no”. Y gana Paula. ¡Termino ganando yo! Pero no sé si gano o ellos directamente lo que hacen es, “dale, Paula, vamos a hacer lo que vos querés”.
La verdad es que yo me siento apoyada y acompañada por ellos. Me siento cuidada por ellos. La mayoría de las veces se hace lo que yo digo, pero yo también los escucho mucho.
Y yo también los incorporo a la producción, porque creo que ellos conocen la dinámica de esta cobertura y también son el espíritu de esta cobertura.
-¿Cómo llegaste a este lugar, Paula? ¿Veías mucha tele de chiquita, quiénes eran tus referentes?
-Mirá, crecí viendo el periodismo de Jorge Lanata. De hecho, cuando tuve la oportunidad de trabajar con él o cruzármelo acá en el canal, era como de verdad estar trabajando con una figura, un referente de todo el periodismo, pero también de toda mi carrera periodística.
Me fui cruzando en este camino con otros referentes también, porque trabajé con María Laura Santillán, con Juan Miceli en Tenenoche Investiga, con Sergio Elguezábal, Miriam Lewin, Luis Otero, mucha gente que ya era de renombre. Así que pude tener lindos referentes.
“Soy bastante tirana, mandona. Pero debo decir que ninguno de los que viaja conmigo no tiene carácter para defenderse. Por ahí a ellos les encanta la naturaleza, pero hay veces que yo quizás quiero mostrar otra cosa, tal plaza o tal lugar. ¡Termino ganando yo!”.
-¿Y cómo fueron tus comienzos?
-Empecé en desgrabando cámaras ocultas en Tenenoche Investiga y a partir de ahí me fui haciendo un lugar. Estaba en la facultad y lo único que había ahí era un estudio de radio en la facultad de la Matanza.
Pero cuando ingresé acá, había ganado una pasantía en TN, en el programa de Canela. El tema es que se me dificultaba porque tenía que venir de día y yo estaba estudiando y también estaba en la radio de la facultad.
Así que me propusieron desgrabar en un programa que iba a empezar que era de investigación y resultó ser nada más y nada menos que Telenoche Investiga para Canal 13.
En realidad, el trabajo era como más menor de la pasantía que me había ganado, pero eso hizo que yo empiece muy de abajo. Hoy todos los que me conocen saben que yo me fui ganando escalón por escalón.
Empecé como asistente de producción de María Laura Santillán, de Juan Miceli. Después desgrababa las cámaras ocultas, los acompañaba a la nota. Y a los dos años me proponen hacer mis propias entrevistas. Así que hice muchos casos policiales resonantes de la Argentina.
Y en un momento, cuando ya pasó María Laura Santillán a conducir TN, empezamos a hacer TN especial. Más tarde me propusieron hacer con Nelson Castro para TN alguna que otra nota para presentarla.
-¿Siempre quisiste trabajar delante de cámara?
-No, para nada. Siempre me gustó más la producción.
-¡Menos mal que no querías ser famosa!
-Ja, ja. Sí. Y todo cambió cuando en 2020 vino la cuarentena e hicieron un relevamiento de quiénes podían trabajar, quiénes no tenían enfermedades preexistentes, quiénes no vivían con personas de riesgo. Había muchos requisitos.
Entonces yo, que vivo sola, dije que sí, que podía trabajar. Y empezamos a hacer notas en todos los lugares que estaban abiertos: farmacias, ferreterías, lugares gastronómicos.
Pero me sentía como una policía del COVID. Entonces me di cuenta que lo que yo estaba haciendo en la tele y preguntando si de verdad vos habías venido con un justificativo a la ferretería, en mi casa pasaba también.
Mi papá salía a la ferretería sin ningún justificativo, solo por el hecho de salir un rato. Y como le pasaba a mi papá, le estaba pasando a todos los argentinos. Entonces le propuse a Ricardo Ravanelli (director de noticias de Artear) recorrer el interior del país.
Estábamos muy enfrascados en lo que era Capital Federal y el conurbano. Y me fui con el móvil.
“Estuve en el caso Guadalupe y en el caso Loan y no puedo creer que en la Argentina haya trata de personas o que desaparezca un nene de 5 años y no sepamos nada”.
-¿Te acordás cuál fue el primer lugar al que fuiste en pandemia?
-Sí, a Tomás Jofré, en Mercedes. Y como estaba todo tan encerrado, me pasó que quería ir al baño y claro, nadie te abría un baño. Querías comprar algo, no había dónde comprar nada.
Lo hice uno, dos, tres días y vine llorando. Era mucho sacrificio aguantar ir al baño, cuidarse del COVID. Entonces le digo a uno de los chicos, Hernán Pereira, que es el jefe del móvil, “qué difícil esto, no lo vamos a poder hacer”. Y ahí me dice: “si vos conseguís un motorhome, lo hacemos”.
¿Pero cómo iba a conseguir un motorhome yo? Y ahí me pasó el dato del primo de un amigo, que no sé qué, que tenía unos micros que trabajaban para el Dakar. Así que lo fuimos a ver: tenía seis micros enormes, ¡más grandes que mi departamento!
Con ocho habitaciones, tres baños, se extendía un metro para afuera estando estacionado. Era enorme.
Entonces le pregunté cuánto me iba a salir eso, porque tenía que venir a la gerencia y decirle, “mirá, hay que poner tanto”. Y me dijo, en todo ese contexto de cuarentena, que los tenía parados, sin trabajar.
Así que nosotros teníamos que encargarnos solamente del sueldo del chofer, del combustible, de los gastos.
Así que bueno, me encontré con ese bicho tremendo para recorrer el país. Ahí busqué a los chicos, a ver quiénes también no estaban dispuestos a viajar conmigo, y se armó un grupo súper lindo.
-¿Cuántos kilómetros recorrieron?
-En un solo viaje hicimos 13.000 kilómetros. La verdad que fue increíble todo, cómo la gente nos esperaba. No lo podía creer realmente. No avisábamos adónde íbamos a estar para que la gente no rompa el aislamiento. Entonces, parábamos en una esquina y donde estábamos tratábamos de armar rápido el móvil, que estaba dentro del motorhome, y la salida la hacíamos ahí, alrededor. Pero averiguaban. Y en 15 minutos llegaba gente de todos lados. Era impresionante.
La intimidad, la emoción y el detrás de cámara
-¿Recordás alguna anécdota especial?
-Me quedó muy marcado un vez que llegamos a Altagracia, en Córdoba. Paramos el micro, armamos todo, hice la salida y también la idea era recoger todo rápido, para poder irnos y que no se junte gente.
Estábamos juntando todo y para un Peugeot blanco, me acuerdo como si fuera hoy. Se baja una señora medio corriendo y me dice: “Paula, Paula, ¿vos te querés sacar una foto con mi hijo? Porque mi hijo se quiere sacar una foto con vos”.
Le dije que sí, supuesto. Entonces la mujer vuelve al auto, veo que abre la puerta de atrás y medio como que quiere sacar al hijo a los empujones, porque no bajaba. Entonces se baja también el acompañante, que no sé si era el padre, el amigo, el remisero.
Y entre los dos lo bajan como empujando al chico. Me quedo mirando y cuando lo tengo a un metro de distancia, le digo a la madre: “me parece que tu hijo no se quiere sacar una foto conmigo”.
Y ella agarra inmediatamente y me dice: “¿vos podés tener paciencia, podés ser paciente y respetar los tiempos de la gente?”. Me quedé dura, no sabía qué hacer. Y le pregunté al nene: “¿te querés sacar una foto conmigo?”.
Ahí la madre como que lo empuja y él se acerca y me da un abrazo tan fuerte, tan fuerte y veo a la madre lagrimeando. Y me dice: “mi hijo es autista y el único momento en que en mi casa él tiene un contacto con el afuera, es cuando te ve a vos. Nosotros no ponemos el volumen porque no queremos estar todo el tiempo escuchando datos, pero vos aparecés y él grita para que pongamos más fuerte. Cuando él empieza a gritar, sabemos que estás vos en la tele, ponemos el volumen más alto y todos nos quedamos viendo tu salida. Sos la ventana al afuera. Antes íbamos al plaza, lo llevábamos a la escuela, íbamos a un montón de actividades y mi hijo y no lo puede hacer porque nos meten presos”.
No sabía qué decirle... Me terminé sacando una foto con el hijo, con ella, con el que manejaba el auto.
-¡Qué experiencia fuerte! Y más en ese contexto. ¿Sentís que te cambió esa situación?
-Ahí entendí lo que yo estaba haciendo, la responsabilidad que tenía como periodista. Así que a partir de ahí ese viaje cambió todo para mí, sí.
-¿Cómo vas procesando este tipo de cosas que te pasan, vas a terapia, con quién lo charlás?
-Hablo mucho con mis amigos. Es difícil de procesar y también de entender a veces porque así como te cuento esto que me emociona y que me da alegría hay cosas que me dan tristeza.
Entonces hay que saber de alguna manera manejarlo, fluctuar entre la alegría y la tristeza. No voy a terapia, pero hablo mucho, con mis compañeros del móvil, con mi familia, con mis viejos, con mis hermanos.
Eso de alguna manera me da contención pero a veces se hace difícil. Me pasó ahora en el caso Loan. Había noches que yo le decía a los chicos “estoy como angustiada”, pero no había nada personal que me pasara.
-Imagino que también fue una bisagra en tu vida. Estuviste 72 días en Corrientes.
-Sí, una locura. Fue mucho. Todos los días me levantaba y pensaba “hoy voy a dar la noticia que aparece Loan”. Y esa ilusión que va creciendo durante el día de repente a la noche baja y parece que no pero estás como desahuciada.
-Me imagino que también acá quedaron tu casa, tus cosas, tu gente.
-Sí, son superficialidades al lado de la desaparición de una criatura, pero es tu vida en definitiva.
Mirá, esto no se lo conté a nadie pero porque no quería que sea noticia en ese momento que se estaba buscando a Loan con tanta intensidad. Pero a mí me cortaron el gas y el cable en mi casa. Antes de viajar, me habían robado la tarjeta y no me di cuenta que se desvinculó el débito automático y chau.
Así que llegué a mi casa y me di cuenta que era un caos. Pero bueno, yo sentí que la prioridad en ese momento tenía que ponerla en estar lo más concentrada en la cobertura y la búsqueda de Loan, en ser rigurosa con eso.
-¿Seguís viviendo en Ramos Mejía, no?
-Sí, ahí tengo no sólo mi familia, mis sobrinas, mis hermanos, mi mamá, mi papá, mis abuelos, mis amigos, sino también mi mundo.
-¿Sentís que la tele o la popularidad te cambiaron?
-Mirá, tanto mis amigos como mi familia me bajan un poco. No te dejan creértela. Igual, en la casa de mis viejos, en la que yo siempre viví, no hay muebles en el bajomesada.
O sea, mis viejos no tuvieron la oportunidad de hacer los muebles de la cocina. Tenemos una cortinita. Entonces yo digo, ¿cómo me la voy a creer? Esa casa es una casa como la de la media de muchos argentinos.
Entonces yo puedo estar en un lugar realmente con todos los lujos, pero no me olvido que hay otros tantos argentinos. Y en el medio están mis viejos, que laburan, que hicieron todo para que mis hermoanos y yo podamos estudiar, pero que jamás dejarían que yo me crea que soy, no sé, como muchos dicen, famosa.
-Y con respecto al amor, ¿estás en pareja? Nosotros somos , te tengo que preguntar algo de eso.
-Mirá, sola no estoy, sola nunca. Pero si vos me preguntás si tengo un novio que llevo los domingos a lo de mis viejos a comer fideos, la respuesta es no. Ahora, ¿estoy sola? No, tampoco.
-¿Y no querés o no se da?
-Creo que esto ya lo saben. Yo estuve de novia ocho años y a mi novio lo mataron para robarle la moto. Yo tenía 22 años. Ese momento, para mí fue como un antes y un después. Ahora, vos me preguntás, si yo me volví a enamorar, no sé si me volví a enamorar.
“Sola no estoy, sola nunca. Pero si vos me preguntás si tengo un novio que llevo los domingos a lo de mis viejos a comer fideos, la respuesta es no. Ahora, ¿estoy sola? No, tampoco”.
-¿Sentís que te quedaste un poco en esa historia?
-No creo haberme quedado en esa historia, sino que me volqué mucho al laburo y sentí que toda mi pasión, toda mi libido fue por lo laboral.
Yo vengo acá y es como estar en familia, es como venir a un club. Todos los que están acá adentro son mis amigos, me vieron crecer. Entré a los 21 años. Y la persona que vaya a estar al lado mío tiene que entender eso. Y a veces es difícil.
Yo no soy de imponer nada, entonces si no se da, no se da. Eso de que no soy de imponer nada, no quiero que lo lean los chicos del móvil, porque los chicos del móvil van a decir, “¿qué? ¡Dónde no impones nada?”, ja, ja, ja. Pero volviendo al tema, no sueño con el vestido blanco. Si se da, bienvenido, me va a encantar y le voy a poner todo.
-¿Tuviste propuestas románticas en las coberturas del estilo “quedate acá conmigo”?
-La verdad es que he tenido... Pero, no, no. Primero que es algo muy efímero, que se da al pasar, ja, ja.
Ping pong con Paula Bernini
-¿Qué es lo que más te gusta y lo que menos te gusta de todas estas coberturas por el país?
-Viajar es lo que más me gusta, conocer nuestro país, a la gente, el cariño que recibo, lo que aprendo, porque aprendo muchísimo.
Lo que menos me gusta o lo que más me cuesta es no estar en momentos fundamentales con mi familia. Ahora mi sobrina cumple 15 años un sábado, entonces ya estoy pensando cómo puedo hacer para estar.
-¿Un top 3 de lugares imperdibles de Argentina?
-Uy, dificilísimo. Te podría decir los lugares más reconocidos. Pero hay tantos rinconcitos, chiquititos alrededor.
Ahora, si me preguntás, a la hora de elegir un lugar para ir de vacaciones, me quedo diez días en mi casa, tirada en mi sillón. Soy feliz por poder recorrer la Argentina, de conocer el interior del país.
-¿Qué lugares te quedan por conocer en Argentina que todavía no fuiste?
-Fui a todas las provincias, pero me quedan un montón de lugares por ver, porque cada provincia tiene mil cosas que todavía no recorrí. Me gustaría conocer las Malvinas, eso me falta. Este verano tuve la oportunidad de ir a la Antártida y fue espectácular.
-¿Algún otro sueño por cumplir? ¿Cómo te ves en algún un tiempo?
-Mirá, no soy de ponerme así sueños, y los sueños que he tenido, o los sueños que por ahí en algún momento quise tener, creo que los cumplí.
Tengo una familia, tengo salud, tengo amigos, tengo amores, recorro el país, tengo a la gente que me recibe de una manera increíble, trabajo en un lugar que no lo veo como si fuera un trabajo, sino como un club.
Entonces, la verdad es que sueño con seguir así. Por supuesto que también querría que no le pase nada a la gente que quiero, que no le pase nada malo a la gente en nuestro país, porque eso sí me hace sufrir.
No me gustó el caso Loan, por ejemplo. Mi sueño sería que eso no pase en la Argentina. Ni en la Argentina ni en el mundo. Estuve en el caso Guadalupe y en el caso Loan y no puedo creer que en la Argentina haya trata de personas o que desaparezca un nene de 5 años y no sepamos nada.
Video y Edición
Fernando Halperín