"'Cuidate changuito' es, en realidad, la primera parte de la siguiente frase 'cuidate changuito, que si no te cuidás vos, ¿quién te va a cuidar?'. Frase que mi papá, o 'Papupá', como le digo yo, me repetía absolutamente todas las mañanas cuando me dejaba en el colegio a la mañana. Me la repetía al oído, como un rezo 'cuidate changuito, que si no te cuidás vos, ¿quién te va a cuidar?'".
El pase entre Le doy mi palabra y Volviendo a casa, los programas de Alfredo Leuco (60) y Diego Leuco (25), del jueves se volvió un imperdible momento radial en Mitre.
Los periodistas, que además de compartir emisora, hacen Los Leuco juntos por TN (martes a las 22), protagonizaron unos emocionantes minutos con motivo del cumpleaños número 60 de Alfredo.
El reconocido periodista fue agasajado por sus compañeros pero una sorpresa tremendamente emotiva llegó por parte de su hijo.
"Tengo algo para leerte si tenés ganas, algo que escribí yo por tu cumpleaños", empezó diciendo Diego, que también se luce de lunes a viernes en El Trece en El Diario de Mariana. "¡Nooo! Paren con las emociones que tengo un marcapasos", dijo Alfredo, entre risas, sin saber lo que venía.
"Lo acabo de pensar, no me había dado cuenta hasta que te vi hablando con la bobe. Si tenés ganas...", insistió el joven. "¡Sí! Cómo no voy a tener ganas", replicó su papá.
Entonces Diego se dispuso a leer con su propia voz una carta que, te aseguramos, te hará llorar de la emoción.
"Bueno, vamos a ver si sale porque viste que en estas situaciones uno mezcla varias cosas. 'Cuidate changuito' es, en realidad, la primera parte de la siguiente frase 'cuidate changuito, que si no te cuidás vos, ¿quién te va a cuidar?'. Frase que mi papá, o 'Papupá', como le digo yo, me repetía absolutamente todas las mañanas cuando me dejaba en el colegio a la mañana. Yo me bajaba del auto y con la puerta abierta me abrazaba y me repetía al oído, como un rezo 'cuidate changuito, que si no te cuidás vos, ¿quién te va a cuidar?' Nunca se lo dije pero siempre pensé que esa frase llena de amor escondía una gran mentira. Yo sabía que había momentos en los que tenía que cuidarme solo y valerme únicamente de mí para que nadie me lastime. Pero sí había alguien que me cuidaba, que me cuidó siempre y que me sigue cuidando ahora y era él, el autor de la frase. Él me cuidaba siempre, incluso hasta el ridículo. Como aquella vez que entró a la pista de patinaje sobre hielo para acompañarme. ¡No le quedaron partes del cuerpo sanas!", comenzó Diego, ante las risas de Alfredo.
"Otra vez, decidió vestirse de neoprene para meterse en un estanque con animales acuáticos para que yo pudiera bucear. Él ya tenía mucha experiencia en el buceo pero estaba tan preocupado por mí que no podía nadar ni tres metros seguidos. Yo ni me enteré de sus dificultades, yo no tenía miedo ni estaba preocupado porque él estaba ahí. Cuando crecí y empecé a salir solo, mi gran aventura era ir a la librería de la esquina para comprar materiales: madera balsa, pinturas, papel, cartón, figuras de yeso; todo me entusiasmaba. Me daban plata, yo salía, llegaba a la esquina, compraba y volvía. Una tarde, mientras elegía acrílicos de todos los colores, el cielo se oscureció. La noche cayó rápido y llegó cargada de nubes y refusilos. Se largó una de las tormentas más grandes que yo recuerde. De la puerta de la librería para afuera no se veía nada, era una cortina de agua, gruesa, espesa, impenetrable. En un momento, entre los chasquidos de las gotas sobre el toldo de plástico de la librería, se escuchó el silbido con el que siempre me llama mi viejo", hace el ruido y provoca nuevamente la sonrisa de su papá.
"Gracias por inocularme el bichito del periodismo. Gracias por enseñarme a tocarle el culo a los poderosos, gracias por exigirme luchar con la frente alta, gracias por mostrarme cómo hacerse respetar. Gracias por permitirme compartir la cancha con vos, gracias por desbordar por afuera y levantar el centro justo al medio del área para que yo pueda cabecear. Gracias por festejar los goles conmigo, gracias por abrazarme también cuando los goles son en contra".
"Me di vuelta: 'Vamos changuito, vamos'. Ahí estaba Leuco, el periodista político implacable que ya polemizaba en televisión, con un paraguas destartalado, un short deportivo, remera de piyama y pantuflas: así se viste mi superhéroe. 'Vamos changuito, vamos'. Como Superman, mi viejo dejó su identidad de periodista, se paró de la mesa del living siempre abarrotada de diarios, y salió a buscarme. Hoy me acuerdo de eso cada vez que estoy triste, me río, me emociono y me desborda la ternura. Cuando me preguntan por la relación que tenemos, si es difícil trabajar con él, no puedo evitar pensar en aquel momento. Ese día supe, entendí, que él era capaz de todo por mí. Lo único que puedo decirte hoy, a los 60, es que sos mi héroe. Siempre lo fuiste. Admiro profundamente (se quiebra) tu integridad, tu honestidad a prueba de balas y chicanas. Es un orgullo para mí ser Leuco. Ser Los Leuco. Nunca me voy a cansar de repetir que sos un referente moral, que más allá de las charlas, de los consejos, de mis llamadas angustiadas cuando no sabía cómo encarar una nota a media hora del cierre, vos me enseñás lo importante de ser buen tipo, noble, honesto. Nada me gusta más que encontrarme con alguien que trabajó con vos: 'mandale saludos a tu viejo, eh. Uno de los mejores jefes que tuve'. Cualquiera puede ser exitoso en su profesión, pero sólo las buenas personas como vos pueden ser también buenos jefes. En 12 años de ataques nunca pudieron decirte nada. No encontraron ni un vuelto mal cobrado en un quiosco, nunca un doblez, nunca una posición antidemocrática o anti popular. Solamente pueden atacarte mintiendo. Te odian por tu nobleza, te aborrecen porque no sos como ellos. Te insultan porque no son capaces de comprender tu honestidad de acero, tu pasión, tu convicción y tu entrega por este oficio tan hermoso y tan puto. Y a veces tan ingrato. Gracias por inocularme el bichito del periodismo. Gracias por enseñarme a tocarle el culo a los poderosos, gracias por exigirme luchar con la frente alta, gracias por mostrarme cómo hacerse respetar. Gracias por permitirme compartir la cancha con vos, gracias por desbordar por afuera y levantar el centro justo al medio del área para que yo pueda cabecear. Gracias por festejar los goles conmigo, gracias por abrazarme también cuando los goles son en contra. Miles de veces, en los días fríos de Río Gallegos, durante mi primera cobertura fuera de Buenos Aires yo repetía para adentro 'cuidate changuito, que si no te cuidás vos, ¿quién te va a cuidar?'. Y eras vos el que me cuidaba, como siempre. Desde lejos y aunque sea sólo con esa frase. Hoy me seguís cuidando y se me infla el pecho cada vez que siento que yo puedo cuidarte un poco a vos también. Los Leuco se hace espalda contra espalda, con el cuchillo entre los dientes, con las manos limpias y la tranquilidad de dormir sin remordimientos y poder llegar con la espalda partida de laburar y caer desmayado sobre la almohada con la lengua 'adzí' (sic) como me enseñabas cuando yo no podía dormir y esgrimías tu teoría de que relajar la lengua te hacía dormir más rápido".
Diego siguió: "Hace poco, sentí que te perdía (se quiebra otra vez). Nunca me voy a olvidar esa pantalla con una línea recta verde y el aullido agudo de tu corazón quieto. Te vi apagarte tres veces y pensé que yo me iba con vos. Por eso cada martes agradezco tenerte conmigo y sé que va a ser por mucho tiempo más. Acordate que en unos años tenés que ser mi productor, che culiao. Te quiero con toda mi alma, cuidate Papupá, pero si no te cuidás vos, yo te voy a cuidar".
¡Dale play y escuchá la emocionante carta de Diego Leuco a su papá Alfredo!