Tras recorrer los estudios de Los Ángeles, las mansiones de Beverly Hills, y conversar con trabajadores de la industria televisiva y cinematográfica más importante del mundo, nuestro star system parece un grano de arroz en el desierto.
Con la excepción de un pequeño grupo de elegidos, nuestra farándula presume de lo que carece una verdadera celebrity.
Con la excepción de un pequeño grupo de elegidos que realmente viven como celebridades mundiales (Mirtha Legrand, Susana Giménez, Marcelo Tinelli, todos por mérito propio y alguno que otro más) o aquellos que con las amenities prestadas o rentadas temporalmente usufructúan esos espacios, nuestra farándula presume de lo que carece una verdadera celebrity.
De estas figuras interesa todo: su trabajo, sus hijos, sus amores, sus proyectos, sus historias más trágicas y sus momentos más felices. No necesitan buscar a los medios ni convertirse en noticia. Lo son naturalmente. Sin embargo, trabajan constantemente para mantener ese preciado status, que tanto les costó conseguir. Ellos conocen de memoria y entienden a la perfección las reglas del juego. Y las utilizan a su favor.
De estas figuras interesa todo: su trabajo, sus hijos, sus amores, sus proyectos, sus historias más trágicas y sus momentos más felices. Ellos conocen de memoria y entienden a la perfección las reglas del juego. Y las utilizan a su favor.
¿Lo vieron a Tom Hanks viajando en subte por New York? ¿ A Bradley Cooper sacando selfies a la salida de un teatro en Broadway? O, incluso, a Hilary Swank caminando por Notre Dame y fotografiándose con fans, haciendo de fotógrafa de turistas que no la reconocían. De esto último, fui testigo presencial. Trasladar estas escenas al stardom criollo es casi imposible.
El CV del verdadero divo incluye una carrera importante, la aceptación masiva del público, contratos millonarios, propiedades onerosas, cierto toque de glamour popular y una personalidad inalcanzable pero de apariencia accesible. Ese carisma, que genera alto impacto, es para los menos.
Lo peor del relato viene ahora: hay poquísima renovación. La ausencia de la cultura del esfuerzo en las potenciales figuras de las próximas décadas brilla por su ausencia. Muchos de ellos, prefieren hacer presencias que cine, eventos pagos por las marcas que recitales, o tuitear más que protagonizar una buena obra en avenida Corrientes.
¿Por qué Susana volvió al teatro? ¿Por qué Mirtha almuerza desde hace casi 50 años? ¿Por qué Marcelo sigue saludando con su "Buenas Noches América"?
Simplemente porque "estrella" se nace, se hace y se trabaja para mantenerlo. Y a todo esto, a pesar de algunas excepciones, está lejos de nuestro horizonte.