Ya pasó más de un año desde que la la mañana del 6 de agosto de 2013. La explosión que por un escape de gas afectó a la torre de la calle Salta 2141, dejó un saldo fatal de 22 muertos. El edificio devenido en ruinas albergaba, en una siniestra montaña de escombros, sobrevivientes y víctimas atrapadas bajo el peso de lo que antes era un complejo de viviendas.
Como en todo evento trágico que necesite de la intervención de rescatistas y el pronto socorro de personas en lugares de difícil acceso, los perros entrenados se vuelven una ayuda fundamental para recuperar a las víctimas con vida o encontrar a quienes han perecido en el siniestro.
Lola, una labradora color chocolate, no fue un perro más. Junto a Cristian Kuperbank, su dueño y entrenador, Lola trabajó en los terremotos de Haití, Perú y Chile, y en el alud de Tartagal, entre otros desastres naturales, y finalmente fue parte fundamental del equipo de rescatistas que buscó entre las ruinas a las víctimas de la tragedia de Rosario.
Compañeros inseparables, Cristian y Lola no conocían de límites y distancias. A pesar de que formaran parte de la ONG K9 del partido de Ezeiza, en la provincia de Buenos Aires, la solidaridad y el amor por la profesión los llevó adonde alguien pudiera necesitarlos.
Con seis años a cuestas, la perra ayudó a recuperar los cuerpos de las víctimas que fallecieron en el edificio santafesino. La imagen de la perra, exhausta luego de una jornada de búsqueda, conmovió a todo el país.
Hoy se conoció la triste noticia de la muerte de Lola. ¡Gracias por tanto, angelito de cuatro patas!