Camina por la redacción de TN a paso firme y con su ya clásico chaleco. Ricardo Canaletti (59), el dueño indiscutido del rating del fin de semana en la televisión por cable con su programa Cámara del crimen (sábados y domingos a las 15), saluda a sus colegas y se pone a trabajar junto a su equipo de producción. Como uno más.
"En la primera prueba de cámaras que hice en TN en 2008 me criticaban por mover mucho las manos, pero es mi estilo. Ahora me paro, camino por todos lados y, si me dejan, agarro la cámara. Eso sí es nuevo. La televisión, en ese aspecto, no se hacía así, pero me parece presuntuoso decir que inventé un estilo".
Ciudad.com lo encontró allí, entre papeles, historias de casos de crímenes emblemáticos y otros más actuales que concitan la atención del público por estos días.
Canaletti, como todos lo llaman en su reducto, accede amable a la charla y, a pesar de definirse como "un tipo poco sociable al que le cuesta hacer amigos", muestra su costado más sensible.
-¿Como periodista con más de 20 años en la gráfica, cómo viviste el salto a la televisión?
-Y… Pensaba eso que te estás imaginando de los periodistas de la tele. Antiguamente el periodista tenía que saber escribir sí o sí, entonces uno siempre miraba con recelo a los de la televisión. El periodista esencialmente escribe, se expresa mediante la escritura. Ahora todo cambió, es otro mundo. Yo empecé escribiendo en máquina de escribir y cuando hacía coberturas en otras provincias usaba el télex, como por ejemplo en 1991 con el crimen de María Soledad Morales. En el diario Clarín, donde trabajé por más de 20 años, estaba bien, tenía un cargo. Pero tenía un techo. Era prosecretario de redacción y ya sabía que no iba a llegar a más. Me había acostumbrado mucho a la rutina, a pesar de que el periodismo es cambiante y se mueve. Me pareció que muy tempranamente estaba demasiado acostumbrado y lo de la televisión empezó porque a veces me llamaban para que opine de algún caso. El Turco Sdrech (N. de la R.: emblemático periodista de policiales que marcó una época, fallecido en 2003), que en realidad estaba en mi equipo y yo era su jefe aunque muchos no lo sepan, me había llamado para la TV. Yo un día me decidí y le dije "¿y si te cuento un caso en televisión?".
-¿Cómo te recibieron en el canal?
-Al principio me miraron medio raro y después de la primera prueba me llamaron y me invitaron al noticiero de las 16 en TN para hablar del caso del abogado Novaro, un abogado que se atrincheró en Barrio Parque. Yo estaba barbudo, con una camisa medio sport, porque en el diario me vestía así, y de golpe me aparecí acá en en canal con esa facha. Hablé con un lenguaje llano y también expliqué algunas cosas jurídicas o términos que en general el público no llega a comprender. El cambio fue importante y me tuve que acostumbrar a cosas a las que no les daba importancia, como el aspecto físico.
-¿Eras muy desprolijo?
-No me solía afeitar, me afeitaba sólo los viernes en verdad. Los jueves se notaba mucho, ja, sobre todo cuando mi barba tenía color. Me fui dando cuenta solo de que tenía que hacer un cambio. Otra cosa que tuve que modificar es que soy un tipo que habla rápido. A pesar de que no mejoré mucho, ahora me fijo en esas cosas. Lo que sí te puedo decir es que los comentarios que hago en la tele son iguales a los que hacía en las reuniones en Clarín. Para mi equipo no es nada nuevo verme así. Es más, era mucho más vehemente.
-Me han dicho que tenés un carácter fuerte...
-Sí, es así.
-¿Qué te enoja?
-Me enoja que se haga mal el trabajo. A ver, yo suelo dar indicaciones, más allá de que el periodismo es libertad y existe el intercambio de ideas y de ahí surge algo mejor. Pero, la falta ostensible de conocimientos y la soberbia, me molestan. Y los periodistas solemos ser soberbios, porque tenemos información que otros no tienen o conocimientos que otros no tienen. Pero soy de la idea de que hay que socializar la información.
-¿Cómo hacés para no caer en esa soberbia?
-Es experiencia. De todos modos, he metido la pata varias veces y uno aprende de las malas experiencias. Me acuerdo de algunos episodios, así no los repito.
Justamente, dentro de sus experiencias -de las buenas y también de las otras- está su pasado como abogado, su trabajo como meritorio en Tribunales y un inolvidable viaje a Italia que duró tres años y marcó su vida. Allí, Ricardo, que andaba por sus 30 años, fue en busca de otro modo de vida. Aunque intentó revalidar su título de letrado, le resultó imposible y trabajó levantando nieve, en una lechería y en una ferretería, todo en Milán. Pero, en el verano del 86 vino de visita a su querido Barracas y, a pesar de tener el pasaje de vuelta a Europa, eligió quedarse.
"En Italia viví una aventura inolvidable, pero después de tres años vine de vacaciones y me quedé. Mi hermano trabajaba en publicidad de Clarín, y así fue que entré al diario. Empecé a hacer unas colaboraciones, una especie de meritorio, otra vez como en Tribunales. Mi primera nota fue las formas insólitas de la gente de jugar al PRODE, después hice una nota sobre si delincuente se nace o se hace, ahí ya estaba más rumbeado con lo que soy ahora. La constancia de ir todos los días hizo que les gane por cansancio", recuerda Canaletti.
-¿Cómo siguió tu carrera de periodista, entonces?
-En el 89 me nombraron y quedé efectivo, y en 1991 ya era jefe de Policiales de Clarín. Trabajé así hasta el 2008 y ahí empecé en la tele.
"Estoy casado hace 25 años con Pilar, tengo una hija de 18 años que es bailarina, se llama Leticia y va a estudiar economía. Ahora vivo en Belgrano, desde el año 95, pero nací en La Boca y soy fanático desde la cuna. ¿Te cuento algo que nunca dije? Quise ser periodista deportivo y también árbitro de boxeo".
Lo que vino, pantalla mediante, es conocido para muchos: Canaletti se convirtió en hombre de consulta permanente para los noticieros de El Trece y TN en cuanto a casos policiales se refiere y desde febrero de 2014 es el conductor de Cámara del crimen. Con una escenografía especial, un espacio muy particular en el que recorre literalmente (suele caminar mucho por el estudio y gesticular) historias antiguas y actuales, con su personal estilo.
-¿Sentís que creaste otra forma de contar casos?
-Me parece demasiado presuntuoso decir eso. Sí es cierto que antes poca gente se paraba en televisión. De hecho, en la primera prueba de cámaras que hice acá en el canal me criticaban por lo bajo por mover mucho las manos, pero es mi estilo. Ahora me paro, camino por todos lados y, si me dejan, agarro la cámara. Eso sí es nuevo. La televisión, en ese aspecto, no se hacía así. Me empecé a mover, parece que tuviera hormigas en el cuerpo… Además, la escenografía de Cámara del crimen me ayuda porque es de una telenovela, es un gran plus. La realidad es que me dan todos los gustos: ¡hasta pedí una máquina del tiempo y me la hicieron! ¡Una máquina del tiempo, imaginate! Hace cinco años me hubieran sacado corriendo... Pero yo la necesitaba para contar casos que habían ocurrido en el pasado. Saqué la idea de una película, claro.
-Me contaron que con tu equipo tenés un ritual cuando termina el programa los sábados. ¿Querés revelarlo?
-El equipo de producción es de lo mejor que he tenido. Tuve muchos buenos y éste en especial. Son los responsables de que Cámara del crimen sea lo que es. Tenemos reuniones de preproducción y más cuando se acerca el sábado, pero después de los programas, como una manera de buscar lo que hicimos mal y también para relajarnos, nos volvemos a reunir. Es como una especie de tercer tiempo donde no falta el champagne, vaya bien o vaya mal. También leemos los comentarios que el público deja en las redes sociales. Empezamos el 11 de febrero de 2014 y no teníamos nada. En el primer programa, en un momento salí de escena, hice todo mal. ¡Ese programa midió cuatro puntos!, lo cual para nosotros fue impensado.
-¿Qué expectativas tenían con el programa?
-Mirá, nadie sabía qué iba a pasar: si iba a durar un sábado, dos o un mes y ahora vamos a cumplir un año. Estoy muy satisfecho y es una enorme alegría que esto pase. Ojalá hiciera farándula, porque estos son casos feos… Pero hay maneras de respetarlos, respetar a las víctimas y al público. Yo digo siempre: "No se fijen tanto en el rating", a pesar de que todos lo miramos, si no "fíjense en lo que ustedes le dan al rating, es decir, a las personas que están detrás". Soy de la idea de que si a la gente le das algo de calidad, te lo agradece. Jamás engañaría a la gente, sí puedo cometer errores, por supuesto, y las he tenido y las tendré, pero no hay que menospreciar al público. Siento que tengo que conquistarlos todos los días. ¿De cualquier manera? No, yo ya tengo mi estilo. Saben que no doy vueltas para decir las cosas y si doy vueltas es porque no puedo dar más información, porque hay un tema legal en el medio.
-¿Leés todos los mensajes de las redes sociales en esas reuniones, cómo te llevás con eso?
-Al principio, muy mal. Yo tengo un carácter medio podrido, no soy muy sociable. Entonces, ¿cómo un tipo que no es sociable va a tener redes sociales? Pero de a poco me fueron convenciendo. El tema es que todo me lo tomo en serio, entonces si me hacen un comentario, aunque sea en chiste, me lo tomo en serio. Twitter, como una vez dijo Jorge Lanata, es como escribir en la puerta de un baño: escribe cualquiera, lo que se le ocurre. Hay cosas muy buenas, otras ofensivas y otras lamentables. Entonces, a veces me enojo con algunos comentarios...
"Ojalá hiciera farándula, porque estos son casos feos… Pero hay maneras de respetarlos, respetar a las víctimas y al público. Soy de la idea de que si a la gente le das algo de calidad, te lo agradece. Jamás engañaría a la gente, sí puedo cometer errores, por supuesto, y las he tenido y las tendré, pero no hay que menospreciar al público. Siento que tengo que conquistarlos todos los días".
-¡Ahí te salió la parte de pisciano sensible! Vos mismo dijiste hace poco en la revista Noticias que los sentimientos te matan.
-Y sí, por eso, más de una vez, aunque el público no lo note, en Cámara del crimen se me ha piantado un lagrimón. Pero bueno, uno sabe disimularlo.
-Hablando de eso, contame qué caso fue el que más te ha impactado.
-El de María Soledad me dio vuelta en su momento. Después, el caso de Nelson Madaf, en la provincia de San Luis, me impactó muchísimo. Al tipo lo obligaron a confesar un crimen que nunca existió. Fue como El crimen de Cuenca, pero en nuestro país. En ese caso, a principios de siglo en España, torturaron a dos campesinos para que confiesen que habían matado a un tercero que no aparecía. Los torturaron, los condenaron y a los 12 años de estar presos, el tipo apareció. ¡El crimen nunca existió! Se replicó en nuestro país. Lo que querían era que este señor Madaf confiese que había hecho abortar a su novia y luego la había asesinado. La cosa es que la novia estaba en San Juan, ¡se había ido a vivir ahí!
-¿Te seguís sorprendiendo como el primer día con los nuevos casos que lamentablemente aparecen?
-Y… lo que puedo haber disminuido es la capacidad de asombro. Pero me siguen impactando, por supuesto.
EL OTRO CANALETTI
El hombre vehemente y estricto a la hora de trabajar le va dando paso en la charla con Ciudad.com al hijo del tano verdulero y el ama de casa que nació a cuatro cuadras de la cancha de Boca. Canaletti, entonces, abre una parte de su intimidad y se anima a hablar de los suyos.
"Vengo de una familia de laburantes, mis viejos vinieron de Italia. Mi papá era verdulero y mi mamá, ama de casa. Somos tres hermanos varones, yo soy el mayor. Soy de Boca desde la cuna, viví en La Boca y Barracas. Siempre fui futbolero, pero el fútbol actual no lo veo tanto. ¿Jugando? Fui un gran número 2, en el fondo", rememora Ricardo.
-¿Y ahora cómo es tu vida?
-Estoy casado hace 25 años con Pilar, tengo una hija de 18 años que es bailarina, se llama Leticia y va a estudiar economía. Ahora vivo en Belgrano, desde el año 95. ¿Te cuento algo que nunca dije? Quise ser periodista deportivo y también árbitro de boxeo, porque boxeé cuando Boca tenía un gran equipo. Iba con mi hermano, pero bueno, eso pasó hace muchos años.
"Soy muy celoso con mi hija, aunque todavía no me presentó novios. Supongo que los tendrá, igual que haga su vida, ella es inteligente. Ojo, con mi mujer también era muy celoso, ahora ya estamos viejos… Ja, ja".
-Volviendo al presente: ¿cómo toman tu mujer y tu hija esta exposición que tenés ahora?
-Mi mujer no se lo esperaba para nada, mi hija tampoco. Ahora se resigna a los saludos y también a que nos miren. Yo ya me acostumbré, pero ellas que no tienen por qué, creo que lo que más les llama la atención es que la gente nos mira más. Hace poco, en Pinamar terminamos de comer un mediodía y era temprano. El lugar estaba a full, nos paramos y de repente estaba todo el restaurante mirándonos. Ellas dos se pusieron rojas. Pero bueno, ya se van a acostumbrar.
-¿Cómo sos como papá? Te imagino celoso...
-Sí, mucho. Aunque todavía no me presentó novios.
-Tiene pero no te presenta, entonces.
-Supongo. Igual que haga su vida, ella es inteligente. Ojo, con mi mujer también era muy celoso, ahora ya estamos viejos… Ja, ja.
-¿Qué otra cosa te gusta hacer en tu tiempo libre?
-Me gusta nadar, aunque no soy un tipo de club. No socializo, así que sería ridículo que vaya a uno. A los clubes a los que fui, sólo lo hice para nadar. Debo reconocer que soy difícil para hacer amigos. No otorgo confianza, yo no la doy. Es un proceso largo para mí.
La charla termina entre recuerdos de La Boca, anécdotas con acento italiano y una sonrisa tranquila, que se marca en la cara del entrevistado tras haber repasado buena parte de su pasado y su presente. Ricardo tiene que volver al trabajo, los casos policiales lo reclaman. El público, su público, quiere escuchar qué piensa Canaletti y él allá va con su particular estilo, su ya clásico chaleco y sus pasos firmes.