Qué dejó tu muerte, Gustavo, me pregunto. Y repaso las crónicas del dolor. Las que recuperan esa fatídica noche venezolana: “Permanecía en coma luego de sufrir un ACV en mayo de 2010 tras un show en Caracas”, relatan. Y así nomás, evitando rodeos, elipsis al día de hoy.
No dicen mucho sobre los cuatro años que sobrevinieron a ese apagón. Como si los meses, días y segundos que te siguieron se hubieran vuelto inaprensibles, incapturables. Imposibles de narrar a ciencia cierta. Como si hubieran escapado, simplemente, como la arena entre las manos. Como un largo y silencioso punto suspensivo.
Qué deja tu muerte, Gustavo. Ningún “cualquiera”, avisa Mario Pergolini con razón. Tal vez estas líneas intenten responderle. O sumar otra pregunta. No importa.
Qué deja la muerte, acaso. Paradoja colosal la de irse y dejar. ¿La tuya, Gustavo? Música, música y más música.
En cadena nacional, un sinfín de rostros llovidos de llanto. Se pone en pausa el apremio cotidiano de los temas arterialmente noticiosos. La inseguridad, por caso, apenas encuentra espacio en el resumen de las ocho. Es una bocanada, “cuando no hay más que decirnos”, como decías vos.
Un espasmo de verdad al final del largo sueño.
Me pregunto, también, qué llora la conductora del prime time. ¿Vagos recuerdos que se escapan junto a tu partida? ¿El sacudón de sabernos finitos? Tampoco importa; yo lloro con ella.
Es que, de un tiempo a esta parte, desde aquel callar tuyo a estos días, había algo de mágica inmortalidad en todavía tenerte. Y no. En saber que aún estabas. Y no.
Ahora ya no hay dudas del adiós, del vuelo emprendido. Piel de gallina ante la mirada de Lilian Clark. Ese letargo en coma no anestesia su dolor.
Afuera, todo el dial grita tu maravillosa creación. Una tienda de electrodomésticos pone en su led último modelo un concierto de Soda de los ochenta. Prendo la tele, ya en mi casa, y la misma conductora que hace un rato te lloraba, cierra el programa con Té para tres…
Qué deja la muerte, acaso. Paradoja colosal la de irse y dejar. ¿La tuya, Gustavo? Música, música y más música.
Gracias totales, entonces. Pero esta vez, dicho de aquí para allá.