"Me tomé muy en serio el trabajo de no mezclarme con los participantes y me costaba mucho. Hasta trataba de no hablarles".
Cada persona tiene su momento “bisagra”. Ese instante en el que debe elegir entre dos caminos y es consciente de que la decisión modificará todo. A Germán Martitegui le llegó a sus 20 años, cuando un mismo día asistió a una entrevista para trabajar en el área de Comercio Exterior de un banco y a otra, para ser el cocinero de un hotel en Bariloche. Lo querían para los dos puestos y él no dudó: dejó atrás su título de Licenciado en Relaciones Internacionales para convertir su hobby culinario en su profesión... y su pasión.
La llegada de Germán a la cocina profesional tuvo una proyección pocas veces aventurada, así como el éxito cosechado tras su debut en el mediático jurado de MasterChef, el reality que conduce Mariano Peluffo en Telefe, que hoy tendrá su gran final. Y, claro, donde comparte la difícil tarea de calificar a los participantes junto a Donato De Santis, un rostro ya conocido de la TV, y Christophe Krywonis, otro debutante en pantalla.
El encuentro se produce en su restaurante, Tegui, elegido como el mejor de Argentina y que ocupó el noveno lugar de Latinoamérica en el ranking de Los 50 Mejores Restaurantes que elaboró la revista inglesa Restaurant: “Yo trabajo todos los días igual y la verdad es que no me la creo”, le dice con templanza a Ciudad.com el chef, al que parece costarle hablar de “fama”, a pesar de ser protagonista de uno de los fenómenos televisivos del año.
- ¿Cómo estás viviendo el éxito de MasterChef?
- A mí me divierte. Me gusta mucho la reacción de la gente por la calle, es muy cariñosa. Uno no toma consciencia de que está metido en sus casas, es como si ya te conocieran. Para mí, que era conocido sólo en cierto ámbito, pero no masivamente, es una sorpresa caminar por la calle, que me salude el portero y se quiera sacar una foto conmigo. Más que nada porque nunca pensé que mi personaje iba a ser querido ya que no soy fácil como juez. La verdad es que no me callo nada y les digo a los participantes todo lo que hay que decirles.
- De hecho, fuiste elegido como el jurado preferido por los lectores de Ciudad.com...
- Sí, ¡eso fue muy raro! (risas). Es muy loco lo que ocurre. A mí lo que me pasa es que no hago un personaje en la televisión, soy yo. Y no soy extrovertido o súper simpático. No es que me ves en persona y te cautivo con mi personalidad. Después de conocerme, quizás sí. Evidentemente, la gente debe ver algo en mí que le gusta porque recibo muchos mensajes con muy buena onda de la gente.
"Dentro del ámbito familiar, me crié solo con mi madre, que trabajaba todo el día, así que no cocinaba mucho en mi casa. Pero mis dos abuelas cocinaban muy bien".
- Siendo un chef tan exitoso, ¿por qué aceptaste formar parte del reality?
- Le tenía mucho miedo a la televisión y soy bastante drástico con las cosas que hago. Me pareció que hacer esto de esta manera era la forma de sacarme de encima esa materia pendiente. Me tuvieron muchísimas horas durante muchísimos días frente a una cámara. El primer día en el Hipódromo nos dieron un texto para darles la bienvenida a los cocineros que se habían anotado. Donato, Christophe y Mariano empezaron a practicarlo mientras caminaban por ahí y yo le dije al productor “no puedo repetir esto ni ante ustedes, ¿cómo se lo voy a decir a tantas personas sobre un escenario?”. Pero acá estoy, ya terminando el programa. Fue un desafío personal que pude llevar a cabo.
- ¿Y cómo te llevás con los comentarios en las redes sociales, que a veces pueden ser duros?
- Al principio lo sufrí mucho porque dicen cosas muy crueles y yo era el menos conocido, hasta preguntaban “¿quién es el pelado ese?, ¿quién se cree que es?”. No se tomaron ni el trabajo de poner mi nombre en Google para ver quién era. Pero en Argentina, en cualquier nota o comentario que veas, el anonimato hace que la gente diga cosas horribles sobre todo, ya sea política, deporte o la televisión. Estoy muy contento y orgulloso del programa que se hizo. He visto la mayoría de los programas de los otros países y creo que éste, a diferencia de lo que piensa mucha gente, no tiene nada que envidiarle a ninguno. Está súper bien editado y entrar al estudio de Eyeworks era como entrar a un estudio de Hollywood. Había 14 cámaras, una mega producción que implica un despliegue que no sé si otros programas lo tienen.
"Creo que tiene que haber en Argentina gente que cocina mucho mejor que la que se anotó, que recién ahora que vieron el programa se van a animar a participar en una segunda temporada".
- ¿Te parece que la adaptación del formato internacional a las costumbres de nuestro país influyó en el éxito del programa?
- Sí, me parece que se “argentinizó” bien. Quedó el formato internacional y hay partes que se argentinizaron, incluso nosotros mismos. Si ves el primer programa, tenemos una crueldad parecida a la del famoso jurado americano Gordon Ramsay, que Argentina no acepta directamente. Nosotros también nos fuimos adaptando a lo que la gente tolera porque tampoco vas a mirar un programa de televisión para ver sufrir.
- ¿Cómo es la relación con los otros dos jurados, Christophe y Donato?
- Muy buena, ya nos conocíamos pero nunca habíamos pasado tanto tiempo juntos. De alguna manera, era como ir al colegio: todos los días a las ocho de la mañana nos encontrábamos, grabábamos hasta tarde y después nos llamábamos a la noche para ver cómo había salido todo.
- Así como compartías muchas horas de grabación con tus compañeros de jurado, también lo hacías con los participantes. ¿Es difícil después calificarlos si se creó una relación de cariño?
- Personalmente, me tomé muy en serio el trabajo de no mezclarme con ellos y me costaba mucho. Hasta trataba de no hablarles. Igual, se genera una relación y lo que ves en cámara no es la relación que tenía con ellos todos los días durante tantas horas. Muchas veces les decía “tratemos de no ser tan amigos porque después tengo que ser tu juez”.
- Compartiste en tu Twitter una foto de Majo, la primera eliminada del reality, en tu restaurante. ¿Significa que después del programa tal vez sí se pueda dar una relación con ellos?
- La relación está. Simplemente yo también estaba haciendo un trabajo y tenía que ser imparcial. Por eso no me quería encariñar con ninguno en particular y… ¡me terminé encariñando con todos! A mí me costó mucho echar a Majo porque era una de mis favoritas. Me daba mucha ternura que una ama de casa y empleada doméstica hubiera llegado a este programa. Fue la primera a la que tuve que decirle que estaba eliminada. Nosotros somos parte del reality y a veces no nos damos cuenta pero no estamos afuera. Los productores sabían que estaba encariñado y por eso me pidieron que la eche yo. Nada es mentira de lo que pasa pero está muy inteligentemente mostrado. Christophe tal vez le hubiera dicho “te tenés que ir, chau” y listo. Obviamente, a mí se me cayó una lágrima, no sabía qué decirle, me sentía mal.
- ¿Estás conforme con los finalistas? ¿Te hubiera gustado que quedara alguno que se fue?
- Cada persona que se fue, lo hizo porque cometió un error muy específico que era insalvable así que no me arrepiento de haber eliminado a ninguno. Algunos que se fueron eran más simpáticos que otros, personajes más queridos por la gente, pero si vos cometías un error muy grave, te ibas.
"En mi vida, soy cien veces más exigente que lo que se ve en la televisión. En mi restaurante la exigencia es terrible".
- Dentro de tu restaurante, ¿sos tan exigente como jefe como se ve en televisión?
- En mi vida, soy cien veces más exigente que lo que se ve en la televisión. En televisión no se ve nada, ahí estoy frente a alguien que hizo un plato y yo le marco tres cosas que están mal, siendo muy consciente de que es un amateur. En mi restaurante la exigencia es terrible, cien veces más de lo que ves en televisión pero mis clientes son cien veces más exigentes que yo. A mí no me perdonan una, no hay una sola cosa que te pueda salir mal, menos cuando pagás mil pesos para comer.
- Si bien ya sos un chef reconocido desde antes de MasterChef, deben venir comensales a raíz del programa para verte.
- Tenemos algunos clientes a los que llamamos “los de MasterChef” (risas). Nos damos cuenta que no vinieron nunca y que más que comer o cualquier cosa, se quieren sacar una foto y conocerte.
- ¿Quién te enseñó a cocinar?
- Beatriz Chomnalez fue mi gran maestra y le tengo un gran cariño. Dentro del ámbito familiar, me crié solo con mi madre, que trabajaba todo el día, así que no cocinaba mucho en mi casa. Pero mis dos abuelas cocinaban muy bien.
- ¿Seguís encontrándole el placer a la cocina o ya lo vivís como algo estrictamente profesional?
- No sé. Cuando arranqué, podía cocinar 48 horas para invitar a unos amigos a comer. Hoy no lo hago porque mis pocas horas libres no las paso en la cocina. Ahora tengo una casa en una isla del Tigre y cada tanto me dan ganas de hacer algo en la parrilla. Pero tengo que estar de un humor muy especial (risas).
"Nunca estoy conforme, absolutamente nunca estoy conforme con lo que hago. Siempre me parece que puede estar mejor".
- ¿Y cómo hacés cuando no tenés ganas de cocinar? ¿Delivery o vianda del restó?
- Tengo dos restaurantes, así que siempre una vianda me puedo llevar. Es más, a veces invito gente a casa y llevo comida de los restaurantes (risas).
- ¿Cuál te parece que fue tu secreto para ser exitoso?
- Así como me ven crítico con los participantes, y mis cocineros me ven crítico con ellos, soy cien veces más crítico conmigo. Nunca estoy conforme, absolutamente nunca estoy conforme con lo que hago. Siempre me parece que puede estar mejor. Nunca busqué el éxito ni la fama. Ahora, tengo un restaurante que tiene “fama”, o mejor dicho es conocido, pero hay que tocar un timbre para entrar. Casi todo lo que hago, lo hago por mí y para mí. Si coincide con lo que le gusta a la gente, bien. Hasta ahora, funcionó así. Soy muy cabeza dura. Cuando abrimos Tegui, no quise hacer ninguna nota de prensa y por dos años no salió ninguna foto del restaurante. Era de boca en boca y todo el mundo me decía que era imposible, que la gente no iba a venir… ¡y acá estamos!
- En pocas horas es la final de MasterChef, ¿te gustaría que se hiciera una segunda temporada?
- Sí, a mí me gustaría. Como soy muy exigente, me parece que hay cosas que se pueden hacer mucho mejor. Creo que tiene que haber en Argentina gente que cocina mucho mejor que la que se anotó, que recién ahora que vieron el programa se van a animar a anotarse. En todos los países pasó lo mismo. Si ves la primera temporada de cualquier país, el primer año cocinan peor y después en las casas les dicen “anotate que cocinás mejor que ellos”. Y a mí me intriga mucho ver qué es lo que puede pasar en el próximo MasterChef.