El Pocho Lavezzi, hoy (y por justas razones que ni hace falta aclarar), se ha convertido en objeto de deseo de multitudes.
En la televisión -incluyendo noticieros-, en las redes sociales, en los portales de Internet y en las conversaciones diarias, el Pocho Lavezzi se ha convertido en un fenómeno, pero no -llamativamente- por su virtud futbolística o humana. No, no, gente, nada de eso. El Pocho Lavezzi, hoy (y por justas razones que ni hace falta aclarar), se ha convertido en objeto de deseo de multitudes.
La fiebre comenzó después del partido de Argentina contra Nigeria, donde el delantero tomó protagonismo al mostrarse en cueros antes de ingresar por el Kun Agüero, y luego por tirarle agua a Sabella. El resto fue gracias a la instantaneidad de las comunicaciones al hacer circular una (interesante) foto del jugador ¡hasta por mensajes privados en WhatsApp! que terminó con más de 200 mil adeptas a la fanpage Movimiento para que el Pocho Lavezzi juegue sin camiseta. El efecto contagio también hizo lo suyo.
Ya desde el primer partido, hashtags en Twitter como #MinitahMundial indicaban que algo del universo de lo femenino se estaba colando y poniendo en discusión en el imaginario futbolero argento. Lo del Pocho, claro, llegó para dar el batacazo.
De ahí surgió el debate. "¿Qué tendrá, entonces, Lavezzi?", se preguntaron muchos hombres (algunos, quizás, un tantito envidiosos). ¿Por qué y de dónde salió tanta euforia? De la crítica deportiva, resaltan algunos, se pasó a una crítica estética sobre la belleza de Lavezzi, sobre los tatuajes, sobre lo mal que está desviar la mirada futbolera hacia estas cuestiones, y otras delicatessens.
El pueblo pide explicaciones y opiniones hay de sobra. Los más críticos, por ejemplo, ponderan para que se deje de cosificar al talentoso futbolista. El pedido es entendible . En una sociedad con bastantes vestigios de machismo, resulta raro que esta vez sea el hombre (o este hombre en particular) quien de un día al otro se convierta en objeto de apreciación estética (por decirlo finamente). Entonces, ¿se está banalizando su sagrada tarea futbolística? ¿O, ayudadas por la fiebre mundialista, las mujeres sólo han hecho público aquellas conversaciones cotidianas que mantenían en privado?
Que es el referente del estereotipo del "macho argentino", o que representa un ideal inalcanzable del hombre humilde y exitoso devenido en un sex simbol gracias a las virtudes estéticas del Viejo Continente (demostrado en las comparaciones con sus looks antiguos), pueden ser algunos de los puntos que expliquen el fenómeno. Claro que todo esto funciona gracias a la cooperación de los medios, que fogonean el tema en un ida y vuelta con la agenda de la vida cotidiana.
El fútbol, práctica cultural históricamente relacionada a lo masculino (hasta los gestos y lenguajes de la cancha así lo indica), ha encontrado en esto una contrapartida, otro eje de miradas.
El contexto no es menor. El fútbol, práctica cultural relacionada a lo masculino, ha encontrado en esto una contrapartida, otro eje de miradas. Ya desde el primer partido, hashtags en Twitter como #MinitaMundial indicaban que algo del universo de los estereotipos femeninos se estaba colando en el imaginario futbolero argentino. Lo del Pocho, claro, llegó para dar el batacazo.
Como si todo esto fuera poco, tras el pedido de menos ropa y más piel para el Pocho en los partidos, otra vez aparecieron los hombres (¡para no dejar de ser menos!) creando otro revolucionario movimiento por la liberación de sus oídos. "Movimiento para que las pibas dejen de hablar del Pocho Lavezzi", se hicieron llamar, aunque jamás podrán detenerlo. Hoy, Lavezzi se lleva todos los suspiros de la platea femenina y nada de lo que digan los hombres puede importar (incluyendo jefes, compañeros, editores, novios y más).
Claro que nosotras también nos hacemos preguntas. ¿Se hubiera armado tanto revuelo si de una mujer se tratase? ¿La sociedad (o parte de ella), alguna vez, se escandalizó taaaanto ante la belleza y admiración de los cotidianos cuerpos femeninos que desfilan por donde se mire? ¿O esto pasa porque se rompió con algo de lo naturalizado, con la típica (y bien criticada) objetivación del hombre a la mujer?
Más allá de todo, hay algo que quedó clarísimo. Hoy, chicas, es tiempo de revancha. ¡Salud!