Cuando todos celebraban con alegría el comienzo del 2014, Nancy Pazos (45) confesó que la noche de Año Nuevo la pasó angustiada, entre llantos: "Cuando den las 12 y todos brinden con sus seres queridos, yo no podré besar a mis hijos". En una desgarradora carta abierta publicada en su perfil de Facebook, la periodista hizo catarsis de la dramática situación que le tocó experimentar en momentos en que su ex, Diego Santilli, se fue de viaje con Teo (12), Nicanor (9) y Tonio (4).
"Cuando den las 12 y todos brinden con sus seres queridos, yo no podré besar a mis hijos.... No es la muerte de nadie y sé que ellos estarán felices. Pero a mí se me partirá el corazón. Y está bien que lo sienta, porque quiere decir que puedo sentir, puedo sufrir y también puedo volver a amar".
Nancy describió como una "bomba atómica" el hecho de que sus tres hijos se fueran de viaje con el senador nacional del PRO, quien en agosto había desmentido los rumores de romance con la modelo Analía Mairoana. Como madre coraje y mujer herida, disparó: "No todo el mundo puede realmente amar, querer, entregarse... No es para todos".
A continuación, el texto completo:
Y tenía que aparecer, es mejor que aparezca a que uno la niegue, porque si la evitás es como esa mugre que se esconde bajo la alfombra...
La verdad que la tristeza tiene lugar en nuestras vidas y hay que saber vivirla y valorarla. Finalmente nos enfrenta frente a nuestra finitud y a nuestra mejor condición existencial, la de poder sentir. Y quienes podemos sufrir es porque también podemos amar. Y... ¿saben qué? No todo el mundo puede realmente amar, querer, entregarse... No es para todos. Si hay algo que siempre me conmovió del relato sobre Jesucristo (más allá de que uno crea o no en su existencia) era la capacidad de quienes relataron su historia por esa infinita capacidad de entrega.
A mis 33 años murió una Nancy Pazos. Aquella profesional exitosa que se llevaba el mundo por delante sin saber siquiera qué huevos estaba rompiendo. Y nació otra que estaba escondida esperando su turno: a esa edad fui madre por primera vez y con Teo en mis brazos me di cuenta de que junto con el cordón umbilical que me ataba a él, me habían cortado mi propio ombligo...
Pasé a ser madre por excelencia y seguí mi profesión pero con la líbido (como dicen los psicoanalistas) puesta absolutamente en otro lado. Miraba con horror a mis colegas que teniendo hijos conducían noticieros vespertinos. "¿Cómo puede ser que se vayan de sus casas cuando llegan sus hijos del colegio?", pensaba, prejuzgando que a quien le ofrecen el mejor horario de la tele también le pueden dar el mediodía o la mañana. Y obvio que mi conclusión no era más que el reflejo de lo que había vivido de chica, cuando mi propia madre, sin la posibilidad de elegir, lloraba en cada viaje a su trabajo cuando nos dejaba solas a mi hermana y a mí para salir a parar la olla...
"No todo el mundo puede realmente amar, querer, entregarse... No es para todos".
Pero empecé diciendo algo y como siempre terminé en otro lado. Quería simplemente contarles que estoy triste, que afloran lágrimas en mis ojos porque mañana, cuando den las 12 y todos brinden con sus seres queridos, yo no podré besar a mis hijos.
No es la muerte de nadie y sé que ellos estarán felices. Por suerte sobre un avión en un viaje que decretaron de "hombres", así que ni se darán cuenta de mi ausencia. Pero a mí se me partirá el corazón. Y está bien que lo sienta, porque quiere decir que puedo sentir, puedo sufrir y también puedo volver a amar. Porque mi humanidad fue agredida con una bomba atómica, pero mi corazón sobrevivió y tiene el mismo poder de entrega.