"Es difícil diagnosticar cáncer de hueso, que fue lo que tuve, porque no te sale en una radiografía. Todos pensaban que era un quiste. Un médico me hizo una punción, me detectaron sacaroma de Ewing y me dieron 30 por ciento de sobrevida, era muy grave", relató Sol.
Tiene 31 años, es artista y viene de una familia famosa. Sol Mihanovich acaba de lanzar su primer disco, El Juego, y está embarazada de su segundo hijo.
Hoy todo en su vida está tranquilo y disfruta de estos primeros cuatro meses y medio de gestación, junto a su martido Matías Onzari y su hija mayor, Elina (2).
Sin embargo, cuando tenía sólo 12 años, la nieta de Mónica Cahen D'Anvers y sobrina de la talentosa Sandra Mihanovich, vivió un complicado momento de salud. Sol era sólo una nena cuando le diagnosticaron cáncer.
"Tuve un tumor en el fémur que me agarró justo en mi proceso de desarrollo y no sabía si iba a poder ser mamá. De chiquita hacía gimnasia artística y durante dos años tuve mucho dolor en la pierna izquierda. Empezamos a ver distintos doctores. Es difícil diagnosticar cáncer de hueso, que fue lo que tuve, porque no te sale en una radiografía. Todos pensaban que era un quiste. Un médico me hizo una punción, me detectaron sacaroma de Ewing y me dieron 30 por ciento de sobrevida, era muy grave", le relató Sol a la revista Pronto.
"Mi mamá pensaba en que yo sobreviviera, pero también estaba la posibilidad de que no pudiera tener hijos. Le ofrecieron congelar mis óvulos, pero era muy invasivo para una chica de mi edad", detalló la hija de Iván Mihanovich, el hijo de Mónica Cahen D'Anvers.
"Mi abuela Mónica, para ayudarme, me quería comprar una peluca pero yo me negué: prefería usar sombreros. Era tan evidente que ni cejas tenía. La experiencia en el colegio por suerte fue espectacular. Mis compañeros jamás me hicieron sentir la diferencia. Para una adolescente estar pelada es terrible, pero mis amigos me ayudaron mucho".
La artista recordó: "Jamás me dijeron la palabra cáncer. Me decían que tenía una infección en las células degeneradas, malingnas. Mis viejos estaban separados y si bien se llevaban bárbaro, tenían que aunar criterios. Mi mamá, Vicky, quería que me dijeran la verdad, pero obviando la palabra cáncer. Yo no quería saber. Me hicieron una quimio recontra fuerte seis meses más, por lo que estuve pelada todo ese tiempo".
Sol continuó: "Mi abuela Mónica, para ayudarme, me quería comprar una peluca pero yo me negué: prefería usar sombreros. Era tan evidente que ni cejas tenía. La experiencia en el colegio por suerte fue espectacular. Mis compañeros jamás me hicieron sentir la diferencia. Para una adolescente estar pelada es terrible, pero mis amigos me ayudaron mucho. Terminé el proceso de quimio en agosto y ese verano nos fuimos de viaje de egresados de séptimo grado a Tanti, Córdoba. El pelo me estaba empezando a crecer y un amigo con toda la onda me dijo: 'Te lo sacás ya, te quiero sin sombrero en el viaje'".
La nieta de Mónica Cahen D'Anvers pudo recuperarse: "La recuperación fue más corta de lo que todos esperaban. Mi caso fue llamativo y lo llevan por todo el mundo para mostrar en congresos. Es alucinante la vida que hago, completamente normal. Lo único que no puedo hacer es esquiar y correr, por los clavos que tengo en la pierna. ¡Pero se puede vivir sin eso!".